El 20 de
marzo de 1975 invadieron Villa Constitución. Policías y la pesada de la derecha
sindical hicieron del albergue de solteros de Acíndar el primer centro
clandestino de detención del país. Terminaron ese día con los gremialistas
rebeldes. Martínez de Hoz, entonces presidente de Acindar, había pagado cien
dólares a cada represor.
Por Carlos del Frade
(APe).- El 20 de marzo de 1975, medio siglo atrás,
comenzaba el experimento de transformar la Argentina en un garito de la
financiarización de la economía de las multinacionales. Para eso necesitaban
disciplinar a la juventud trabajadora. Las grandes empresas, síntesis del
capitalismo, decidieron pagar la represión e iniciar el ciclo de la deuda
externa transfiriendo sus obligaciones a las grandes mayorías a través de la
colonización del estado. Todo comenzó en Acindar, aquel 20 de marzo de 1975, en
Villa Constitución, sur de la provincia de Santa Fe, cuando José Alfredo
Martínez de Hoz era el presidente de la empresa y Alberto Rocamora, por pedido
de las patronales, inició la ocupación y auspició la política de la
desaparición de opositores.
Medio siglo después es imprescindible pensar en
aquella matriz porque no habla del pasado solamente…
Desde 1973, integrantes de la división policial de
la guardia rural, “Los Pumas”, estaban en Villa Constitución. Alejandro
Lanusse, último presidente de la dictadura iniciada por Juan Carlos Onganía el
28 de junio de 1966, había definido al cordón industrial que iba de San Nicolás
hasta Puerto General San Martín, como “el cinturón rojo del Paraná”. El
25 de noviembre de 1974, la lista Marrón, con Alberto Piccinini a la cabeza,
ganó por casi el 70 por ciento de los votos.
La democracia sindical duró solamente cuatro meses.
En la madrugada del 20 de marzo de 1975, una
columna de un kilómetro y medio de automóviles y camiones invadieron Villa
Constitución.
Policías provinciales, federales, hombres de la
pesada de la derecha sindical peronista y personajes como Aníbal Gordon, entre
otros, hicieron del albergue de solteros de Acindar el primer centro
clandestino de detención del país.
Había una razón de peso: el ex comisario de la
policía Federal, Rodolfo Peregrino Fernández confesó que Martínez de Hoz,
presidente de Acindar, pagó cien dólares a cada uno de los represores.
Hubo 300 detenciones y 20 desaparecidos, a partir
de entonces.
Era el 20 de marzo de 1975.
Luego vino una huelga de casi sesenta días.
Para el ministro del Interior, Alberto Rocamora, se
trató de un operativo para desarticular al “complot rojo contra la industria
pesada del país”. Para el dirigente radical, Ricardo Balbín, “los sucesos de
Villa Constitución fueron necesarios para erradicar a la subversión
industrial”.
Walter Klein, socio de Martínez de Hoz, años
después, fue mucho más contundente frente a la embajada de los Estados
Unidos: “Quédense tranquilos, todos los activistas gremiales de Villa
Constitución ya están bajo tierra”.
Rodolfo Peregrino Fernández, ex comisario de la
Policía Federal relató ante la Comisión Argentina de Derechos Humanos, en 1983,
que “otra represión notoria de la Triple A fue la ejercida contra los
activistas sindicales de Villa Constitución”.
Esa “operación fue dirigida por el
comisario Antonio Fiscchietti, alias El Padrino o Don Chicho. Fiscchietti fue
reclutado para integrarse en la AAA siendo delegado de la Policía Federal
Argentina en la provincia de Tucumán”.
Sostuvo que “las patronales de las
industrias metalúrgicas instaladas allí, en forma destacada el presidente del
directorio de Acindar, ingeniero Arturo Acevedo, establecieron una estrecha
vinculación con las fuerzas policiales mediante pagos extraordinarios en dinero”.
Remarcó que “el presidente de Metcon, por
ejemplo, retribuía con una paga extra de 150 dólares diarios al oficial de
policía que dirigía su custodia personal, por un servicio de vigilancia no
superior a las seis horas de duración”.
