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"La Maldita Máquina de Matar" Pinchevsky/ Medina

domingo, mayo 10, 2020

Tom Lupo: el hombre que no le pidió un pero al alma


El poeta y periodista de Agencia Paco Urondo, Boris Katunaric, homenajea a su involuntario maestro Tom Lupo. Noches de insomnio, poesía y rock en Radio Nacional.
Ilustración: Leo Olivera
Por Boris Katunaric

La verdad que quisiera estar terminando de leer el último libro de Piglia, o la obra completa de algún poeta para hacerle una entrevista, o retomando Eisejuaz de Sara Gallardo que es hermoso pero me cuesta un huevo. En pandemia concentrarse cuesta. Hasta que se produce un estado de excepción dentro del estado de excepción: se murió Tom Lupo y estoy triste. Y también estoy enojado, no sólo por la muerte de una persona que admiré hasta el plagio sino que también estoy enojado porque tengo que ser autorreferencial y me hincha las pelotas.
En una operación casi imperceptible para él, puedo decir que fue mi maestro, y cuando digo Tom Lupo también estoy diciendo Gabriela Borrelli Azara. Ellos dos, o mejor dicho, su trabajo, desembocó en estos oficios en los que hoy me doy maña: La poesía y la radio, con sus añadiduras intrínsecas: el periodismo y el rock.

Noche tras noche
Todo comenzó allá en el año 2010 con la incorporación a la grilla de Radio Nacional del programa Noche tras noche de 2 a 5 AM, es decir la plena madrugada (después de Dolina, obvio). Momento delicadísimo para los que sufrimos de insomnio y nos chocamos la cabeza entre la angustia de la soledad y una satisfacción provisoria y efímera como lo es la creatividad y el arte, única forma de combatir la neura.
Ahí encontramos (y hablo en plural por la cantidad de amigos que aún conservo de esas épocas) un refugio más que peculiar para nuestras noches, algo que se nos volvió una obsesión. Madrugadas enteras hablando sobre un hecho cultural que se nos estaba dando y nos orgullecía ser partícipes “activos” de ese fenómeno. El entrecomillado es necesario porque así nos decían “oyentes activos”, tan activos que llamábamos para leer nuestros “poemitas” de novatos (algunos). Tan activos que íbamos a leer nuestros poemas a la radio. Y era la radio pública, tan textualmente pública, que nos daba ese espacio. Y era la infinita generosidad de Tom Lupo la que nos dejaba estar ahí y salir al aire para todo el país (y acá hablo en singular) leyendo unos poemas pedorros. ¿Quién se anima a hacer eso? ¿Dejar a sus oyentes salir al aire en vivo y en directo, en el estudio de una radio para todo el maldito país para que lean “poemitas”? Nadie. Sólo los vanguardistas.
El 27 de octubre de 2010, tras la muerte de Néstor Kirchner, fui a plaza de mayo. Al único lugar donde se me ocurrió ir después es a Radio Nacional, recuerdo el abrazo inmenso que nos dimos con Mosquito Sancinetto y que, con Osvaldo Tonkonoff (productor de dicho programa) y él nos fuimos a ver el jonca. Ya de día pudimos entrar. No recuerdo la hora.
Noche tras noche fue una irrupción, una bisagra en mi historia personal, me enseñó poesía, descubrir autores y autoras, mucha música, me definió (y esto como obsesivo de la estética sonora) cómo era un programa de radio de los más jugados que haya escuchado en la vida.
Cuando se editó mi primer libro ya no era noche tras noche, si no “En mi propia lengua”. Era el año 2014 y gracias a la generosidad de Marina Getino, su compañera además de productora del programa, que me invitó (la primera vez que me invitaron y no fui yo de prepo cual kamikaze) pude presentar mi primera obra en la AM 870.

Hombre de ciudad
Repaso, por arriba, el libro de Tom Lupo, “Entre muebles y sombras” y me doy pié para una anécdota personal entre Tom y yo, tal vez la única y más íntima. En uno de los tantos programas a los que fui invitándome a mí mismo leí un poema al aire, al terminar de leerlo e ir a una tanda Tom me dijo algo así como “mirá vos ese inicio, yo tengo uno que dice Semen/ cemento/ cementerio” Hombre de ciudad se titula el poema. Por eso, cuando publiqué “Cuatro simulacros de fusilamiento” le dediqué ese poema a Tom. El poema arrancaba con los versos “Hay olor a cemento/ cementerio mojado”. No fue más que un gesto de agradecimiento por ese momento donde me sentí increíblemente honrado.

Rock
Además de los y las poetas que descubrí en ese momento (sería interminable la lista) también escuchábamos música, una de las cosas más rockeras que me pasó una noche de lluvia fue descubrir la canción Lluvia del Tata cedrón. Como todo en ese programa, la norma era el deslumbramiento, era todo deslumbrante, todo era nuevo y fresco. Y a pesar de que se tratara de un tango compuesto por el Tata Cedrón y con letra de Raúl González Tuñón (un poeta de los años 30) no encontré cosa más lumínica, incandescente que esa canción. y, tal vez esa noche, entre tantas otras, Tom haya leído este poema de Borges.

La lluvia
Bruscamente la tarde se ha aclarado
Porque ya cae la lluvia minuciosa.
Cae o cayó. La lluvia es una cosa
Que sin duda sucede en el pasado.
Quien la oye caer ha recobrado
El tiempo en que la suerte venturosa
Le reveló una flor llamada rosa
Y el curioso color del colorado.
Esta lluvia que ciega los cristales
Alegrará en perdidos arrabales
Las negras uvas de una parra en cierto
Patio que ya no existe. La mojada
Tarde me trae la voz, la voz deseada,
De mi padre que vuelve y que no ha muerto.

Al mismo tiempo aparecían los clásicos desconocidos, los que están en los márgenes, Melingo, Palo, Los espíritus (en esa época no existían), Valeria Cini (recuerdo haberla escuchado en vivo), Locura roquefort y muchos más.  

No le pidas peros al alma
Uno de los pocos poemas propios que decía Tom en sus programas era este: “No le pidas peros al alma”, suena a chiste, a juego de palabras, a algo menor, pero algunos, con la sensibilidad a cuestas, románticos de puro pavos, llevamos esa consigna a la victoria… o al fracaso, que es la victoria de los perdedores.
Por otro lado no queda más que citar las palabras del Indio Solari: "Sos boludo Tom! Dejá de joder! Cómo que te moriste!? No juegues con eso... Morirte... No jodas!". Hay una sensación de cansancio en esto. Un bufar porque otra vez nos tocó una injusticia más en el mundo, injusticias que proliferan como el pasto y pueblan esta humanidad. Pero no es sólo la injusticia de la muerte sino la brutalidad con que se dieron los hechos del trágico accidente que sufrió Tom en 2015. Un cheto pelotudo se llevó puesto el Fiat en el que iba Tom. Una injusticia de clase nos dejó el sabor invasivo de la irresponsabilidad y la impunidad.
Cierro estos párrafos desgarrados con un agradecimiento infinito a las personas que cambiaron mi vida sin saberlo y/o sin buscarlo. Los llevo en el color de los ojos hasta el fin.
Gracias Tom, Gabi, Mosquito, Marina, Tonko, Zuazo. Salud para siempre.

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