Nunca la
ira de dios se dirigió a los que hambrean niños y niñas o matan mujeres o hacen
explotar pueblos, escribe Alfredo Grande. Ni menos a los que bombardean plazas,
para desde su miedo absoluto, intentar voltear gobiernos. Qué selectiva es la
ira de dios. Quizá la ira de dios sea solamente para los pobres.
Por Alfredo Grande
(APe).- Me reencontré con mi compañero de la
primaria. En la Escuela lo conocíamos por Bartola, por su tendencia a mandar
cada pelota a las nubes. Y no precisamente la nube de Google. Bartola había
sido criado por una tía loca que le inculcó el temor a Dios. Luego otra tía le
inculcó el temor a Freud.
Así que el pobre Bartola estuvo siempre navegando
entre diferentes temores. Una vez vino con la extraña versión de que la bomba
tirada sobre Hiroshima y Nagasaki eran evidencias de la ira de Dios contra los
japoneses. Una especie de recordatorio de Sodoma y Gomorra en clave gran
democracia del Norte. También estaba convencido de que el diluvio universal fue
también efecto de la ira de Dios y que la misión divina era purificar a la
tierra de todo rastro de maldad.
La idea de dos de cada especie, lo llevó a un
matrimonio con una mujer que superaba en locura a sus tías. Con el agravante de
que Bartola no sólo bartoleaba pelotas cercanas al área, sino que bartoleaba
ideas. Ignoro si no le entraban las balas, porque no me consta que haya sido
baleado. En ese momento el gatillo fácil no existía o al menos no sabíamos en
el barrio que existía. Lo que puedo afirmar en la neblina de recuerdos es que
no le entraban las ideas. Lo único que le entraba a Bartola eran los sentimientos,
pero eso terminó siendo su mayor desgracia.
Entre el temor a Dios y el temor a Freud, terminó
en una secta de temerosos y el diablo lo tentó. La tentación de Bartola tomó la
forma de una psicoanalista lacaniana que mientras Bartola trataba de entender
que era el deslizamiento del significante, le administraba sus nunca abundantes
bienes. Lo encontré hace muchos años, viviendo o mejor dicho, muriendo en la
calle. Bartola seguía temeroso, pero equivocó a quién temer. Lo penúltimo que
supe era que había llegado a subcomisario y creía que era el encargado de
administrar la ira de dios en los barrios marginales. Ahora bartoleaba a las
personas, cuanto más humildes más las bartoleaba.
Cuando lo vi ordenando el apaleamiento de
jubiladas, jubilados, sentí algo inédito: el temor a Bartola. Se me cruzó la
peregrina idea de saludarlo, pero dejé que la peregrina siguiera su marcha.
Creí ver como asentía complacido cuando al fotógrafo Grillo le explotaron la
cabeza. Los temerosos se hacen temer porque están llenos de miedo. Por lo
tanto, no dudan, para no tener la jactancia de los intelectuales.
Recordé las palabras del Ñato Rico, evidentemente
alguien que se adelantó a esta epoca. Hacía tiempo que pensaba que la ira de
dios era ira de clase y que cuanta más ira, más funcional a mantener toda
situación de injusticia social. Sonreí pensando en hacerle entrar esas ideas a
Bartola.
Nunca la ira de dios se dirigió a los que hambrean
niños y niñas o matan mujeres o hacen explotar pueblos. Ni menos a los que
bombardean plazas, para desde su miedo absoluto, intentar voltear gobiernos.
Qué selectiva es la ira de dios. Tronar el escarmiento ha sido uno de los
tantos que en dichos quedaron, sin que sucedieran los hechos correspondientes.
No creo que dios haya elegido a un pueblo para exterminar a otro pueblo. Pero
no puedo asegurarlo.
Evidentemente, a dios se le acabó la ira, si alguna
vez la tuvo, y la expulsión de los mercaderes del templo es cosa juzgada. Hoy
los mercaderes construyen sus propios templos, que algunos llaman Bancos,
Reserva Federal o cuevas financieras. Tiene sus propios paraísos, que no son
celestiales, sino terrenales y a mi criterio, fecales. No he visto la ira de
dios sobre ellos, nunca. Excepto algun robo en un country selecto. Pero creo
que es más una broma del diablo que una expresión de la ira de dios.
Finalmente, el bartolero soy yo. Lanzo ideas que
casi nadie toma. ¿Me importa? La verdad que sí. De alguna manera yo también
vivo, muero en la calle. Allá lejos y hace tiempo hablaba del psicoanalisis de
la plaza y el psicoanalisis del palacio. Los mercaderes del templo están en
todos lados. Y cada uno tiene el templo que se merece.
Quizá la ira de dios sea solamente para los pobres.
Pobres de espíritu, pero no solamente. ¿Habrá otra ira necesaria? Quizá la ira
contra los enriquecidos que abra el amor por los empobrecidos.
Lamento tu situación, dios. Se te acabó la ira
necesaria. Tu ira tan selectiva, tan reaccionaria, abrirá paso a otra ira: la
del pueblo.
Y entonces todo escarmiento tronará.
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