Acindar “pagaba a todo el personal
policial, jefes, suboficiales y tropa, un plus extra en dinero, suplementario
al propio plus que percibían ya del Estado esos efectivos. El pago estaba a
cargo del jefe del Personal, Pedro Aznarez y del jefe de Relaciones Laborales,
Roberto Pellegrini”.
Agregó que “Acindar se convirtió en una
especie de fortaleza militar con cercos de alambres de púas. Los oficiales
policiales que custodiaban la fábrica se alojaban en las casas reservadas para
los ejecutivos de la empresa…”.
Se formó un comité de huelga que produjo una
paralización de las fábricas durante casi sesenta días.
Hay otras postales que merecen ser tenidas en
cuenta.
-En el año 1977, ingresé a la Jefatura de la
Policía de Villa Constitución con el cargo de Comisario Inspector a cargo de la
División Informaciones, en ese momento el grupo de Los Pumas ya estaba
acantonado en la fábrica de Acindar, cumpliendo tareas. Este grupo tenía su
lugar de asentamiento en Santa Felicia, cerca de Vera, y en ese momento, al
mismo tiempo había una Fuerza de Tareas conformada por unos cuarenta hombres,
que venían de distintas unidades del Litoral, provenían de distintas brigadas,
estaban un mes y los renovaban por otro contingente, estaban dirigidos por
personal de baja categoría. De ese grupo se desprendía una sección para cuidar
Rosario. En la práctica ellos dirigen los procedimientos, como detenciones o
custodia de un lugar y pedían nuestra colaboración… Mientras estaba el área 211
era cuando nos hacían ir periódicamente a Rosario para reuniones en distintos
lugares: Comando del Segundo Cuerpo, Policía Federal, Destacamento 2 de
Gendarmería Nacional, Liceo Aeronáutico Militar, Fábrica de Armas “Domingo
Matheu”, Unidad Regional San Lorenzo. En la fábrica militar de armas estaba a
cargo del teniente coronel Gargiulo, antes había sido interventor de la UOM,
acá en Villa Constitución…No había homogeneidad en los grupos…-sostuvo Carlos Roberto
Rampoldi, comisario inspector, el 30 de agosto de 1984, ante la Comisión
Nacional sobre la Desaparición de Personas, constituida en Villa Constitución.
Aquella “fuerza de tareas” comenzó a funcionar en
marzo de 1975, cuando el Ministro del Interior, Alberto Rocamora, ordenó la
intervención a la Unión Obrera Metalúrgica de la ciudad.
-El 20 de marzo de 1975 yo pude ver a las siete y
media de la mañana, coches Ford Falcon sin patente que venían de San Nicolás de
los Arroyos y también de Rosario. Me consta porque pude contarlos, en total
eran 105 vehículos. En su interior, entre cuatro o cinco individuos. Los autos
eran particularmente bordó, azul marino, verde claro y verde oscuro. Estos
individuos portaban armas largas y cortas mostrándolas por las ventanillas,
algunos a cara descubierta, otros se cubrían el rostro con pañuelos, lentes ahumados
y gorras con viseras oscuras, boinas azul marino y verdes…-contó el repartidor de sodas,
Pedro Alfaro, el 7 de febrero de 1984, ante la Comisión de Derechos Humanos de
Villa Constitución.
Dijo que el agente de la policía montada, Juan
Carlos Miranda, le confesó que a varios detenidos los llevaban hasta dentro de
Acindar y que Raúl Ranure, uno de los principales represores de la
ciudad, “era Halcón, que participaba de los operativos nocturnos que se
hacían en Villa Constitución, tripulando un Ford Falcon rural, celeste
metalizado sin patente que le había otorgado Acindar para que se
movilizase junto con la oficialidad de la policía Federal. Planificaba los
operativos contra los trabajadores metalúrgicos que pertenecían a la lista
Marrón”.
El 20 de octubre de 1975 secuestraron a Julio
Palacios, Carlos Ruesca y la abogada De Grandi. Un día después encontraron los
tres cuerpos asesinados.
Según comentarios a la abogada De Grandi le
seccionaron un pecho, a Ruesca lo mutilaron y torturaron y a Palacios le
arrancaron los testículos”, recordó Alfaro.
