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"La Maldita Máquina de Matar" Pinchevsky/ Medina

viernes, noviembre 23, 2012

Armas secretas


Una mujer condujo al comando SEAL de EE. UU. al lugar preciso donde se guarecía Bin Laden. Y hay muchas más que trabajan como "buscadoras de objetivos" para la CIA. ¿Qué tienen ellas que no tienen los hombres?





Por Eli Lake
Newsweek 



Sin ella, quizás Osama Bin Laden todavía estaría vivo. Según nueva revelaciones, el éxito de la operación del comando SEAL de la Marina de EE. UU. que mató al líder de Al Qaeda, en mayo de 2011, dependió en gran medida de una analista apodada "Jen". Jen —quien había rastreado la ubicación de Bin Laden por años— les aseguró a los SEAL que no tenía dudas de que residía en un complejo amurallado a menos de 804 metros de la academia militar pakistaní en Abbottabad. Antes de la incursión, ella informó a los SEAL sobre qué debían esperar encontrar en Abbottabad, hasta detalles como para qué lado se abría una de las puertas del complejo.



Jen es un nuevo tipo de oficial de la CIA. En sus primeros años, la agencia mantuvo a las mujeres alejadas de las duras tareas de espionaje. A menudo, las empleadas eran relegadas a la sección de estenografía o debían realizar análisis de mediano nivel.



Ya no. Jen es una "buscadora de objetivos", una analista que examina con cuidado grabaciones con cámaras ocultas y revisa teléfonos "pinchados" para hallar la ubicación exacta de terroristas y traficantes de drogas o armas. Desde el 11 de septiembre, la CIA perfeccionó discretamente el arte y la ciencia de la persecución moderna. Los buscadores de objetivos casi siempre se enfocan en una persona o un grupo. Trabajan en las mismas unidades que los oficiales de caso (agentes al mando) y los equipos de fuerzas especiales que actúan según sus análisis. Y en años recientes, según Jose Rodriguez, un exsubdirector de operaciones de la CIA, la mayoría han sido mujeres.



De hecho, la primera unidad de la CIA dedicada a rastrear a Al Qaeda, conocida como Estación Alec, contrató casi exclusivamente analistas femeninas en la década del ‘90. Mike Scheuer, el primer jefe de la Estación Alec, dice que cuando dejó su puesto en 1999, su equipo de 14 buscadores de objetivos estaba integrado sólo por mujeres. Ellas propiciaron las primeras capturas de altos líderes de Al Qaeda después del 11 de septiembre. De haber podido colocar un letrero en la puerta que dijese: "No se aceptan hombres", dice que lo hubiera hecho.



Una de las buscadoras de objetivos más famosas en la historia reciente es Jennifer Matthews, quien encabezó un equipo de la CIA que rastreó a un alto dirigente de Al Qaeda conocido como Abu Zubaydah hasta un refugio en Faisalabad, Pakistán, según el libro The Triple Agent, de Joby Warrick. En el libro, Warrick grafica algunas decisiones difíciles para equilibrar la labor de espionaje y la familia. Mientras servía en la estación de la CIA en Jost, Afganistán, Matthews pasó la navidad de 2009 con sus hijos en Fredericksburg, Virginia, a través de una videoconferencia por Skype. Después de que sus hijos abrieron sus regalos, su hijo menor preguntó: "Mamá, ¿podés mostrarnos tu arma?", según cuenta Warrick. Ella le mostró su pistola y su rifle. Luego se fue al comedor de la base para una comida navideña con sus compañeros oficiales. Cinco días después, Matthews murió cuando un médico jordano, a quien consideraba espía de la CIA, se hizo estallar en una reunión con ella en la estación de Jost. "Estaba entre las mejores", lamenta Rodriguez.



Como Matthews, Gina Bennett —una alta analista de la CIA que dio una de las primeras advertencias sobre Al Qaeda en 1993— a veces tuvo que participar en celebraciones familiares desde una locación remota. "Pero no pienso que las mujeres, más que los hombres, tengan que elegir entre su familia y una carrera en la CIA", dice Bennett, madre de cinco. "Mi marido y mis hijos entienden que son compañeros en lo que hago, y están orgullosos de mí. No podría hacer lo que hago sin eso".



A principios de 2009, Barack Obama le pidió a Bruce Riedel, un oficial de la CIA y experto en contraterrorismo, que efectuase una revisión de la guerra en Afganistán para la administración entrante. Una de las primeras cosas que hizo fue viajar a las oficinas centrales de la CIA en Langley, Virginia, para saber más sobre el programa de sondas de la agencia, el cual Obama planeaba reforzar significativamente. Riedel recibió un informe "sumamente detallado", recuerda él. Pero lo que realmente lo sorprendió era la cantidad de mujeres que ayudaban a operar el programa encubierto. Una mujer fue su principal informadora, pero ese día también hubo una cantidad significativa de buscadoras de objetivos mediante sondas.



Poco antes de que la Casa Blanca anunciase una nueva estrategia para Afganistán y Pakistán, Barack Obama le pidió al oficial de la CIA y experto en contraterrorismo, Bruce Riedel, que fuese con su equipo a verlo en la Oficina Oval. Riedel concurrió con un especialista en Afganistán del Departamento de Estado y una analista de la CIA a quien Riedel presentó como "la mejor experta en Pakistán que haya visto". Obama miró a la oficial de la CIA, quien calzaba zapatos de taco, y se regocijó: "Usted no se ve como una experta en Pakistán".



