El término despectivo con que nos tildan aquellos que, por haber nacido
en países auto denominados del primer mundo, por haber adquirido un status
social, digamos más bien “desarrollado”, según el modelo consumista neoliberal
que dictamina quienes sí y quienes no, ya sea por el color de su piel, creencia
religiosa o lo que fuere; no me hace mella. Por el contrario, me fortalece, me
cuantifica en el otro, me libera de la farsa y del sometimiento mercantilista
que todo lo envilece. Para todos aquellos que se la pasan oliéndole el trasero a
reyes, príncipes, magnates, artistas y deportistas, iluminados pensadores. Para
aquellos que viven de las migajas o de la palmada despectiva de los poderosos.
A todos ellos les digo que el modelo de bienestar que los países del primer
mundo han alcanzado es una farsa, No hubo, no hay, ni habrá crisis económicas.
Pobre de los ilusos que se dejan arrastrar a las profundidades sin siquiera
cuestionarse quienes son los operadores que digitan los tiempos de las crisis y
qué intereses defienden. Han pasado muchos siglos ya. Es tiempo de abrir los
ojos, hermanarse con el otro, y pararse de manos. ¿Cuánto tiempo más debemos esperar
para que los de arriba se dignen a mirarnos con buenos ojos? Se derrumban los
países pero las siderales sumas que se mueven alrededor del fútbol, las ligas
americanas de béisbol, básquet, Hollywood, la tv, etc., van a contrapelo del padecimiento
del hombre común; apañados por los políticos, los jueces, la iglesia y las
fuerzas represivas. Que alguien me diga, pues, si conoce a algún personaje
encumbrado que haya sucumbido por culpa de una crisis. Que se haya deprendido
de todas sus posesiones y salido a changuear de cualquier cosa…Ahí radica la
mentira, el tándem del mal (dinero, poder, impunidad), pero lo triste es
admitirlo, nos cuesta reconocer que somos nosotros, los de abajo, quienes
garpamos con nuestro esfuerzo sus vicios, sus estéticas, sus viajes, sus
fastuosas residencias y lujos, sus chongos y putas y es ahí en donde mi corazón
sudaca late con más fuerza y se rebela. Y hace una marca imaginaria y les
enrostra: “hasta aquí llegaron malcogidos” “Ni un paso atrás”. “De mis bolsillos
no volverán a esquilmar una puta moneda más”…
Soy sudaca y qué, señores. Soy nacional y popular. No mendigo, exijo.
Tengo identidad y conciencia social. Tengo muy bien identificado al enemigo y
que no me vengan con espejitos de colores. Bulle mi sangre morena y bailo al ritmo
de los tambores. Me cago en todos los poderosos de la tierra. Pobres los ciegos
de espíritu que aún esperan que les caiga algo del cielo mientras que los malos
siguen aniquilando países, culturas, etnias y todo aquello que aborrecen. Soy
sudaca, hermanos. Me estoy yendo a plantar bandera en Puerto Iguazú para
defender con mi sangre el acuífero guaraní. Es para eso que sirven las crisis
monetarias para correr las fronteras y apoderarse de los recursos. Quienes aún
conservamos viejos sueños de libertad tenemos la obligación de hacérselos saber como en aquel 17 de octubre histórico. He dicho.
ROQUE PAZ.
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