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"La Maldita Máquina de Matar" Pinchevsky/ Medina

domingo, mayo 04, 2014

Mapuches en el éter.


 Entre los cerros bermejos de Colipilli

Por  Raúl Argemí. Desde Neuquén
Miradas al Sur estuvo en Colipilli, Neuquén, para la inauguración de una radio mapuche, con ritual incluido.
El toque rítmico del cultrún no podía faltar en la inauguración de una radio mapuche, la quinta en la provincia del Neuquén. Una radio que desde su nombre, Peuman Weche (Sueño Joven), es un paso hacia la concreción de muchas aspiraciones concentradas en una, romper el aislamiento, la falta de comunicación, ingredientes infaltables en la precordillera neuquina.
El escenario es Colipilli, un paraje estirado muchos kilómetros entre cerros, que debe su nombre, como la mayoría de los toponímicos mapuches, a sus características visibles, su color. Koli Pilli: paraje bermejo. En esa localidad se asienta la comunidad Huayquillan, conformada por unos seiscientos integrantes, en su mayoría “crianceros” dedicados al pastoreo de majadas de chivos.
En Colipilli, a 60 kilómetros al sur de Chos Malal (Corral Amarillo) y algo más de 350 de la ciudad de Neuquén, con un clima riguroso, la comunidad sólo cuenta con un teléfono semipúblico en el puesto sanitario que, cuando el invierno se hace sentir, puede funcionar o no. Situación que se suma a que la disponibilidad médica se limita a un par de enfermeros y que para requerir ayuda en otro nivel deben dirigirse a El Huecú, distante 30 kilómetros.
La respuesta a la incomunicación podía ser, al menos en términos teóricos y de aspiración, una antena satelital para habilitar uno o más teléfonos celulares. Pero, por ahora, lo posible se concretó este año en la FM Peuman Weche, que comenzó su salida al aire el 15 de enero y el miércoles pasado tuvo su inauguración oficial, con rogativa incluida.
Voz ancestral. En primera fila, de cara a los pobladores que habían llegado desde todas partes, están las banderas. La del pueblo mapuche, la neuquina y la celeste y blanca nacional, portadas por niños con guardapolvo blanco. Unos pasos más atrás, sola con el cultrún, y envuelta en coloridos tejidos, una mujer curtida por el viento, el frío y el sol de la precordillera, llevaba la voz principal en una oración coreada. Apostrofada, unos pasos por detrás, por una fila de mujeres y otra de hombres –ponchos en colores predominantemente oscuros, marrones, sombreros o boinas– los “lonco”, los “cabeza” de la comunidad.
Resulta difícil describir lo que puede sentir el espectador ajeno, el cronista, cuando se conjuntan ese paisaje de la Argentina profunda y la persistencia auténtica en los ritos ancestrales de un pueblo para inaugurar algo aparentemente tan prosaico como una radio de frecuencia modulada.
Para entender el fervor puesto en ese acto cabe recordar una práctica común a muchas radios de la Patagonia. Los pobladores de los puestos de estancia o los crianceros de ovejas o chivos pocas veces o ninguna tienen posibilidades de tener algo parecido a un teléfono, y menos cuando, en muchos casos, por no tener, no tienen ni luz eléctrica. Lo que sí tienen, porque al fin es su cordón umbilical con la civilización, son pilas para la radio. Y así, cuando alguien vuelve de la ciudad más cercana, casi siempre “haciendo dedo” hasta hacer pie en algún desolado punto del camino, se hace necesario que lo vayan a buscar con caballos para recorrer los muchos kilómetros que aún le faltan. Las radios cumplen el servicio de pasar los mensajes, a cierta hora de la tarde, avisando, por ejemplo, “para doña Dolores, del puesto X, que el Julián va para allá mañana con los remedios, que lo vayan a buscar”.
La comunicación, romper el aislamiento, en estas duras regiones puede ser la diferencia entre la vida y la muerte. Por eso la seriedad, la solemnidad con que la comunidad Huayquillan, acompañada por integrantes de otras comunidades cercanas, en términos patagónicos, celebró ritualmente el nacimiento formal de su radio Sueño Joven.