Apuntó que “según comentarios que
circulaban por la ciudad, el secuestro de Palacios, Ruesca y la abogada De
Grandi fue perpetrado por la Triple A. Este grupo parapolicial se identificaba
por el uso de capuchas, gorras y lentes oscuros. Tenían el cuartel dentro de la
Jefatura de Villa Constitución, donde guardaban además sus autos, utilizando
las mismas instalaciones del sindicato como alojamiento”.
Para Alfaro, el comisario Rampoldi, en 1975, ya era
integrante del Servicio de Informaciones de la Jefatura villense y “esencialmente
ha prestado y presta su servicio a Acindar. Me consta que tiene el organigrama
completo de la planta, ha sido invitado a almorzar en reiteradas oportunidades
por el directorio de la empresa, decide y orienta a los directivos sobre quién
puede o no entrar a la empresa”.
-¿Vos sos hijo de Alfaro? -le preguntó Raúl Ranure
que había ingresado a la fábrica el 7 de marzo de 1970.
-Si. ¿Y vos de dónde lo conocés al viejo? -quiso
saber Pedro Alfaro.
-De la Junta Nacional de Granos. Fuimos compañeros.
Yo soy nacionalista…-le dijo y después le mostró una credencial de la Policía
Federal donde también decía “Servicio de Inteligencia”.
-También tengo una ametralladora checoslovaca. Yo
soy integrante de la Lista Rosa de la UOM. Respondemos a Lorenzo Miguel y soy
muy amigo de Isidro López -agregó Ranure.
López también era integrante de la Rosa, la lista
que perdió contra la Marrón que encabezaba Alberto Piccinini. En la casa de
López “se reunían los que la gente llamaban fachos. Ranure por haberse
criado en la ciudad era quien indicaba las casas de los trabajadores a los que
se allanaba o secuestraba. Lo hacía dando todos los detalles de cada una de las
casas, cosa que los operativos no fallaran”, denunció Alfraro ante la
Comisión de Derechos Humanos de la ciudad metalúrgica.
El 22 de abril de 1975, José García, operario
calificado de la sección púa del turno B de Acindar, luego de una movilización
que repudió la invasión del 20 de marzo, fue secuestrado por un grupo de
policías federales y provinciales. Lo molieron a palos. A las tres de la tarde
volvió a su casa y se desmayó. El 22 de mayo se murió. A los pocos días, una
persona de la UOM intervenida, de apellido Cueto, se acercó hasta la casa de la
viuda, Angela Adriana Moreira de García, para preguntar qué necesitaba. Angela
estaba a cargo de un hogar con seis hijos. Cueto prometió conseguirle trabajo.
Días después, una decena de tipos armados se le
metieron por el patio de atrás, revolvieron los cajones, dieron vuelta los
colchones y se llevaron los anillos de casamiento y un crucifijo de oro.
-¡Dónde tenés la mercadería que le trajeron a tu
esposo!. ¡Dónde están los papeles de los comunistas! -le gritaban mientras
tiraban la comida que los vecinos le habían conseguido para alimentar a sus
chicos.
Al otro día se fue a buscar a Cueto para mostrarle
los resultados de la ocupación. El hombre de la intervención le propuso ir
hasta Acindar para acelerar la búsqueda de trabajo para uno de sus hijos.
Cuando entraron por el portón número uno, Angela
reconoció que dos de los custodios habían formado parte del grupo de forajidos
que estuvieron en su casa.
La esposa de García luego fue seguida por Raúl
Ranure e Isidro López y como corolario de tanta impunidad, la empresa Seguros
Paraná que debía pagarle la muerte de José, la conformó con un magro cheque.
-No venga nunca más por acá, señora. Su marido no
murió por un accidente de trabajo, sino por subversivo -le dijeron en la
oficina de personal.
Cinco meses después, el sindicato le prohibió
utilizar los servicios de la obra social.
