Revolución es hacer cada día de nuestro pequeño espacio, un lugar digno de habitar
"La Maldita Máquina de Matar" Pinchevsky/ Medina

jueves, diciembre 22, 2011

Sólo aptas para mujeres





No hay duda, las Navidades son fiestas sólo aptas para la fortaleza femenina. Lo acabo de comprobar tras una semana con los horarios destrozados y la cabeza fuera del sitio; y ella, en cambio, ahí la tienen, tan pichi. Porque no ha sido ni una, ni dos, sino tres las tardes que me he pasado de abnegado chófer, llevándola de tienda en tienda, por si había —como resultó luego cierto— que estacionar en segunda fila, y eso descontando las mañanas, que me las he pasado yo solito despachando una lista de dos páginas, donde, amén del nombre del pariente, venía también anotado el máximo que debía de gastarme en cada quien, según su cercanía, importancia y edad. 
Y por si no fuera poco desconcertante y hasta desolador emplear las mañanas en busca de un detallito para alguien a quien apenas se ha visto una vez y de pasada, y las tardes sentado al volante mientras ella elige entre media docena de blusas o de foulardscuál le sentará mejor a su mamá o a su tía Maripí, regresa a casa, y ponte como un forzado, pero eso, sí, ingenioso, a redactarchristmas para los íntimos, y coloca a cada quién una frase cariñosa y acertada; ah, y en un hueco, pruébate las dos americanas, las tres camisas y los dos pares de pantalones que me había dejado lunes sobre la mesa del salón, para que tuviera suficiente vestuario con que salir airoso de la avalancha de compromisos que nos aguardan.
Y no crean que el tráfago se acaba con el telediario de la noche; ¡qué va! A eso de las diez y media, me toca anudarme la corbata y prepararme para agarrar de nuevo el volante. Sin ir más lejos, ayer tuve que recogerla de la cena de la empresa, y antes de ayer de la copa que dio un cliente muy importante y seguramente mañana acudiré a la sede de una firma asociada, y siempre con mi sonrisa más prudente y cordial, y con el repertorio de respuestas insípidas pero oportunas bien aprendido y tan afinado como si fuesen espontáneas. Y esto no ha sido más que el comienzo, porque a la vuelta de dos días nos esperan las cenas y el visiteo de familiares, que si en mi caso son tres y sufridos, en el suyo son las doce tribus de Israel esparcidas por todos los Altos de Chamartín. Y sin embargo, ahora mismo la estoy oyendo protestar mientras se cambia para ir al cocktail de la empresa de Sita; pero ni la escuchen: sus quejas son pura engañifa; si basta con mirarla para sentirla bullir de alegría y yo, en cambio, confuso y desbaratado tras el trágala de escaparates, marcas y nombres. 
En fin, lo dicho: que las Navidades son fiestas sólo aptas para la fortaleza femenina.

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