En este aislamiento total, nadie traspone el umbral de mi casa. Sin embargo yo me depilo para tomar sol en la terraza, y me cambio de ropa para tomar mate sola, y hay un legítimo disfrute en esa ceremonia. Fecunda predica la de mi vieja que se preocupaba porque no saliera con la bombacha rota, y me decía: mira si te atropella un auto, y el médico te viera con la bombacha rota. Antes muerta que desalineada, sería la consigna.
Pocas veces me he encontrado frente a la alternativa de no salir de adentro del pijama en todo un día, no depilarme por semanas o no teñirme cuando asoman las canas. Estando enferma, siempre la presencia de un otro era necesaria, y estar presentable era la regla.
Pero esta soledad salvaje no tiene parangón, por lo cual no vale la comparación. En este aislamiento total, nadie traspone el umbral de mi casa.
Sin embargo yo me depilo para tomar sol en la terraza, y me cambio de ropa para tomar mate sola, y hay un legítimo disfrute en esa ceremonia.
Jugando, encuentro novedades cada día que rompen mi rutina, pruebo, uso aquello que tengo guardamos para grandes ocasiones que nunca llegan, hago todo lo que alguna vez postergue, vuelvo a leer cartas que me traen más que recuerdos, ensayo nuevas habilidades y torpezas.
Siempre me han gustado los zapatos con tacos altos, que bellas quedan las piernas con unos estiletos rojos, y las manos con una uña pintada de cada color, y mido la tontera de no haberlo ensayado antes.
Fecunda predica la de mi vieja que se preocupaba porque no saliera con la bombacha rota, y me decía: mira si te pasa algo-, y lo peor que pasarme algo, era por ejemplo que me atropellara un auto, y que el médico que me atendiera en la ocasión, me viera con la bombacha rota.
Antes muerta que desalineada, sería la consigna.