Gustavo Acosta y Daniel Castro patrullaban las
calles de Villa Constitución a bordo de Falcon oscuros hasta que empezaron los
secuestros. Trabajaban para Acindar y cobraban de la empresa pero ahora estaban
afuera de la planta. Sus sueldos aumentaron. -Entré en el círculo de la
Juventud Sindical Peronista. Me llevó mi primo, Alfredo Acosta, que dependía de
Raúl Ranure, por entonces responsable de la JSP en Villa Constitución. Nosotros
éramos los verdaderos peronistas. Había que defenderse de los zurdos. La verdad
que no pude salir de ahí. Una vez tuve que custodiar el edificio de la UOM y vi
como trajeron a dos tipos vendados y amordazados…pasaron a mejor vida.
Dependíamos de Cuello, responsable de todos los Falcon. Había venido de Buenos
Aires. Tenía una relación directa con Pellegrini y Aznares, jefes de producción
y personal de Acindar -le dijo Gustavo Acosta a Miguel Angel Lezcano.
Acosta tenía una credencial que, según él, le daba
“carta blanca para actuar”. Los sueldos los pagaban Aznares y Pellegrini.
Todo eso contó Miguel Lezcano el 4 de agosto de
1984 ante la CONADEP.
El 19 de junio de 1975, Analía Matilde Martín, fue
detenida en Acindar por personal de la Policía Federal y conducida a los
albergues de la propia fábrica. Allí le pegaron y la sometieron a simulacros de
fusilamientos. En el Día de la Bandera la llevaron hasta la Policía
Federal rosarina y en agosto la trasladaron a la alcaidía de la Jefatura de la
Policía Provincial de Rosario.
“En ese año, no recuerda la fecha exacta, detienen
a Ruth González, hermana de una compañera de detención, la psicóloga Mercedes
González, y a esta chica Ruth la detienen con sus dos nenitas de corta edad.
Esta chica, un día es sacada de la Alcaidía y no la ven más. Al parecer a sus
dos nenas las habría adoptado una celadora. Cuando en noviembre de 1976 es
trasladada a Devoto se entera por un diario viejo que había sido muerta en un
enfrentamiento”, contó Analía.
También denunció que se torturaba en la sección
Robos y Hurtos y luego en el temible pozo del Servicio de Informaciones.
Apuntó que “una estadounidense estaba
embarazada por la violación de uno de los represores y que fue reintegrada a su
país en 1976”, sostuvo ante la CONADEP, el 17 de agosto de 1984.
Haydé Adela Suplo de Tonso era feliz con su hijo
Carlos Antonio Tonso hasta que en diciembre de 1975 llegaron ellos.
Los militares le robaron una campera, dinero, un
anillo de oro, una cadenita de su hijo y el carnet de identificación de obrero
de Acindar.
A las cinco de la mañana del 8 de enero de 1976,
volvieron. Le hicieron un interrogatorio y se llevaron a Carlos.
Juan Alberto, hermano del detenido, lo fue a buscar
a la Jefatura de Villa Constitución.
-No está acá -le respondieron.
En el camino de La Blanqueada que conduce a la
localidad de Theobald, vio tres cuerpos tirados al costado de la ruta. Uno de
ellos era Carlos que estaba con la cabeza destrozada y con varios impactos de
bala y distintas quemaduras en los brazos. Los otros dos asesinados eran Pedro
Antonio Reche y Jorge Andino.
Haydé, cuando le mostraron la revista “Gente”, del
16 de febrero de 1984, reconoció dos fotografías que estaban en aquel número
969.
Correspondían “a la fisonomía de dos de las
personas que intervinieron en el secuestro de su hijo”.
Eran Aníbal Gordon y su hijo, Marcelo Gordon.
Aníbal actuaba como jefe, el que hacía las
preguntas, y Marcelo era el que llevaba un birrete color amarillo con visera
marrón.
Aníbal Gordon era el jefe de la Brigada Panqueque,
una de las más trístemente célebres bandas del Batallón 601 del Ejército que en
aquellos años formaban la denominada Triple A.
Carlos Sosa era secretario de la Unión Ferroviaria
de Villa Constitución. Lo detuvieron el 5 de agosto de 1976. Un mayor del
Ejército lo interrogó sobre su actividad política y trató de convencerlo de que
trabajara para “ellos dentro del movimiento obrero”.
-No -respondió Sosa.
-Está bien, entonces aténgase a las consecuencias
-lo amenazaron.