Cuando las mujeres asperjaron la tierra, la “mapu”, con muday (una bebida parecida a la chicha) y un puñado de yuyo, tanto para agradecer lo recibido como para pedir que el día de mañana hubiera pastos y agua para alimentar las majadas, transferían, como en una metáfora, la bendición a ese nuevo hijo de la comunidad, la radio. Luego la celebración tomó un formato más común a cualquier otra parte: el Himno Nacional, en una versión notable por lo poco marcial, y el de Neuquén, decididamente no marcial, como lo quería su autor Marcelo Berbel; y los discursos, ocasión que aprovechó Pedro Huayquillan, lonco de la comunidad, para agradecer el compromiso de los jóvenes de la comunidad que habían empujado para concretar la radio y, de paso, pedir aquello que les hace falta desde siempre: otra escuela, antena para comunicación telefónica, etc., etc. Y también la alocución de Fernando Maripil, lonco de la comunidad Mañque, de El Huecú, que señaló los tiempos de silencio y terror de la dictadura cívico militar, para recuperar en estos días de renacimiento de las comunidades originarias su compromiso con la cultura, la identidad y la democracia. La comunidad mapuche de El Huecú también tiene su radio.
Para cualquier cronista es una tentación saltearse los discursos, y a veces se cede a esa tentación, porque lo que cerró el acto, el corte de cintas de los estudios de FM Peuman Weche 89.9, y la comida popular –ineludible chivito del norte neuquino– con varios centenares de pobladores, las fotos de unos y otros con las autoridades provinciales y los representantes del Afsca, fue el viento, frío, polvoriento, que parece existir solo para los forasteros, porque los locales ni lo notan.
Radios comunitarias. Con la voz de la comunidad cubriendo 80 kilómetros a la redonda, en el gris paisaje otoñal de Colipilli quedaba inaugurada oficialmente la quinta radio mapuche de la provincia de Neuquén. Con ésa son 46 las radios comunitarias en todo el territorio argentino apadrinadas por la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual. De norte a sur se pueden contar diez radios en Salta, seis en Jujuy, cuatro en Santiago del Estero, la misma cantidad en Buenos Aires, tres en Chaco y las cinco ya mencionadas.
El proyecto madre es llevado adelante por la Autoridad Federal de Servicios de Comunicación Audiovisual (Afsca) y se basa en el entendimiento de la comunicación como un derecho humano, en el mismo nivel que la libertad de expresión. Dentro de esos lineamientos, se apuesta por una apertura que democratice los medios y amplíe el espacio hacia la pluralidad de voces. En ese sentido, el punto de partida es declaradamente contrario a las corporaciones mediáticas y los monopolios, que homogenizan el discurso público.
Resistida en su génesis, y camino hacia la aprobación y puesta en marcha, la Ley 26.522 de Servicios de Comunicación Audiovisual –sancionada en 2009 y reglamentada en 2010– se enrola en la tendencia manifestada en muchos países latinoamericanos, que choca con la concentración a la que tiende el sistema económico imperante. No obstante, cada paso en esa dirección parece fortalecer el siguiente y, en ese sentido, la Argentina ocupa un puesto de vanguardia en la democratización de la comunicación pública. La herramienta directa de este proceso de transformación es el Fondo de Fomento Concursable para Medios de Comunicación Audiovisual (Fomeca) y su programa destinado a medios comunitarios de pueblos originarios.
En el caso neuquino, la radio de Colipilli, cuando ya contaba con la licencia habilitante pero no con los medios técnicos, fue seleccionada en 2013 para recibir el apoyo monetario, con una primera entrega de 100.000 pesos, para la compra del equipo necesario para salir al aire, y una segunda etapa en la que se prevé mejorar las instalaciones y estudio de la radio.
