Revolución es hacer cada día de nuestro pequeño espacio, un lugar digno de habitar
"La Maldita Máquina de Matar" Pinchevsky/ Medina

viernes, febrero 17, 2012

Una cuestión delicada




Ya me temía yo que esto de ser presidente consorte de la comunidad de vecinos tendría que acarrearme algún quebradero de cabeza, y que todo no iba a consistir en atender a los técnicos del ascensor durante su inspección rutinaria o en enjugar las quejas de la inconsolable viuda del 5º-F porque su vecinita, en cuanto faltan sus papás, organiza unas estruendosas fiestas donde, según sospechas, se consumen sustancias psicotrópicas a porrillo. Sí, ya me maliciaba yo que tendría que cruzárseme en el camino algún asunto vidrioso de esos que no resultan fáciles ni de encarar.
Verán, ayer por la mañana me telefoneó el Administrador de la finca y me puso en antecedentes: se trataba del 4º-D que, tras dos años vacío, por fin había sido alquilado por cuatro jovencitas de una estampa y unos modales impecables para, en lugar de piso de estudiantes como pregonaron a cuantos quisieron escucharlas, convertirlo en meublé. Naturalmente, atendido por ellas mismas y, por supuesto, previa cita concertada.
—De momento, no ha habido quejas; pero… —Y aquí vino lo grave, que no era que aquellas chicas ejerciesen, por algún feo tropiezo, ese oficio tan célebre como malmirado, sino en la clientela. Ni más ni menos que se nutría de celebridades como futbolistas y algún que otro presentador de televisión, y lo más peliagudo: un grupo de señores a los que, por su posición y cargo, se les permitía descender al garaje dentro sus opacas berlinas, para que tomasen el ascensor al abrigo de cualquier mirada inconveniente. En fin, que al 4º-D acudía lo más despampanante del país.—Y algo habrá que hacer, porque imagínese que sucediera cualquier percance; ¡menudo escándalo! —Se remató sofocado el Administrador.
—De momento —le respondí titubeante—, consulte la legislación al respecto y luego ya veremos... Ah, y discreción, mucha discreción. 
Y, quizá, ateniéndome a ese precepto a ella la mantuve al margen, pero, anoche, en cuanto pisé el Café Estar, no pude sino pedir consejo a los amigos. Hubo opiniones varias, sin embargo todos coincidieron en lo “de mucha discreción” y en una exquisita distancia con las cuatro jóvenes. 
Sin embargo, esta misma mañana, no había hecho más que levantarme, cuando ha sonado el teléfono. Era Federico que había recapacitado concluyendo que, bien mirado, lo más prudente sería que informase a las chicas sobre mi conocimiento de sus actividades y, claro, ofreciéndose a acompañarme en tan delicada entrevista. A los cinco minutos, me ha llamado Octavio con la misma cantinela, y luego, Antoñito González Vigil, idemde idem, y ahora mismo está sonando el teléfono de nuevo, y es el número de Luis...

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