Los rabinos de Malvinas
País / El capítulo "Odio en los cuarteles", del libro "Los rabinos de Malvinas", reconstruye mediante testimonios de los protagonistas la discriminación que sufrían los integrantes de la comunidad judía antes de que estallara la guerra.
Por Hernán Dobry
Fuente: Newsweek
El odio antisemita de parte de oficiales y suboficiales con sus soldados durante la guerra de Malvinas es irracional e incomprensible para cualquiera que analice la situación. Sin embargo, a muchos de los que lo sufrieron no les resultó del todo sorprendente ya que habían padecido algo similar mientras realizaban la colimba en los distintos destinos del país que les había tocado.
Esto no fue una exclusividad de las clases ’62 y ’63, sino que se trataba de un comportamiento constante en el historial de las Fuerzas Armadas en las décadas anteriores a la derogación del Servicio Militar Obligatorio, en 1995. Según el catedrático argentino Daniel Lvovich, en el marco de un maltrato generalizado hacia los conscriptos, una práctica habitual eran "los atropellos contra los reclutas judíos". Esto incluía diferentes tipos de tratamientos que iban desde el insulto, en su gran mayoría, hasta el maltrato físico, pasando por la sobrecarga especial de trabajos o la realización de tareas insalubres.
"Cuando hice la instrucción en Ezeiza, tenía un suboficial que se llamaba Galeano que me castigaba más que al resto: que judío acá y allá, me tenía de punto y me hacía la vida imposible. El cabo Bogado también era antisemita", afirma Sergio Mazover, del Regimiento de Infantería Mecanizada 3 (RIMec 3), de la localidad bonaerense de La Tablada.
Juan Carlos Sztaynberg, de la Compañía de Ingenieros Mecanizada 10, de Pablo Podestá, concuerda y resalta que los suboficiales sometían a "algunos con maltrato físico. Venía la patada y atrás el ‘judío de mierda’". Algo similar vivió Sigrid Kogan en el Regimiento de Infantería 1 Patricios (RI 1). "Las diferencias empezaron a surgir en la instrucción, con el tema de péguenle en la cabeza, tóquenlo que es judío. Éramos bastante diferenciados al punto de que se fue creando una bronca con los otros soldados", resalta.
Distinta fue la experiencia que tuvo que atravesar Fernando Sued en la Compañía de Ingenieros Mecanizada 11, de Río Gallegos, provincia de Santa Cruz, quien junto a un grupo de reclutas judíos había logrado conseguir buenos puestos en el cuartel, luego de aprobar un examen. Hasta que sucedió lo inesperado. "La sorpresa fue grande cuando volvió de su viaje el mayor Agustín Rodríguez y dijo: ‘Esto es una sinagoga’ y todos fuimos relevados. Ahí, empezó el calvario para mí. Me derivaron a limpiar los baños, totalmente tapados de materia fecal", recuerda.
El odio llegaba hasta el punto de que un militar evitara que un soldado israelita, que hacía las veces de enfermero porque estaba a punto de recibirse en la carrera de Farmacia, le suministrara los medicamentos que necesitaba para curarse. "Un suboficial tuvo una angina pultácea y fui a verlo al sucucho donde dormía. El tipo, con el hilo de voz que le quedaba, me dijo: ‘Lo último que me faltaba en la vida es que un judío me venga a curar, tengo que aguantarme a este judío hijo de puta que me viene a dar los antibióticos’. Se los daba igual, pero no abría la boca", señala Alberto Rosé, de la Compañía de Ingenieros Mecanizada 11.
El odio antisemita también alcanzó el maltrato físico que incluía sesiones de "baile" extra para los conscriptos israelitas, muchas veces en terrenos llenos de piedras o a temperaturas extremas. "Éramos cinco soldados judíos y sufríamos una ‘persecuta’ de aquellas. A las dos de la mañana, nos sacaban a ‘bailar’ solo a nosotros en calzoncillos largos y remera. Era en lugares inhóspitos y nos hacían aplaudir cardos y arrastrarnos. Terminábamos con los codos y los pies sangrando", recuerda Gustavo Guinsburg, de la Jefatura de la Brigada de Infantería Mecanizada 11, de Río Gallegos.
