Un informe del Banco Central de la República Argentina (BCRA) permitió conocer que entre 2016 y 2019 la fuga de capitales superó los US$ 86.000 millones. Más de la mitad de ese dinero se concentró en el 1% de las empresas y sólo 1000 individuos compraron US$ 42.338 millones. Si bien este fenómeno no empezó en 2015, el gobierno de Cambiemos aplicó políticas que fomentaron la fuga. Investigar el proceso de deuda y fuga puede servir para encontrar responsabilidades pero sobre todo para modificar leyes y formas institucionales que impidan que la economía argentina siga operando de esta manera.
Fotos: Joaquín Salguero

En el marco de la discusión sobre el impuesto a las grandes fortunas, se conoció el informe del Banco Central de la República Argentina (BCRA) sobre endeudamiento y fuga de capitales entre 2016 y 2019, elaborado a partir de un pedido expreso del Presidente de la Nación. Se trata de un documento muy relevante que puede ser el primer paso para una investigación profunda sobre el tema, que sirva para determinar responsabilidades políticas, pensar cómo evitar estos problemas en presente y futuro y considerar formas de compensación económica que en el contexto actual de la pandemia resultan todavía más necesarias.
Las políticas de Cambiemos que fomentaron la fuga
Si bien la fuga de capitales se intensificó a partir de mayo de 2018, se trata de un proceso constante durante todo el gobierno de Macri que se gestó a la par de cada una de las medidas que se fueron tomando. Primero, al desarmar los controles cambiarios en diciembre de 2015 y habilitar una devaluación del 50 por ciento de la moneda, el Banco Central quitó las normativas que establecían límites mensuales a la compra de divisas, pasando de un tope de 2 millones de dólares hasta eliminarlos por completo. Así, cualquiera podía comprar la cantidad de billetes verdes deseada sin que se le pida ningún tipo de justificación.
Lo mismo ocurrió con la movilidad de capitales. Hasta diciembre de 2015 los fondos que ingresaban al país debían permanecer un tiempo considerable antes de poder volver a salir. Al eliminar ese requisito el gobierno de Cambiemos generó un escenario auspicioso para el arribo de capitales especulativos que, a partir de mayo de 2018, emprenderían su “vuelo hacia la calidad”. Como frutilla del postre, el macrismo flexibilizó los plazos y quitó la obligatoriedad de liquidación de las divisas vinculadas a las exportaciones argentinas.
Los datos de la concentración de la fuga en pocas manos
Sabíamos y habíamos repetido hasta el hartazgo que durante el gobierno de Cambiemos 8 de cada 10 dólares que ingresaron al país en concepto de deuda externa salieron de la economía bajo la forma de “formación de activos externos”. Sospechabamos, pero aún no teníamos la información sobre quiénes fueron los que fugaron esos recursos. El informe publicado sobre el Banco Central empieza a echar luz al respecto.
Por el lado de las personas, sólo 1000 individuos compraron 42.338 millones de dólares entre 2016 y 2019, un monto equivalente por ejemplo a la deuda que tenemos con el Fondo Monetario Internacional. Pero si reducimos aún más y tomamos las 100 personas que más fugaron, acumulan compras por 24.679 millones de dólares y si consideramos sólo las 10 personas que más billetes adquirieron representan U$S 7,945 millones, es decir un promedio de casi 800 millones de dólares cada uno. Aún mayor es la concentración en las empresas, en donde 8.527 compañías realizaron compras de divisas por 51.742 millones de dólares y sólo 852 empresas compraron U$S 41.125 millones.
El nivel de concentración del proceso de fuga de capitales es muy relevante. Suele decirse que en los contextos de incertidumbre “los argentinos” corren hacia el dólar y que eso desestabiliza la economía. Si bien la inmensa mayoría de nuestros compatriotas no compró un dólar en su vida, estos números dejan en claro que, dentro de los que sí lo hacen, son solo unos pocos jugadores los que explican los grandes movimientos.

Los ricos no quieren pagar impuestos, pero sí fugar sus ganancias
Una de las consecuencias más conocidas del neoliberalismo es la exorbitante concentración de la riqueza que genera. Los estudios de Thomas Piketty y los informes de OXFAM son citados regularmente para dar cuenta de números escandalosos, como que el 1% de la población del mundo concentra una riqueza que equivalente casi a la que acumula al 99% restante. En Argentina ese 1% es el que tiene un comportamiento sistemático que consiste en dolarizar y fugar sus ganancias. Se nos suele decir que se trata de un procedimiento lógico en un país con altos índices de inflación y desconfianza recurrente en su moneda. Sin embargo, con los datos de este informe del Banco Central cabría preguntarse si la causalidad no es exactamente la inversa. ¿Los capitales se fugan por la desconfianza en el peso o la inestabilidad del peso se explica por la constante salida de divisas que realizan estos sectores de elevado poder económico?
Ese 1% concentra también la mayor parte de los bienes y la riqueza financiera a la que hoy se le pide un aporte extraordinario para enfrentar la crisis de la pandemia. Sólo 11.000 personas (¡que a su vez equivalen solo a una micro minoría dentro del 1 por ciento más rico!) tienen bienes declarados por un valor (mayormente fiscal, no de mercado) superior a 200 millones de pesos. No hace falta ser demasiado perspicaz para sospechar que en la lista de nombres de estos afortunados y en la de los fugadores seriales, encontraremos varios apellidos repetidos. Tampoco hace falta ser economista para estimar que el llamado “impuesto a las grandes fortunas” probablemente apenas compense parcialmente las ganancias extraordinarias que este sector tuvo a través de la fuga de divisas durante el período macrista.
Investigar la deuda y la fuga
El informe del Banco Central es un punto de partida. Desde luego, la fuga de capitales no es un invento macrista, aunque durante su gobierno se tomaron todas las medidas posibles para alentarla y potenciarla. Lo más grave de la fuga de capitales durante el macrismo es que solo fue posible debido a las altas dosis de endeudamiento externo, tal como ya había sucedido en los años 90, por lo que sus consecuencias deberemos pagarla todos los argentinos y argentinas durante décadas. Sin embargo, se trata del comportamiento del 1% más rico de nuestro país desde hace por lo menos cuatro décadas. Es la forma en que un sector ultraconcentrado del empresariado funciona bajo distintos gobiernos y a través de diversas modalidades. Un proceso que sigue operando en la Argentina actual, tal como se refleja en las cotizaciones del dólar “blue”, “contado con liquidación” o “bolsa” que generan desequilibrios y presiones sobre nuestra moneda.
Como se trata de un problema estructural, debemos pensarlo en dicha forma, no como una cuestión ocasional o episódica. Investigar el proceso de deuda y fuga nos debe servir para encontrar responsabilidades pero sobre todo para modificar leyes y formas institucionales que impidan que la economía argentina siga operando de esta manera. El desarrollo de nuestro país, con justicia social y plena inclusión, requiere terminar con esta lógica depredatoria cuya contracara inevitable es la reticencia inversora del gran empresariado y la acumulación en cuentas del exterior de niveles de riqueza comparables, según distintas estimaciones, al entero Producto Bruto anual de nuestro país.