Pensé, creí, supuse que, al quedar en evidencia, el quía iba a hacer La Gran Yabrán. O sea, volarse la cabeza de un tiro. Por dignidad, por vergüenza o por lo que mierda fuera. Pero no le dieron los "huevitos". Siempre escondido, siempre rastrero, siempre tan cobarde. Y ahí sigue, como si nada.
Conocí su nombre y supe de la existencia del sorete el primer día de la Carrera de Periodismo de Investigación que cursé en la UPMPM por boca de Lucía, hija de desaparecidos y mentora de los escraches a los genocidas. Yo venía de un ostracismo de casi treinta años y me sorprendí al enterarme que podía existir un tipo de su catadura moral. Que un simple contador, podía ser el causante de tanto perjuicio y dolor a nuestro país, manipulando a piaccere a casi toda la casta política, jueces y medios sin que nadie osara a parársele de manos y escupirle verdades en la jeta.
Hoy es distinto, por primera vez, el gran público tiene la oportunidad de conocer la identidad de uno de los personajes más nefastos que parió mi Argentina y mueve los hilos en el maquiavélico mundo de los poderosos como pocos y decide quien sí y quién no que es lo mismo que decir "vos vivís y vos morís porque a mi se me canta"
A casi más de un mes de que tomara estado público
el vergonzoso episodio de Lago escondido, sigo esperando un pequeño acto de justicia. Pero es como pedirle peras al olmo. Esta rata cobarde continúa agazapado y carpeteando, extorsionando y comprando conciencias de quien se le antoje. Solo cabe esperar que el diablo se decida y se lo lleve de una buena vez aunque, mucho me temo, la serpiente incubó algunos huevos, como ser el del sobrino que ofició de anfitrión al grupo mafioso en el lago afanado y parece ser (vade retro satanás), que es tanto o peor que el HDP de su tío, apadrinado, eso sí, por la corona británica.
Hector Magnetto, LPMQTP💩
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