Si bien es imposible justificar cualquier tipo de antisemitismo, por leve que fuera, se lo puede dividir en dos categorías que ayudan a comprender su origen. El primero es el ignorante, que roza más bien con el folclore de los cuarteles, los mitos y estereotipos populares, y las enseñanzas que recibían en las iglesias. Allí, se puede incluir a la mayoría de los suboficiales, que por su origen social más bajo eran más permeables a este tipo de ideas y lo demostraban a la hora de castigar a los soldados israelitas a través de insultos y maltratos. Sin embargo, esto no impedía que los oficiales pensaran algo similar. "Cuando pasaron lista, la primera vez que estaba en el regimiento, recién incorporado como soldado, me preguntaron: ‘¿De qué origen es su apellido?’ Soy judío. ‘Usted debe ser fabricante de ropa, prestar dinero y tener plata", señala Mazover.
Otra de las acusaciones tenía que ver con lo religioso e incluía la visión preconciliar de que los israelitas habían matado a Cristo. Esto hacía que oficiales y suboficiales descargaran su bronca por esa herencia "maldita" sobre los soldados. "Al volver a la compañía, un cabo me increpó y acusó a todos los judíos por la muerte de Jesús. No paraba de gritarme e insultarme. Me llevó afuera y comenzó con el famoso baile", resalta Sued.
Algo similar le ocurrió a Rosé el día previo a la baja. "Me agarró un cabo y cuando pasó revista por la cuadra, me tiró al piso la ropa, el peine y el jabón, que tenía todo acomodadito. Me dijo: ‘Levantalo’. Lo hice y me sacó a la plaza de armas, que es toda de canto rodado, y me hizo arrastrar de un lado al otro dos o tres veces mientras me gritaba: ‘Vos judío hijo de puta, de acá no te vas. Sos un judío de mierda, vos mataste a Cristo’".
El tema de la misa era otro factor que servía para justificar las agresiones ya que los soldados israelitas no concurrían por lo que, muchas veces, se los sometía a humillaciones tan solo por no ser católicos. La situación más inaudita fue la que vivió Pablo Fischfich, de la Segunda Brigada Aérea, de la ciudad de Paraná, provincia de Entre Ríos, quien fue invitado a participar de la ceremonia y, al concurrir, lo echaron por ser judío. "El capellán me dijo: ‘Es un honor si te podemos tener en un servicio religioso. A mí me gustaría mucho. Sos un invitado de honor y podés asistir todas las veces que quieras porque estás solito, no hay nadie de tu religión que pueda estar con vos’ —resalta—. Cuando asistí por primera vez a su capilla, empezaron todas las broncas, los odios. Me increparon: ‘¿Cómo puede ser que este judío esté acá? Esta es nuestra iglesia y él no tiene nada que hacer acá con nosotros’".
Otro maltrato que sufrían vinculado con la religión tenía que ver con los permisos para que los soldados salieran de los regimientos en las altas fiestas, como Año Nuevo y el Día del Perdón. "Una vez, un sargento me dijo: ‘Judío de mierda’ y me hizo carrera march, porque había pedido para irme a casa en Rosh Hashaná o en Yom Kippur. No me quería dejar, pero me fui igual", destaca Adrián Haase, del Regimiento de Infantería Mecanizada 6, de la localidad de Mercedes, provincia de Buenos Aires. Algo similar, le ocurrió a Katz, aunque con peores consecuencias. "Me dieron un franco especial de tres días para las fiestas de Año Nuevo judío, y me trucaron un papel y me vinieron a buscar al otro día a la mañana a mi casa como desertor. Lo hicieron porque era judío y me la tenían que complicar", señala.
