MIÉRCOLES 7 DE DICIEMBRE DE 2011
—¡Si al menos fuese atractiva! —escupió con un dengue de furia.
—¿Por qué dices eso si no la has tratado?… —apenas si pude balbucir.
—¡Ni falta que me hace después de lo que nos está haciendo!
Ante su mirada iracunda no pude sino callarme y asentir; era lo más sensato.
En efecto, acababa de irrumpir lo más pernicioso y destructor para la vida de una pareja: el tercero en discordia. Y en este caso y para mi más absoluto bochorno, se trataba de una tercera.
¿Que cómo sucedió? Pues, supongo que como en casi todos los casos semejantes. Es decir, al principio, su sombra fue interponiéndose entre nosotros de forma imperceptible; a veces, por medio una malsana insinuación de ella en mitad de la comida; a veces, como una pregunta suspicaz que no atiné a responder a tiempo y, a veces, por una mirada mía evasiva. En fin, no sabría decirles con precisión, pero resultó que, luego, ya no su sombra sino incluso su nombre se habían corporeizando hasta instalarse en nuestra cama, y con ellos, el frío de la distancia y los largos insomnios de desasosiego, y de mucho ir a la cocina, simplemente, para sentarme a solas en la banqueta mirando el vaso de agua y escuchando el tenso e inapelable caer de los segundos en el reloj de la madrugada.
Y de nada me valieron los consejos de paciencia y de “tirar balones fuera” del bueno de Octavio, ni siquiera los más audaces y astutos de mi querido Antoñito González Vigil sobre que, en estos asuntos, lo mejor y más airoso es ponerle ironía y frivolidad a la disputa; ya digo, de nada me valieron, porque ella seguía furibundamente empecina en la otra, y el colmo sucedió ayer cuando la vio aparecer en un noticiario en compañía de Monsieur Sarkozy:
—¡Pero qué se habrá creído la tía esta!
—Mujer —exclamé casi escandalizado.
—¡Ni mujer, ni leches! Tiene a media Europa asfixiada y cómo siga exigiendo no sé adónde vamos a ir a parar ni Europa ni nosotros.
Y ante esto y ante su mayor conocimiento de la Economía no me quedó más remedio que asentir derrotado. Porque parece cierto que si Frau Merkel sigue apretando las cinchas financieras, no sólo va a terminar dejando en la más desastrada intemperie a varios estados del Continente, sino llevándose por delante la bendita placidez de muchos hogares como el mío. No les digo más que estoy pensando en buscar trabajo.
x Gastón Segura de "los cuadernos de un amante ocioso", desde España-
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