Sobre una plàcida colina, tres añosos árboles intercambiaban impresiones ante la inminente presencia de un leñador.
El primero de ellos sintiò la necesidad de compartir la inmensa felicidad que le embargaba en aquellos momentos con sus compañeros de suerte, porque soñaba verse convertido en un enorme cofre en donde guardarìan sus tesoros reyes y poderosos de la tierra.
El segundo de los àrboles hablò entonces de su anhelo en transformarse en un gran navìo y navegar por los mares transportando a reyes y poderosos de la tierra.
El tercero, en cambio, se sintiò apenado porque lo que màs querìa, les comentò. era crecer muy alto y que sus ramas alcanzaran los cielos para estar en presencia de Dios.
Para su pesar el primero de los àrboles viò como sus sueños se truncaban al transformarse en un cajón para acopiar heno.
Al segundo no le fue mejor y sus anhelos de navegar por los mares se marchitaron cuando un carpintero hizo de èl una rùstica barca destinada a navegar por un lago.
El tercero fue desechado porque su madera era inservible y asì, aguardò, en un cobertizo, el momento de ser quemado en una hoguera.
Pasò el tiempo y el cajòn de heno sirviò de lecho para la joven parturienta que diò a luz a un Rey.
En una noche tormentosa, en donde las olas amenazaban con hacer zozobrar la precaria barcaza en donde viajaban seis personas, uno de ellos se levantó y ordenò a la tormenta aplacar su furia y asì permitirles llegar al otro extremo del lago. El nombre del hombre era Jesùs: Rey de Reyes.
Tiempo màs tarde, la madera que aguardaba en su cobertizo un destino de fuego fue utilizada para cruxificar a un hombre. Y supo entonces que, aunque de manera diferente a la anhelada, sus deseos de ascender a los cielos para estar en presencia de Dios se cumplieron en èse mismo instante...
Feliz Navidad. Que el espìritu navideño colme los corazones de los hombres.
Pdta.: Este relato llegò a mis oìdos en un momento muy especial de mi vida. Pido perdòn si desvirtuè la esencia del mismo por carecer de memoria auditiva.
Para su pesar el primero de los àrboles viò como sus sueños se truncaban al transformarse en un cajón para acopiar heno.
Al segundo no le fue mejor y sus anhelos de navegar por los mares se marchitaron cuando un carpintero hizo de èl una rùstica barca destinada a navegar por un lago.
El tercero fue desechado porque su madera era inservible y asì, aguardò, en un cobertizo, el momento de ser quemado en una hoguera.
Pasò el tiempo y el cajòn de heno sirviò de lecho para la joven parturienta que diò a luz a un Rey.
En una noche tormentosa, en donde las olas amenazaban con hacer zozobrar la precaria barcaza en donde viajaban seis personas, uno de ellos se levantó y ordenò a la tormenta aplacar su furia y asì permitirles llegar al otro extremo del lago. El nombre del hombre era Jesùs: Rey de Reyes.
Tiempo màs tarde, la madera que aguardaba en su cobertizo un destino de fuego fue utilizada para cruxificar a un hombre. Y supo entonces que, aunque de manera diferente a la anhelada, sus deseos de ascender a los cielos para estar en presencia de Dios se cumplieron en èse mismo instante...
Feliz Navidad. Que el espìritu navideño colme los corazones de los hombres.
Pdta.: Este relato llegò a mis oìdos en un momento muy especial de mi vida. Pido perdòn si desvirtuè la esencia del mismo por carecer de memoria auditiva.
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