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"La Maldita Máquina de Matar" Pinchevsky/ Medina

domingo, diciembre 15, 2019

¡Grande troesma!

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Por Gabriel Rodríguez.
Nació el 2 de diciembre de 1905. Y cuando murió llovía. Es que lloraba el día.
Osvaldo Pugliese se estrenó en la vida en el barrio de Villa Crespo, donde hoy se levanta su recordatorio, con su piano, sus músicos, su orquesta típica. Pero, ¿qué era lo típico de la orquesta de Osvaldo Pugliese? No mucho si uno piensa y descubre las innovaciones que trajo al tango y la milonga, esa entronización del ritmo, de la intensidad, de los timbres, esa forma de golpear las teclas, tanto que solía bromear que él era un martillero público. La música de Pugliese hace bailar en las pistas de los clubes y las sociedades de fomento, pero respeta la instrumentación creciente. Osvaldo estudia, siempre estudió desde que dejó de estudiar a los 14 años, y le dijo al padre que no iba más al colegio. A partir de ahí lecciones de piano y laburo de imprentero. Desde ahí en adelante carrera prestigiosa en cafés, clubes, y teatros.
El tango “Recuerdo” le da la entrada al teatro Colón, claro que eso pasaría sesenta años después, y muchas notas, muchas cosas, pasadas por el río de su vida. Despúes vinieron sus himnos La yumba, Negracha, Malandraca; si hasta un tal Astor Piazzolla, cuando terminaba de tocar con un tal Anibal Troilo, se rajaba para el Moulin Rouge donde Pugliese hacia vibrar a los espectadores.
Pero, ¿qué era lo típico de la orquesta de Osvaldo Pugliese? No mucho si uno piensa en la vida política que se encarnó en el sentir y en la voluntad del pianista. Todo a partir de su labor en el fundado Sindicato de Músicos Populares, al calor del crack del 29, ante la falta de trabajo y de protección de los derechos de autores e interpretes. Osvaldo vio la guerra civil española y sintió que debía. Y pagó afiliándose al Partido Comunista Argentino. A partir de esa afiliación persecusiones; desde antes de Perón, con Perón, y después de Perón. Tuvo cana, por ahí no tanta como cierta mística partidaria asentó en el imaginario popular, pero tuvo cana, claro que estuvo a la sombra. Allí surgió lo del clavel rojo en su piano, en su asiento, ante su ausencia cuando la orquesta salía a tocar igual, para ganar el pan. Costumbre que siguió ya con él subiendo otra vez al escenario, sacando la flor, y obsequiándola a alguna mujer del público.
Osvaldo Pugliese hizo política más allá del recuerdo Jorge Vidal, uno de sus cantores: “Osvaldo Pugliese era comunista, y yo era peronista, y soy peronista. Osvaldo Pugliese nunca me dijo a mí: vamos a hacer este baile y hay que vender bonos para el partido. Jamás. Nunca me habló de política Osvaldo Pugliese”. El maestro Pugliese hizo política veraz, no de tribuna o de estrado, su orquesta llegó a ser una cooperativa, como él lo soñaba y lo llevó adelante. Donde cada músico recibía una ganancia justa, equitativa según un sistema de puntuaciones acordadas colectivamente, en base a méritos musicales y antiguedad. Tanto que su bandoneonista Rugero llegó a cobrar más que él. Nunca cobró Pugliese un plus por ser el “dueño” de la orquesta, su director, porque Osvaldo creía que era todo un trabajo colectivo: “Yo soy un tornillo en la máquina tanguera”, dijo el día que llegó al Colón. “Es una noche del pueblo, de la masa popular, amante de nuestro género, de nuestro querido género, el tango. Nosotros somos un poroto de la máquina tanguera, un tornillo de esta máquina”.

Hay que hablar de Osvaldo Pugliese haciendo política en su forma de vivir la música, cuando todavía resuenan los agravios mutuos de Solari y Beilinson. Por un billete, por una desconfianza, por otra política en su forma de vivir la música.
Osvaldo Pugliese cambió el tango. No logró cambiar algunas otras cosas dentro del mundo de la música, ni en su género ni en todos los demás, pero dejó su vida en ofrenda para quienes quieran ver algunas cosas distintas, algunos procederes distintivos de un ser solidario con sus compañeros, idealista con el mundo, comprometido consigo mismo en una búsqueda de otra forma de vivir la vida y la música. Sí, me llaman maestro. Y yo respondo: maestro ciruela, rasca viruta. Qué pretención voy a tener yo de sentirme maestro, sentirme artista, cuando yo voy caminando todos los días y veo la gente que está con la pala, y veo los otros que están en los negocios laburando, y veo al otro que está barriendo la calle. Yo me siento igual, un laburante como cualquiera.
Siguen resonando los alientos de su hinchada: “ese ese ese, la barra de Pugliese”, en la puerta de sus primeros clubes; “arena, cemento, Pugliese un monumento”, en la vereda del café El Nacional; “al Colón, al Colón”, en todos lados donde sonaba “La Yumba”. Siguen resonando las palabras del General, en aquel triunfal regreso a la Patria, cuando las circunstancias quisieron que Osvaldo Pugliese estuviera ante quienes lo recibieron bien. “Muchas gracias maestro por saber perdonar”. Y seguirán resonando las propias palabras de él, que sirven para mucho más que para decir algo sobre la música: “Nadie puede luchar contra el sentimiento del pueblo, y la soberanía nacional no solo se defiende con las armas, sino también con la cultura”.
Osvaldo Pugliese nació el 2 de diciembre de 1905. Y cuando murió llovía. Es que lloraba el día.

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