El proyecto original, que comenzó a gestarse en 2006, fue de Miguel Castillo, por ese entonces estudiante secundario en Chos Malal y ahora locutor de la radio comunitaria, en consenso con los representantes mapuches de la comunidad.
Hasta hace poco tiempo, en el paraje Colipilli había una sola elección para escuchar emisoras de Argentina: Radio Nacional de Chos Malal. Y ninguna posibilidad de comunicarse en caso de emergencia sanitaria o de quedar aislados por las duras nevadas del invierno. Ahora, la radio, manejada por un grupo de jóvenes de entre 20 y 30 años, difunde la cultura mapuche, intercomunica a los pobladores y se convierte en una herramienta para defender sus intereses.
Golpes blandos y tercera opción
Palabras de lonco. Pedro Huayquillan apostó por tener voz propia.
Todavía hay quien discute el derecho que puedan tener los Estados soberanos a operar medios oficiales –generalmente se habla de televisión– sosteniendo que la información oficial es siempre tendenciosa, y que debe estar en manos privadas para ser democrática. Aún hay quien se suma a la discusión desde el otro polo, sosteniendo que un Estado necesita una herramienta informativa, para contraponerse a los grupos mediáticos ligados a objetivos sectoriales que pueden ser opuestos a los intereses del común. ¿Hay una tercera vía? Para verla haremos una breve digresión sobre los “golpes blandos”.
La idea es atribuida al norteamericano Gene Sharp, que la propaga desde su bunker en Boston, el Instituto Albert Einstein, organización “sin fines de lucro para promover la defensa de la libertad y la democracia y la reducción de la violencia política mediante el uso de acciones no violentas”.
Basándose en las ideas –eso dice– de Henry D. Thoreau y Mahatma Gandhi, Sharp instrumenta, en función de los nexos que mantiene con la CIA, la desobediencia civil como una herramienta militar que hace innecesarios los ejércitos golpistas del siglo XX. La novedad del método hizo que por un tiempo pasara desapercibido, pero, su accionar detrás de los “golpes blandos” de Lituania, Serbia, Ucrania/Crimea, el fracasado de 2002 en Venezuela y el retomado hace pocos meses han dejado el juego en descubierto y queda claro cuál es su eje principal: la manipulación de la información.
Entonces, como en el Juego de la Oca, se vuelve al primer párrafo: ¿el Estado tiene que conservar medios propios para contrarrestar las campañas de los grandes grupos que se alinean en un golpe blando? ¿Los medios oficiales tienen suficiente credibilidad, o despiertan sospechas? Lo último es inevitable, porque años de inclinación tendenciosa han hecho que los medios o las agencias de noticias oficiales generen suspicacias.
Con lo que todos quedan atrapados entre los cuernos de un dilema si no se toma en cuenta una nueva línea de acción: descentralizar los medios de información otorgando voz a la pluralidad social. La creación de radios –que son ideales por su bajo costo si se las compara con los diarios y revistas– que estén en manos de sectores sociales con preocupaciones propias, traslada una parte del poder a quienes, en definitiva, sufren las consecuencias directas de los golpes blandos. El Estado cede en parte el control de los canales de información facilitando el hardware, los aparatos. Del software, llamando así a las ideas, se ocupa la comunidad, que puede ejercer en forma directa su libertad y defenderse ante la manipulación informativa.
Este modelo recién comienza a desarrollarse, y es probable que preocupe a los políticos inclinados hacia el control absoluto, porque una vez en posesión de los medios técnicos, puede llegar el día en que la gente deje de ser amiga del gobierno y los use en su contra. Pero eso no detiene un proceso que equivale a una frase propia de otros tiempos: entregarle armas al pueblo. Lo cierto es que, a favor o en contra, habilitar la voz de la gente es una apuesta sin retorno por la democracia.

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