Revolución es hacer cada día de nuestro pequeño espacio, un lugar digno de habitar
"La Maldita Máquina de Matar" Pinchevsky/ Medina

jueves, octubre 13, 2011

ESENCIA DE BLUES





Blues Negro



poemas recogidos del libro colectivo "Blues negro" publicado por Letras de papel (2010)


I. El camino


Escuchar a Robert Johnson
es recorrer los caminos más viejos del mundo,
si cariño, él puede llevarte tan lejos como tú quieras
lejos, muy lejos;
a plantaciones de algodón
a África, al Missisipi
a vías de tren abandonadas,
a cabañas donde llora un niño
a solitarios cruces de caminos
a buhardillas donde compartir un trago
a abrazos de amantes que nunca podrás olvidar.
El olor de la tierra, el humo del tabaco
el sabor de las lágrimas, la humedad pegajosa de la derrota,
el sudor de siglos de lucha,
ahí están, flotando, esperándote.
Oye el crecer de la hierba, la llegada de la noche,
las voces traídas por el viento, las caricias de manos encallecidas.
Su blues se mece al ritmo de la cadencia del sexo
de las risas, de la lluvia
del fluir de la sangre por las venas.
Ahí esta la tristeza, la alegría, la vida, la muerte,
el barro, el polvo, la brisa refrescante de una noche de verano.
Si cariño, Robert Johnson engañó a Dios y al Diablo
y te lo esta susurrando para que no te sientas sola en el camino.


II. La vuelta al mundo de B.B. King


Como mozo de arado
a ocho kilómetros por hora
trabajando doce horas al día
que son casi cien kilómetros al día
seis días a la semana
durante dieciséis años
creo que prácticamente di la vuelta al mundo a pie
siguiendo a una mula.


III. El diario secreto de Skip James


“Prefería ser el Diablo a ser el hombre de esa mujer”
con esa voz antigua
que viene de muy, muy lejos,
mecida por siglos de esclavitud, abandono, enfermedades,
susurrada
sin ningún rencor
puede dejarte totalmente desarmado
para defenderte de la vida.


IV. La risa Hound Dog Taylor


Aquella temporada en el infierno
cuando sentía que las fuerzas me abandonaban
cuando creía que ya no podría soportarlo más
enchufaba a Hound Dog Taylor.
Los dos compartíamos más de un fracaso,
la falta de oportunidades
y la casi seguridad que no existía el paraíso.
Entonces porque preocuparse.
Agarraba la guitarra
subía el volumen
y gritaba, saltaba, bailaba, sonreía frente al espejo,
incluso me reía
del jazz, de Hendrix, de la tristeza, de la escasez.
Era un tiro,
a bocajarro,
de energía, alegría y rock and roll,
una descarga salvaje de optimismo, pasión y sensación de libertad.
No te daba un respiro.
Sin enfrentamientos, sin forzar, sin artificios
se sacaba de la chistera
una carta para darte ánimos,
una botella de whisky para compartir,
o una noche estrellada para bailar,
y no te pedía nada a cambio.

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