Revolución es hacer cada día de nuestro pequeño espacio, un lugar digno de habitar
"La Maldita Máquina de Matar" Pinchevsky/ Medina

martes, octubre 04, 2011

Esa plusvalía llamada dignidad



Fue y es, sin lugar a dudas, el fenómeno político-social-cultural más importante gestado por estas tierras en la última década. Si bien primero existieron otras formas de subsistencia, resistencia y justos reclamos, como lo fueron “el Trueque” y “los piqueteros”. La convicción, el apego, la lucha de clase, la identidad, el orgullo, la necesidad, la desesperación y los huevos de nuestros trabajadores que nunca se rindieron ofrecieron la respuesta justa a la injusticia; al atrincherarse  detrás de los portones de las fábricas “vaciadas” por sus propios dueños para  defender lo que consideran un derecho adquirido: El derecho al trabajo. Sin romper, sin quemar, sin generar violencia. Entregando de sí lo poco que poseen: Sus manos encallecidas, sus corazones y el esfuerzo cotidiano con que amasaron los sueños de construir una sociedad más justa. Sin dueños ni patrones. Sin ostentación ni hipocresía. Sin explotación ni miseria. Con la única plusvalía que conocen: la plusvalía de la dignidad puesta en movimiento.
Son sus propios obreros los que han puesto nuevamente en marcha a las empresas quebradas a partir del modelo neoliberal implementado en los ’90. Un modelo perverso en donde Estado y Mercado fueron arte y parte de la gran Estafa Nacional.
La autogestión como paradigma para boicotear las políticas recetadas por el Fondo Monetario y los gendarmes del norte. En donde el capitalismo global consideró que era posible multiplicar ganancias en la compra-venta de dinero virtual, basada en la especulación y el soborno. Transformando el trabajo en una concepción amorfa, flexible que apenas posibilita al asalariado una digna subsistencia. Naciendo, de este modo, una nueva categoría social: El desempleado.
Argentina lo vivió en carne propia. De la mano de la dictadura militar primero, y de Menem después, el capitalismo industrial arrasó con una legislación laboral adecuada a los tiempos modernos condenando a miles de trabajadores a la precarización y la desocupación. Y así llegamos al nuevo milenio en donde ya no era necesario la represión, el aniquilamiento y desaparición de los cuerpos de delegados y de comisiones internas. Ahora simplemente las “desaparecían” económicamente.
Argentina gozaba en la década del ´70 de un estándar de vida comparable a muchos países del primer mundo. Bastaron nada más que un par de décadas para que el paradigma obrero despareciera del horizonte. Fábricas cerradas, maquinaria parada, fuerte represión, y miles de obreros empujados al precipicio. Personas desesperadas que no tenían otro lugar a donde ir. Que no sabían hacer otra cosa que trabajar, trabajar y trabajar…
Entonces tomaron las fábricas y allí se quedaron. Los echaron y volvieron. Una y otra vez. Con sus compañeros de lucha, con sus familias, con los vecinos. Poniendo el pecho. Discutiendo en asambleas, compartiendo absolutamente todo, desde un mate, un pedazo de pan, hasta los sueños de volver a creer en el esfuerzo y el sacrificio puestos en movimiento. Y se organizaron. Y se delegaron tareas y responsabilidades. Y reclamaron. Y peticionaron. Y propusieron. Y se capacitaron para demostrarnos de lo que eran capaces de hacer. Solos, cooperativamente, horizontalmente y sin patrones. Abriendo espacios, aceptando el desafío de un mercado voraz, redoblando esfuerzos.
Más de doscientas fábricas recuperadas dan testimonio de lo que puede el amor propio de aquellos que no se conformaron con el telegrama de despido, ni la limosna de algún subsidio por desempleo o la changa limosnera proveniente de algún político.
Las pioneras Brukman, IMPA, FASIPA (fábrica sin patrones) ex Zanón hablan a las claras de lo que siente un obrero al ser su propio patrón.  Sin gastos gerenciales astronómicos, sin prebendas, viáticos, comisiones ni ninguna clase de gastos superfluos toda empresa bien administrada, en mayor o menor medida, es rentable.
Las fábricas recuperadas son bandera de resistencia, un símbolo cultural que ejempliza y marca un camino a transitar en donde el paradigma se construye cada día, en cada asamblea y con cada gota de transpiración vertida sobre la maquinaria puesta en marcha por quienes nunca bajaron los brazos.
Roque Paz

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