Trayecto Once - Moreno. Un día cualquiera. A cualquier hora. Ya desde muy temprano hasta las últimas horas del último tren, viajar en el furgón del tren del ex ferrocarril Sarmiento es todo una experiencia que obnubila al pasajero desprevenido. No por ser peligrosa, más allá de que existen los peligros como en todos lados, sino por el común denominador que impera en dicho ámbito: La marihuana, el porro, la macoña, el caño, el churro, el faso, o como se quiera denominar a este fenómeno socio - cultural que abarca a todas las castas sociales y que, tal vez, en ninguna otra parte como en este medio de transporte público se vivivencia, se comparte y se diversifica con tanta magnitud y matices que causa asombro. No es cuestión de puritanismos, chabacanerías u otras yerbas. Esto es así y pasa delante de todo el mundo. Nadie con dos dedos de frente puede negarlo. Ni los guardas, ni la policía, ni los gendarmes...
Van para tres años que hago el mismo trayecto y, aunque prefiero los vagones comunes para viajar, sería estúpido de mi parte negar lo que dentro de esa despojada y mugrienta caja metálica se "curte". Si llama la atención el clima de distención y camaredería que allí se vive. Todos comparten la birra, el "tetra" y el faso sobretodo, que pasa de mano en mano y de boca en boca en un ritual repetido una y mil veces. Sólo basta acercarse, intercambiar alguna palabra y listo: Bienvenido al convite colectivo. Así podemos ver al oficinista trajeado intercambiar una seca con el pibe de la calle, hombres mayores, laburantes, estudiantes, vagos, músicos, vendedores ambulantes, mujeres y chicas que no tienen ningún prurito en arracimarse y compartir el simple acto de compartir. Algo que los popes de la alta política han olvidado por la avaricia de acaparar. Abajo el pueblo comparte, mal que le pese a los de arriba. Y en este desvencijado furgón fumón del "Sarmiento" reina la camaredería, el todo está bien, el vení y arrimate.
Van para tres años que hago el mismo trayecto y, aunque prefiero los vagones comunes para viajar, sería estúpido de mi parte negar lo que dentro de esa despojada y mugrienta caja metálica se "curte". Si llama la atención el clima de distención y camaredería que allí se vive. Todos comparten la birra, el "tetra" y el faso sobretodo, que pasa de mano en mano y de boca en boca en un ritual repetido una y mil veces. Sólo basta acercarse, intercambiar alguna palabra y listo: Bienvenido al convite colectivo. Así podemos ver al oficinista trajeado intercambiar una seca con el pibe de la calle, hombres mayores, laburantes, estudiantes, vagos, músicos, vendedores ambulantes, mujeres y chicas que no tienen ningún prurito en arracimarse y compartir el simple acto de compartir. Algo que los popes de la alta política han olvidado por la avaricia de acaparar. Abajo el pueblo comparte, mal que le pese a los de arriba. Y en este desvencijado furgón fumón del "Sarmiento" reina la camaredería, el todo está bien, el vení y arrimate.
Y en tiempos de violencia, fagocitada por los medios concentrados, el hecho de integrarse, al menos por pocos minutos al grupo, intercanbiar miradas, saludos, palabras y risas no es poca cosa. Sin peleas, sin odios, sin conflictos.
Estaría bueno que algunos políticos, sociólogos y críticos profesionales se tomaran la molestia de "bajar al llano" y replantear conceptos acerca de la legalidad, la tenencia y el consumo de cannabis.
Estaría bueno que algunos políticos, sociólogos y críticos profesionales se tomaran la molestia de "bajar al llano" y replantear conceptos acerca de la legalidad, la tenencia y el consumo de cannabis.
Roque Paz
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