Revolución es hacer cada día de nuestro pequeño espacio, un lugar digno de habitar
"La Maldita Máquina de Matar" Pinchevsky/ Medina

domingo, octubre 05, 2025

Cinismo vampírico





El cinismo es la forma del ocultamiento ideológico. O la forma más notable de mentir con el ropaje de la verdad. La Libertad Avanza es ese cinismo vampírico que nos desangra para alimentar intereses personales.

Milei, cabeza de La Libertad Avanza, sigue en su ensoñación verbal del odio a la “casta” y al Estado mientras envía saluditos al “presi” en busca de soporte técnico de cara a las elecciones legislativas. El calabrés, al que en el universo periodístico daban por muerto, calibra sus barajas de bridge, aunque el PRO se parezca a las rutas nacionales que el gobierno abandonó.

Es que antes que Milei estuvo Cambiemos, es decir, Macri. Y la noche de Acasusso reverbera en el presidente, a pesar de que Trump es su nuevo objeto de apego. Donald Trump y Mauricio Macri se conocen desde que eran jóvenes empresarios. Mauricio lo conoció cuando Franco, su padre, lo puso frente a una prueba de fuego: asociarse a The Trump Organization para “construir un edificio de 150 pisos en Nueva York, en una propiedad que Franco Macri había comprado en el lado oeste de Manhattan”. El negocio fracasó, pero las relaciones quedan. Trump le dijo al diario La Nación en 2012 que Mauricio “es un buen tipo”. Pero Macri es aquel, un poco más grande, que anhelaba hacer lo mismo que Milei, aunque más rápido ya no se pueda. El corrimiento hacia los extremos – incluyendo al lenguaje – es tal que la moderación viste al demonio de santo.

La propuesta es la de una sociedad sin deuda histórica. Nadie le debe nada a nadie es la divisa, porque la construcción del proyecto de vida es individual y se forja con el esfuerzo personal, ese que repite la catilinaria devaluada del “a mí no me regalaron nada, todo lo hice solo y trabajando”. Con suerte, de la bici a la moto, y si te enfermás, el verdadero jefe te abandona en un hospital público. No es un juicio moral, es una realidad política y social que no se puede negar, y sobre la cual se debe trabajar.

Es sabido, aun por los topos, que el Estado es el que ofrece el marco regulatorio de posibilidades para el desarrollo individual y colectivo, pero la aparatología técnico comunicacional de las derechas trastoca ese valor positivo en plena negatividad. Hegel y Spinoza lo advirtieron. El clima de época al que se refieren periodistas y politólogos es el de los sujetos que combaten con pasión por su servidumbre. Ese es el verdadero cambio: El mal revestido de pasión calculada y sometida a segmentación de perfiles.

Para Aristóteles, el mal es una categoría filosófica que expresa ausencia del bien. Las buenas acciones conducirían al bien común. Pero se sabe: con las buenas intenciones no se levanta una casa. La ultraderecha libertariana, con su oscuro ropaje de pasión alegre, nos arrojó al dominio de la filosofía del nuevo amo. El esclavo liberado pidiendo a gritos su cóctel de ansiolíticos para no enfrentar la responsabilidad ética que implica ejercer esa libertad. Es mejor ingerir la píldora que el conglomerado comunicacional concentrado ofrece, y que nos acerca en mansedumbre al administrador de nuestras libertades, que es el mismo que regula nuestros deseos, y que en el capitalismo se satisfacen con el consumo de todo tipo de mercancías de uso y cambio. Quienes puedan, un atuendo en el que el logo no es precisamente el conocimiento de cómo el ropaje no nos viste, sino de cómo nos consume. En los que menos posibilidades recibieron, la ilusión de un porvenir mejor, es decir, el consumo de una esperanza a treinta años, el espejismo de agua en un desierto que se ha elegido. Ahí la frase del amigo de Fred Machado, el mismo que huyó en moto de los orcos lomenses: El peronismo–kirchnerismo quiere ganar las elecciones para que el Estado vuelva a adueñarse de la población a través de planes sociales.

En el cambio de la matriz cultural que La Libertad Avanza operó, el otro sólo es concebido como un competidor aceptable en tanto emprendedor gregario. El self made-men es una vanidad del capitalismo del siglo pasado. En la etapa del topo, se mira con recelo al trabajador silvestre, precarizado, cuando no con odio al organizado en gremios o en economías populares. Ya ni ley de mercado, ley de la selva. El mismo que envidia el progreso de su vecino hasta desearle la desgracia del fracaso en el camino hacia su hechura como hombre emprendedor, el propietario de su destino que como tal no ve en el robo de ladrillos un hurto, sino una condición de su existencia como propietario. Arlt se anticipó en casi un siglo, en esto y en aquello de los nuevos magos del Kremlin. En Mieli hay algo del Astrólogo de “Los siete locos”.

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