Revolución es hacer cada día de nuestro pequeño espacio, un lugar digno de habitar
"La Maldita Máquina de Matar" Pinchevsky/ Medina

miércoles, octubre 12, 2011

La realidad en blanco y negro.


Actores, actorcitos, modelos y modelitos, bailarines y "vedettes". Caritas y cuerpitos lindos y apetecibles, inundando la pantallas de la televisión. Bizarros y personajes que sin ningún tipo de escrúpulos acceden, váyase a saber por medio de que artilugios, a los lugares que deberían estar reservados para gente idónea. Ni que hablar de los hijos, parientes, o parejas de actores, productores, dueños de medios, etc. Así los vemos conducir, presentar, entrevistar, opinar, y hasta tener programas propios, sin tener un mínimo de recato para realizar ese tipo de tareas. Y mientras esto ocurre a diario muchos jóvenes que se han preparado para ello, se convierten en meros espectadores. En profesionales frustrados que jamás lograrán desarrollar sus talentos. Es esto en lo que se ha convertido el show radial televisivo. Seguramente hay intereses y responsables para que esto continúe in crescendo. Son los mismos que se rasgan las vestiduras cuando los números no dan. Son los mismos que exigen seriedad y profesionalismo cuando convocan a periodistas, locutores o noteros nóveles para someterlos al ninguneo, al trabajo a destajo, cuando no al forreo y al maltrato sicológico y son despedidos por priorizar las "bondades" de algún recomendado o de alguna figurita en boga. Son los mismos que cuestionan a políticos y sindicalistas cuando nombran a sus parientes herederos del "trono" o "cuida kiosco".
Actores convertidos en conductores, periodistas jugando a ser actores, modelos presentadoras, mediáticos noteros, y un desfile incesante de mediocres pululando por los medios.
Hay una nueva Ley que no termina de plasmarse. Y ya es hora de que empiece a generar cambios en el medio audiovisual. Exigiendo y haciendo exigir cierto nivel de profesionalidad para que la usurpación de los acomodados cese de una buena vez y se les haga lugar a los cientos de jóvenes que han estudiado y esperan su momento. Para eso es esencial bajarse de la soberbia todopoderosa de los responsables de radios y canales y empezar a apostar a un nuevo modelo audiovisual y cultural. Que los actores laburen de actores (y sus hijos, que tienen recursos para realizarse en otras actividades, estudien y trabajen, y no sean tan caraduras de usufructuar con el apellido o las influencias de sus progenitores, que nos invaden y nada aportan). Que los periodistas trabajen de periodistas. Que los locutores trabajen de locutores....
Depurar el medio. Hacerlo más creíble y creativo depende en gran medida de que, tanto  dueños como  directores de programación, productores, como así también de los anunciantes quienes son, en definitiva, los que ponen la guita para tal despropósito; se pongan los pantalones largos, pierdan el miedo al cambio, se olviden del puto rating que los condiciona económicamente, descarten lo inservible que bastardea el mensaje y abran sus mentes y las puertas a las nuevas camadas de comunicadores. Aunque, para esta clase de individuos, atemoriza más una mente lúcida que termine subvirtiendo el "orden"  que un punto más o menos de rating. Claro que hay mucha guita en juego y que por dos mangos se llenan espacios a pura mediocridad en detrimento de la calidad y la estética. Claro que hay que preservar los espacios  "heredados" para que ningún osado acabe desplazándolos. Mantener a cualquier precio sus conquistas, blindar el medio, digitando quien sigue y quien se va, como parte de la perversidad con que actúan estos personajes acostumbrados a armar una programación funcional a sus propios intereses que no van más allá del negocio y el engaño.



Pero el tiempo se acorta y nuevas voces, nuevas camadas, nuevas formas, están al caer. Aunque el miedo a quedar en evidencia es tan grande que ya se puede ver como algunos comienzan a chuparle las medias al gobierno que, lamentablemente, los acoge con los brazos abiertos. Sumergiéndonos en esta triste realidad en blanco y negro que nos satura de vagos intrascendentes.
Roque Paz

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