La niñez y
el futuro son anécdotas en Gaza. Ser niño en Palestina es crecer defendiéndose
de un mundo hostil que a través de cada una de sus instituciones decidió darles
la espalda. Es nacer a la vida siendo adultos. El genocidio y la limpieza
étnica siguen en curso y se multiplica el sufrimiento, el dolor, la muerte.
Por Martina Kaniuka
(APe).- Benjamín Netanhayu, Primer Ministro de Israel,
declaró ayer -frente a un grupo de reservistas heridos de las Fuerzas
de Defensa de Israel (FDI)– que entrarán “con toda su fuerza” en
Gaza en los próximos días, como parte de la fase final de la ofensiva militar
iniciada tras el ataque de Hamas del 7 de octubre de 2023”. Netanhayu fue denunciado por crímenes de guerra y lesa
humanidad en noviembre del año pasado por la Corte Penal
Internacional -único tribunal global permanente del mundo por crímenes
de guerra y genocidio- y recibido por varios países que
eludieron la orden de arresto emitida.
Los palestinos que voluntariamente decidan abandonar su tierra serían
reubicados. Como en el Plan Madagascar de
Göring, Netanyahu asegura que ya establecieron “un organismo rector que
permitirá la salida de los civiles” y que “el problema
principal es que se necesitan países de acogida dispuestos a
acogerlos. En eso estamos trabajando ahora mismo”.
Pero ¿cuántos palestinos, palestinas, van a dejar
su tierra voluntariamente para ingresar en campos de concentración?
En 1974, Rodolfo Walsh recorría las calles
polvorientas de Palestina, esa que todos los niñosconocíanlibre solamente
a través de los ojos de sus padres muertos.
Despuésde entrevistar a algunos de los quinientos
niños que habitaban el Orfanato en Suq el Garb, al sur de Beirut, anotó: muchos
quieren luchar por la liberación de su tierra.
– ¿Cómo te llamas?
– Zaki.
– ¿Qué edad tienes?
– Siete.
– ¿Vive tu padre?
– Murió.
– ¿Qué era tu padre?
– Fedaí (del árabe fedayin, sacrificio, mártir).
– ¿Qué vas a ser cuando seas grande?
– Fedaí”. *
En aquel entonces, las generaciones de hijos y
nietos de los primeros desplazados en 1948 maduraban como los olivos que los
colonos disfrutaban arrancar, con las raíces extirpadas, los frutos al aire
cicatrizados con la savia de su propia identidad, y al calor de una certeza: la
vida en Palestina era sinónimo de sufrimiento, resistencia y lucha y la muerte,
el más frecuente de los paisajes.
La infancia y el futuro en Gaza son anécdotas que,
los críos que nacen siendo adultos, anidan junto al efímero deseo de la
eternidad, jugando entre escombros a despedirse de familiares, vecinos y
amigos, festejando cumpleaños en casas que los acercan más al cielo con cada
bomba, derrumbándose desde los cimientos, despojándolos de un techo sobre sus
cabezas.
Ser niño en Palestina es crecer defendiéndose del
mundo que decide, a través de todas sus instituciones, darles la espalda. Es
festejar los cumpleaños con la plena conciencia de la fortuna que representa,
en los confines donde la sombra de la muerte decidió detener el tiempo y
escribir el nombre de su tierra, seguir soñando un año más con esa libertad que
cobijan en el pecho, a pesar de los puestos de control, las requisas, la
violencia y la vulneración de todos y cada uno de sus derechos.
Hoy ya son siete las generaciones repartidas entre
los diecinueve campos de refugiados que viven en el régimen de apartheid que
Israel impuso en 1967. Más de 800.000 palestinos fueron detenidos, cerca de un
40% de su población masculina, incluyendo a niños que, desde los 12 años,
fueron torturados por las
fuerzas de ocupación sionista sistemáticamente: violencia física, psíquica,
sexual, desde la detención hasta el interrogatorio. Entre 500 y 1000 niños
palestinos de entre 12 y 17 años son detenidos cada año.
La organización Save The Children ha reportado que
el 86% fue golpeado, el 69% fue obligado a desnudarse, más de la mitad son
heridos al momento de la detención, con heridas de bala y roturas de huesos.
¿Qué posibilidades hay de que alguno de esos
jóvenes que ingresó en paracaídas a las puertas de Gaza el 07 de octubre de
2023 lo haya hecho desesperanzado tras tanta muerte, con ansias de venganza,
después de sobrevivir como rehén de un estado de opresión constante, donde la
libertad es una utopía y la justicia una palabra de la que también se adueñaron
otros?
La respuesta son todas y la gestión Netanyahu
decidió, sin eufemismos, ponerle fin a la red de esperanza que tejen, como los
pescadores de ese mar que los camufla en la playa famélicos pidiendo alimento a
sus aguas, cada vez que nace un niño en la tierra donde hace ocho décadas el
olvido del mundo le pierde la pulseada a la memoria del pueblo.
Desde la última “tregua” planteada por Israel el
18/01, violada bombardeando
Cisjordania el 21/01, el plan de exterminio escaló y, desde entonces, cada
quince minutos un niño es asesinado en Gaza. Desde el 08 de octubre del 2023
fueron asesinadas más de 61.700 personas, 17.500 fueron niños.
Las imágenes viajan en vivo y en directo a través
de internet. Entre los escombros, los niños buscan souvenirs de lo que alguna
vez supo ser su vida. Un trozo de taza donde sus padres solían tomar el té, un
oso de peluche, un peine conservando algún cabello. En Occidente, los padres
guardan los dientes de sus hijos para el ratón Pérez. En Palestina, si no
terminaron abrazándolos en una mortaja, los hijos son los que sobreviven y los
buscan en el recuerdo de lo que alguna vez supieron ser sus padres. Caminan
descalzos a través de los 360 kilómetros de la Franja, con las más de un millón
de personas que se desplazan para conseguir una hogaza de pan.
Los que sobreviven, habitan en carpas provistas por
los pocos organismos de derechos humanos que el ejército israelí dejó llegar a
la zona. Hoy no ingresan alimentos.
UNICEF y el Programa Mundial de Alimentos (PMA) denuncian que 71000 niños y
niñas se encuentran amenazados por la malnutrición aguda, sin agua potable, ni
acceso a los servicios de salud. Con más de 116.000 toneladas de ayuda
alimentaria -suficientes para alimentar a un millón de personas durante un
máximo de cuatro meses- que ya se encuentran en los corredores humanitarios
listas para ser distribuidas, desde el 02 de marzo, fueron bloqueados
totalmente los pasos fronterizos a Gaza.
Las fuerzas armadas israelíes se “están preparando
para terminar el trabajo”. El genocidio y la limpieza étnica siguen en curso.
Las manifestaciones pidiendo el alto al fuego se multiplican, pero también los
muertos, el sufrimiento, el dolor. Las fotografías de niños desnutridos,
caminando descalzos, transportando su propio peso en agua durante kilómetros,
llorando el asesinato de sus hermanos, se repiten y no deberían ser fáciles de
olvidar. Será imposible explicar esta parte de la historia y justificar a quienes,
pudiendo intervenir y aliviar el dolor de los palestinos, por acción y omisión
decidieron no hacerlo. Mientras tanto, por ese pueblo que sigue escribiendo en
pasado y viviendo en potencial, no dejemos de repetir: Gaza, Gaza, Gaza.
*En “El violento oficio de escribir”.
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