CLICS PREMONITORIOS
El hombre caminaba en soledad bajo el cielo díafano de Entre Ríos, cercano al mediodía, con los pensamientos saturados de imágenes y clics premonitorios. Lo flanqueaban dos perros saltarines que se afanaban en llamar la atención pero sin conseguirlo. Apenas una palmadita, algún silbido o, en el mejor de los casos, escuetas voces que brotaban de sus labios comprimidos.
Sus ojos claros, casi líquidos, registraban la geografía tan cara a sus afectos. Andaba lento, como queriendo robarse los olores, las formas y las texturas del policromático paisaje mesopotámico. Curiosamente aquella mañana prefirió caminar a cazar. Cambiando la escopeta por el teléfono satelital. Los perros jamás comprenderían aquel cambio en los hábitos de su amo. La presa en la mira. El "clic" del arma martillada, el estampido, el olor a pólvora, la señal convenida, la carrera alocada entre pastizales y bañados, el gusto a sangre de la presa tibia atrapada entre los dientes, la palmada agradecida... no acontecerían, al menos esa mañana.
A primera hora, y luego de ducharse, puso en orden sus papeles, realizó algunos llamados y confirmó para el mediodía el arribo de la avioneta que lo transportaría hasta la ciudad uruguaya de Carmelo; luego Siria.
El hallazgo de un sosías facilitaba las cosas. Según sus informantes se trataría de un linyera que merodeaba por Mar del Plata. Nadie reclamaría el cuerpo de un pordiosero. Las pericias, el informe forense, el ADN... todo bajo control. "El Socio", su última lectura, aleccionó al respecto. Sin embargo, desde hacía bastante tiempo, en la mente del empresario repercutían ciertos "clics". Los "clics" de las máquinas de escribir y de las calculadoras que vendiera de joven. Las mismas que le permitieron amasar su inmensa fortuna. Los "clics" de las cajas de seguridad de las bóvedas de sus empresas recaudadoras y postales. Entremezclándose con los "clics" de las armas de sus matones a sueldo y, por sobre todo, los "clics" seriados de los reporteros gráficos, los más odiados, los más destructivos: apuntándole con sus cámaras directo a la cabeza. Clic, clic, clic...
La escopeta recostada junto a la mesa servida. El mayordomo había dispuesto la picada, el vermouth y dos vasos, según las recomendaciones del señor. desde la puerta de entrada podía divisar la silueta corpulenta de su patrón retornando del paseo y a sus dos perros trotando detrás. Fue cuando divisó la nube de polvo que se alzaba por el camino principal. El empresario también pareció percatarse del movimiento, silbó a los perros y apuró el paso. Sin dejar de hablar por el teléfono, el hombre de la mirada líquida alzó sus ojos. la polvareda confirmaba el llamado recibido minutos antes.
"... señor... en estos momentos van para allá..."
El gran manipulador de tiempos ajenos veía con desazón como se acortaban los suyos. Algo impensado que lo obligaba a un cambio de planes.
Furioso se deshizo del teléfono arrojándolo a las aguas de un arroyuelo, debía llegar a la casa antes que ellos. Los perros lo vieron apurarse y corrieron entusiasmados a su lado. El amo nunca aclaró que ya no había tiempo para juegos.
Con la cabeza atiborrada de "clics" pasó junto al mayordomo, asió la escopeta y se introdujo en la vivienda. Los perros presenciaron su alejamiento sentados del otro lado de la puerta y con la lengua afuera."No estoy para nadie... Ni para la justicia, ni para la policía, ni para Dios..." - Le dijo al empleado.
El arribo de la comitiva fue ahogado por el "clic" de la cerradura del cuarto de baño.
Los ojos claros del hombre se licuaron debajo de la espesura de sus cejas blancas. Transpiraba y su respiración comenzaba a tornarse cada vez más dificultosa. Entre el tumulto exterior y el ladrido de los perros creyó distinguir el motor de la avioneta. El piloto era puntual... pero los "clics" cerebrales se agigantaban conspirando en su apreciación. Ahora los asociaba con el crepitar de un cuerpo envuelto en llamas consumiéndose en una cava de Pinamar.
"El patrón no se encuentra... acaba de irse. Les digo que se fue. No me dijo a dónde..."
"Clic" y la cabeza a punto de estallarle...
Observó aquel rostro extraño, casi al borde de la desesperación, que se reflejaba en el espejo del botiquín. Era el rostro de un desconocido acorralado. Abrió la portezuela espejada para hurgar entre medicamentos, envases y papeles. Tomó la foto maldita y la escupió, antes de rompierla y desecharla en el inodoro. Apretó el botón.... "¡Señor!... ¡Señor!...", la voz del mayordomo le llegó lejana mientras el remolino se tragaba los ojos del reportero que no dejaba de mirarlo.
Sentado sobre la tapa del inodoro apoyó el caño en su boca.
Sentado sobre la tapa del inodoro apoyó el caño en su boca.
"Clic".
La presa en la mira. Lo sostuvo entre sus rodillas, "clic"... el dedo deslizándose sobre el gatillo. "Clic"... Y el cielo entrerriano con presagios de tormaenta, oscureciéndose. "Clic"... y la avioneta alejándose. "clic"...
Y el tipo de la foto riéndose...
"Clic", "clic", "clic"... que le apunta con su cámara y le vuela la cabeza...
"Clic", "clic"... "CLIC"...
REO WEST.
Nota: Este relato de "non Fiction" fue extraído del suplemento EL OJO del diario EL PUEBLO, publicado en la ciudad de Zárate el día jueves, 14 de enero de 2000
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