Mary Margaret Graham, una de las primeras mujeres en tener un alto puesto dirigente en el servicio clandestino de la CIA, dice que la carrera de buscadora de objetivos les da a las mujeres la oportunidad de hacer una importante labor de contraterrorismo. Valerie Plame, la oficial de la CIA cuya identidad fue revelada en 2003 por funcionarios de la administración de Bush, en medio del embrollo por las armas de destrucción masiva en Irak, dice que ser una buscadora de objetivos les permite a las mujeres de la CIA estar más cerca del excitante mundo de las operaciones sin sacrificar la vida familiar. "Por lo general, el trabajo es más confiable en términos de horario", explica.



¿Por qué hay más buscadoras que buscadores de objetivos? Para Graham, "las mujeres tienden a prestar más atención a los detalles, lo que se necesita en este trabajo". Scheuer coincide: "Son muy buenas para trazar conexiones entre ciudades y personas y números telefónicos y tarjetas de crédito y pasaportes". Bennett bromea respecto al éxito de sus operaciones: "Una mujer tenaz siempre atrapa a su hombre".



La CIA no siempre tuvo una perspectiva neutral en cuanto al género en la labor de inteligencia. Virginia Hall, la única civil en ganar una medalla por servicio distinguido en la Segunda Guerra Mundial, sirvió en la agencia que precedió al organismo. Encubierta como periodista, descendió en paracaídas y se coló a la Francia ocupada por los nazis para ayudar a entrenar tres batallones de la resistencia, una proeza aun más impresionante si consideramos que Hall tenía una pata de palo. Pero cuando Hall se unió a la CIA después de la guerra, fue relegada al escritorio como analista y muy lejos de las proezas del espionaje. "En tiempos de paz, nuestra sociedad sintió que podía darse el lujo de desperdiciar los talentos de las mujeres y dejar a las Virginia Hall de este mundo en las profundidades del archivero", protestó en un discurso de 1996 Nora Slatkin, exdirectora ejecutiva de la CIA.



Jeanne Vertefeuille, una atrapadora de espías que trabaja en la CIA desde 1954, dice que la agencia no era un lugar equitativo con las mujeres en sus primeros años. Los hombres, dice, "contrataban mujeres principalmente para labores de secretaria, incluso si eran graduadas en derecho". En la década del ‘70, las mujeres empezaron a ser reclutadas como espías, pero las cosas tardaron en cambiar. Graham, quien fue contratada por la CIA en 1979 tras obtener una maestría en estudios rusos y trabajar como niñera para la embajada de EE. UU. en Moscú, dice que cuando se unió al servicio clandestino sólo había cinco mujeres en su clase. "Tres años después, sólo quedábamos dos. Ellas se fueron por razones muy válidas; se casaron y decidieron tener familias". Los altos puestos operativos todavía estaban fuera del alcance de las mujeres.



Sin lugar a dudas, había ventajas en esos primeros años para las mujeres que se volvían espías. "Nadie sospechó jamás que una mujer fuese oficial de caso", recuerda una oficial de la CIA ya jubilada. Pero persistía la vieja atmósfera de un club exclusivo para hombres. Poco después de que Plame comenzó su primera misión como oficial de operaciones encubiertas, el jefe de estación pidió verla, según ella le contó a Newsweek. Cuando Plame entró a su oficina, el jefe tenía los pies sobre el escritorio y mascaba un habano. La miró y luego le preguntó a Plame que se diera la vuelta. Ella acató. "Servirás", dijo, con una sonrisa.



Para 1986, algunas mujeres en la CIA empezaron a contraatacar. Ese año, un grupo de mujeres presentó una demanda colectiva alegando una discriminación sistemática en el servicio clandestino. En 1995, la agencia resolvió la demanda y aceptó que la corte monitorease por cuatro años sus prácticas laborales. También aceptó rembolsar US$ 940.000 a las mujeres agraviadas. "Pero espero que nunca más tengamos que recurrir a ello, porque una solución ordenada por la Corte no es la manera ideal de hacer un cambio", dice Graham.



Hoy, casi dos décadas después, las mujeres cuentan con un 40 por ciento de los altos puestos dirigentes de la CIA. V. Sue Bromley ha sido la tercera al mando en la CIA desde 2011. Y fue precedida en ese puesto por Stephanie O’Sullivan. Más abajo en la cadena de mando, las analistas como "Jen" hacen la labor detectivesca que ayudó a diezmar a Al Qaeda.



Después de la incursión que mató a Osama bin Laden, los SEAL volaron a un hangar de EE. UU. en Jalalabad, Afganistán. Jen esperó junto con otros mientras los soldados entregaban al líder terrorista en una bolsa para cadáveres. Según el nuevo libro de Mark Owen —seudónimo de uno de los SEAL que le dispararon a Bin Laden—, Jen se mantuvo en el perímetro de un pequeño círculo de funcionarios estadounidenses observando el cadáver.



Después, escribe Owen, la descubrió en un avión de carga C-130 con dirección a Kabul, acurrucada en posición fetal. Estaba llorando de felicidad.



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