El segundo grupo con el que se puede enmarcar la tipología de antisemitismo que había en las Fuerzas Armadas es fruto del odio y el resentimiento y proviene de una formación cultural, y cuenta con lecturas de los clásicos como el Plan Andinia y Mi lucha, que solían circular en los sectores nacionalistas y militares más retrógrados. Esto se materializaba a través de un discurso nazi, donde les increpaban diciéndoles que los alemanes no habían cumplido con su tarea, que deberían haber hecho jabón con ellos, entre otros. "El antisemitismo era muy intenso, con amenazas de muerte, con recuerdos del nazismo donde me decían: ‘No entiendo cómo ustedes están acá, si ya los tendrían que haber matado’", destaca Marcelo Laufer, del RI 1. Oscar Felszer, del Grupo de Infantería Aerotransportada 2, de Córdoba, tuvo que padecer los agravios de sus superiores. "Cuando estábamos haciendo adiestramiento íbamos corriendo y cantaban una canción que decía: ‘Si tu madre es judía, tenés que matarla’", resalta.
Otro de los mitos que suelen pulular en el país es el Plan Andinia, que afirma que los israelitas tienen pensado conquistar la Patagonia para fundar un estado independiente. Muchos militares y grupos de extrema derecha estaban convencidos de eso. "Tenían el temor de que los judíos iban a conquistar la Patagonia, me lo decía un oficial: ‘Ustedes nos vienen a invadir’", recuerda Ricardo Gueller, de la Compañía de Comunicaciones 11, de Río Gallegos. Una fuente del Ejército concuerda. "Había cierto reparo hacia los judíos. Nos transmitían a los oficiales que tuviéramos expreso cuidado en transmitirles informaciones delicadas y sensibles a los soldados judíos.
Existía una desconfianza, entre los oficiales que provenía, en parte, de lo que decía el Plan Andinia", destaca. El nivel de ignorancia era tal que en su afán discriminatorio confundían al judío (o israelita) con el israelí y consideraban a los soldados de esa religión como extranjeros. "El sargento Fernández venía y me decía: ‘Vaya a defender su país, judío de mierda’", afirma Marcelo Eddi, del RI 1. Ariel Czemerinski, de la Compañía de Ingenieros Mecanizada 11, de Río Gallegos, vivió una situación que roza con el surrealismo. Los conscriptos cada vez que querían comunicarse con sus familias debían hacerlo desde una oficina del cuartel frente a los suboficiales. Por eso, para tener un poco de privacidad, decidió hablar en hebreo con su padre. "Nos llamaron a la formación y los judíos tuvimos que dar un paso atrás. Nos acusaron de ser espías sionistas", concluye. Luego de eso, todos ellos perdieron los puestos en los que estaban y fueron obligados a hacer los trabajos que nadie quería realizar, como castigo.
Aclaración: Vale aclarar que cuando el autor de la nota, Hernán Dobry, se refiere a soldados, conscriptos o colimbas israelitas, en verdad quiere decir soldados argentinos de ascendencia judía, pertenecientes a la comunidad judía o, en su defecto, judío-argentinos; ya que el servicio militar de entonces se nutría de jóvenes nativos o por adopción. Hablar de soldados israelitas es faltar a la verdad, por error de apreciación o por ignorancia. A menos, se sobreentiende, que soldados de esa nacionalidad hayan participado del conflicto del Atlántico Sur.
Informativamente Roque Paz.
Aclaración: Vale aclarar que cuando el autor de la nota, Hernán Dobry, se refiere a soldados, conscriptos o colimbas israelitas, en verdad quiere decir soldados argentinos de ascendencia judía, pertenecientes a la comunidad judía o, en su defecto, judío-argentinos; ya que el servicio militar de entonces se nutría de jóvenes nativos o por adopción. Hablar de soldados israelitas es faltar a la verdad, por error de apreciación o por ignorancia. A menos, se sobreentiende, que soldados de esa nacionalidad hayan participado del conflicto del Atlántico Sur.
Informativamente Roque Paz.
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