Las bandas
narcopoliciales vienen multiplicando los crímenes de pibas y pibes. Quienes, a
su vez, consumidores y consumidos, se han ido transformando en protagonistas de
un negocio que sigue manteniendo en la impunidad a los delincuentes de guante
blanco. El sacerdote Fabián Belay plantea que hay en Rosario una crisis
humanitaria.
Por Carlos del Frade
(APe).- En 1969, cuando Rosario era el corazón del
segundo cordón industrial más importante de América del Sur después del de San
Pablo, el primer “Rosariazo” contra la dictadura de Onganía, de mercenarios y
monopolios, como bien tituló el notable periodista de investigación Rogelio
García Lupo, tuvo como ingrediente una fenomenal movilización de casi cien mil
personas que rechazaron el asesinato de un pibe de quince años producido por
los siempre presentes nichos de policías cómplices y homicidas de gente de
pueblo. Rosario declaraba, en aquel mayo de 1969, que no admitía que se mataran
pibes.
Desde 2013 en adelante, las bandas narcopoliciales
que se pelean por el dinero que emerge de los territorios estragados por el
sistema, comenzaron a multiplicar crímenes de pibas y pibes menores de veinte
años. A pesar de semejante incremento de sangre joven vertida en las calles de
la ex ciudad obrera, nunca hubo semejante cantidad de pueblo en las calles para
reafirmar aquel mandato fundante: con los pibes no.
Ahora, cuando hay un paréntesis de reducción de
muertes, aparecen los relatos que la droga que circula y convierte a las chicas
y los chicos en consumidores consumidos aumenta sin mayores barreras.
Alta circulación de sustancias psicoactivas que se
comen la vida de las pibas y los pibes, mientras los discursos oficiales hacen
hincapié en la disminución de asesinatos.
Un cristiano de verdad, Fabián Belay, a
cargo de lo que se denomina Pastoral de la Drogadependencia, habló de lo que
está pasando en las vísceras de la sociedad rosarina.
Dice que hay una tercera generación de adictos y
que no hay programas para abrazar a las chicas y los chicos que tienen entre
los doce y los diecisiete años.
Apunta que las nuevas sustancias, “con lo que están
fumando los pibes hoy, los índices de discapacidad se van a disparar, por las
patologías crónicas. Las áreas de Niñez van a virar a ser instituciones de
salud mental”, dijo Belay.
-Rosario ya tiene una crisis humanitaria…Tenés
niños en consumo con problemas de enfermedades infectocontagiosas. En los
centros de salud, falta personal porque están renunciando por la cuestión
salarial y por la violencia. Un médico en un centro de salud tiene que atender
al hijo de una persona que está vinculada al delito. Lo mismo le pasa al
docente. A su vez, se han debilitado los programas que generan
acompañamiento comunitario…Entonces, tenemos una red comunitaria débil, con una
sociedad que se ha retrotraído en el compromiso ciudadano. Ojo, porque vamos
hacia un lugar que es agravar lo que está pasando. No estamos frenando la
crisis que llevó a Rosario a los fenómenos de violencia. La crisis sigue ahí
abajo, profundizándose…Rosario no cuenta con propuestas masivas para
adolescentes vulnerables…Lo único que tenés hoy es una escuela secundaria
que ya no está siendo contenedora. A nivel nacional, el 50% de los
adolescentes no está en la secundaria. Y solo el 13%, la termina con los contenidos
básicos en tiempo y en forma. Un 87% que no tiene esas condiciones…Si esta
tercera generación en situación de consumo no tiene familia, tenés que armar
comunidades que sean contenedoras, que sean familia…El Estado está pagando las
consecuencias porque hoy tenés incendiada el área de Niñez y no tenés cómo
la sociedad puede acompañar eso. Porque vos necesitás al sector privado, el
tercer sector y el tercer sector necesita al Estado…Una persona cuando ingresa
acá ya tiene 20 o 30 años de sustancia encima. El promedio de edad con nosotros
es de 39 años. De 450 personas, el 80% empezó a consumir entre los 11 y los 17.
Estamos viendo ese fenómeno masivo en los barrios. Hay chicos de 9 o 10
años que ya son adictos, no que se están iniciando como era antes…Necesitamos
una inversión fuerte, un presupuesto equivalente a cien escuelas aplicado
a este tema. Suena a mucho pero no lo es. Pensemos todo lo que activamos cuando
fue la pandemia de coronavirus. Bueno, ésta es una pandemia de 20 años que
nos está llevando puestos. No es apocalíptico, es realista – terminó diciendo
Belay.
En la geografía rosarina, huérfana definitiva del
desarrollo obrero, industrial, portuario y ferroviario que la caracterizaba en
los años sesenta, las pibas y los pibes, consumidores consumidos, son
protagonistas del negocio impune de mafias de guante blanco.
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