Después lo llevaron al Cuartel del Regimiento de
Pontoneros de San Nicolás y allí fue recibido por el Teniente Coronel, Saint
Aman, quien le informó que sería puesto en libertad.
-A mi me han transferido todo el problema de Villa
Constitución -le dijo Saint Aman, el mismo que después estaría involucrado en
el asesinato del obispo nicoleño, Carlos Ponce de León, el 11 de julio de 1977.
Ni los muertos tuvieron paz en Villa Constitución.
“En la capilla del cementerio había un tablero
donde quedaban las llaves de cada panteón con el número de cada uno pero ese
día, en 1978, faltaba la del panteón 68 y cuando le pregunté al encargado, el
señor Camporesi, me dijo que estaban dentro de un cajón, porque parece que
anoche vino el ejército y revolvieron todo”, contó Luis Estefanía, el 7 de
setiembre de 1984 ante la CONADEP.
Rolando Chávez era obrero de la sección
Trafilación, dentro de Acindar, hasta que el 24 de marzo de 1976 lo
encarcelaron. Su delito era formar parte de la Lista Marrón. Aunque salió en
libertad a fines de 1977, nunca más pudo conseguir trabajo en una metalúrgica.
Estaba marcado y entonces debió ganarse el puchero como albañil. El 26 de
setiembre de 1984, su mujer, Irma Florencia Torres de Chávez, recibió un
llamado telefónico en los consultorios “Fray Luis Beltrán”, de la UOM, donde es
empleada de limpieza.
-Usted se tiene que ir de acá, de la UOM, porque si
no, corre el riesgo de que le pongamos una bomba en su casa -le dijeron y ella
lo informó ante la CONADEP. “Con esta política buscamos debilitar el
enorme poder sindical, que era uno de los grandes problemas del país. La
Argentina tenía un poder sindical demasiado fuerte…hemos debilitado el poder
sindical y ésta es la base para cualquier salida política en la Argentina”,
dijo Juan Alemann, secretario de Hacienda de Jorge Videla. Esa frase
sintetizó la lógica de la represión contra el movimiento obrero opositor a las
burocracias vinculadas a las grandes patronales.
La sociedad entre gerentes de plantas y represores
fue una constante en la zona del Gran Rosario.
Uno de los torturadores e integrantes del Servicio
de Inteligencia del Comando del II Cuerpo de Ejército con asiento en la ciudad
de Rosario fue Francisco Bueno o Banegas. Su declaración ante los organismos de
derechos humanos en Europa durante los primeros tiempos de la democracia
sirvieron para descubrir los mecanismos del terrorismo de estado en la zona sur
de la provincia de Santa Fe.
“Las oficinas a las cuales yo debía concurrir
estaban ubicadas en la galería La Favorita, en el séptimo piso, oficina 701,
bajo el nombre de la empresa INROS, Informaciones Rosario. En ese lugar existía
la oficina donde se distribuía el trabajo de información…”, sostuvo el ex integrante del
ejército.
“De las siete personas, una de ellas se dedicaba a
recabar información en las fábricas Massey Ferguson, John Deere y Anomackura,
que están ubicadas en el cordón industrial del Gran Rosario…Las informaciones
eran directamente entregadas por el personal de nivel jerárquico de esas
empresas y operarios especializados….El nombre del que estaba en el órgano
adelantado para la zona del cordón industrial era Cacho Marengo, ese era el
seudónimo. El nombre real es Montenegro…El se dedicaba estrictamente a la parte
de recolectar los papeles que preparaba el personal de gerencia de esas
fábricas”, sostuvo el desaparecedor.
Había otra persona que “se encargaba de la
zona un poco más alejada de San Lorenzo que era el enlace con el servicio de
informaciones de la policía de San Lorenzo. La policía de San Lorenzo manejaba
la zona de Puerto San Martín y Petroquímica Argentina; el que estaba a cargo de
informaciones entregaba los papeles semanales de la información recabada a un
hombre llamado Tito Ortiz, aunque el nombre real era Orefice”.
Este trabajo de recepción y selección de
información que preparaban los jerárquicos de las empresas de la región comenzó
en el año 1974, dos años antes del golpe del 24 de marzo.
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