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"La Maldita Máquina de Matar" Pinchevsky/ Medina

domingo, agosto 16, 2020

El costo país de ser antiargentino



Por FERNANDO AGEJAS | 


La ideología de los anti prohíbe hablar bien de Argentina. Somos una de las sociedades con peor opinión de sí misma y eso trae consecuencias. Desde el actor Oscar Martínez hasta el ex presidente Mauricio Macri machacan sobre la desgracia del ser nacional. Y el coro de periodistas incluyen a Leuco Jr. y Lanata, entre muchos otros. La síntesis Capusotto: «Se creen dueños de un país que detestan». Cómo estamos comparativamente en estadísticas con el país ejemplo, Uruguay. 

Cuando cualquier figura reconocida del país habla bien de Argentina sus dichos son completamente ignorados por los guardianes del status quo. Es curioso que cuando alguien habla bien de otro país o mal de la Argentina tiene muchísima difusión. Los últimos episodios resonantes tienen como protagonistas al ex presidente Mauricio Macri y al actor Oscar Martínez. 

Apenas llegó a Francia, Macri afirmó “Acá se vive en libertad y con responsabilidad”, pero qué esperar de alguien que mientras gobernaba el país decía que la sociedad argentina era fracasada, corrupta, mafiosa y vaga. Quizás se estaba autodescribiendo.

La afirmación igualmente es fácil de rebatir: Francia tiene un número de contagios por Covid similar al de nuestro país pero con 10 veces más muertes. La responsabilidad francesa destacada por Macri no se vio cuando en plena cuarentena miles de personas realizaron una manifestación de pitufos en Bretaña. Es difícil creer que a Macri lo enamore la sociedad francesa, que tiene un poder de movilización y sindicalización de los más altos de occidente. 

“Se creen los dueños de un país que detestan”,  dijo Capusotto el año pasado y a cada hora se comprueba la vigencia de esta frase. Pasemos ahora a Oscar Martínez. El actor dijo que abandonó toda esperanza en este país tras las PASO del 2019. Oscar no puede creer como la gente no volvió a elegir a quien duplicó la inflación, la desocupación y nos ubicó como el país más endeudado de América Latina. En otro pequeño ejemplo cotidiano de la militancia por el autodesprecio, todos los medios del poder levantaron y coincidieron con sus afirmaciones. 

El meritocrático hijo de Leuco dijo que los dichos de Oscar reflejan un poco “lo que TODOS pensamos”. Está claro: si no pensás que este país es una bazofia, no existís. Es habitual escuchar encendidas editoriales de periodistas serios diciendo que este es un país de barrabravas, violento, ignorante, con mala gente, poco solidario, cortoplacista, inviable, etc. 

Escuchar algún tipo de elogio a la sociedad argentina en los medios masivos es prácticamente imposible. No solo porque así piensa el establishment y sus distintos voceros sino también porque han formado audiencias cautivas a escuchar este tipo de relatos. Hay una simbiosis que fluye con naturalidad. Los principales grupos de comunicación nos inundan día tras día con notas sobre a qué países nos podemos ir a vivir con tranquilidad, alejados del populismo. En este punto se destacan particularmente Infobae y La Nación (¿ni siquiera pretenden que se queden algunos sectores de clase media en el país para seguir pagando la tarjeta del club La Nación?). Las opciones para irse son diversas y no tienen correlación entre sí: puede ser Paraguay, Finlandia, Colombia, Canadá o Uruguay por supuesto, lo único que importa es que no sea Argentina (ni Venezuela, obvio). Todo un homenaje al personaje de Capusotto, Luis Solari. 

Este discurso combinado con las catástrofes de la herencia macrista y de la pandemia generan un cóctel que naturalmente aumenta el desánimo, sobre todo en sectores jóvenes de clase media urbana. Lo que tiene quedar claro es que hacemos todo mal ya sea la renegociación de la deuda o el manejo de la pandemia, todo está mal siempre. Nunca se menciona que Argentina tiene las mayores redes de contención social que están evitando estallidos y violencia cotidiana (como sigue ocurriendo en Chile) o el tráfico ilegal de tubos de oxígeno (que pueden superar los mil dólares con facilidad) para no morir tirado en la calle a causa del Covid como está aconteciendo en el Perú neoliberal tan elogiado por los siempre presentes en los medios Espert, Milei o Cachanovsky.

El costo de la autodenigración

El discurso despreciativo para con el propio país no solo genera desánimo, mitos despectivos y falsos sino también ignorancia en vastos sectores de la población sobre su nación. Una encuesta de la consultora Ipsos a fines de 2018 preguntó a ciudadanos de distintos lugares lo siguiente: ¿dónde crees que se encuentra tu país en cuanto al tamaño de su PBI en un ranking de 200 naciones? Los países donde los encuestados se aproximaban más a la realidad del dato duro ubicaban los primeros puestos, los que más alejaban de realidad salían últimos. Argentina ocupó el último lugar: los compatriotas encuestados dijeron que el PBI argentino era el 150 del mundo sobre 200 países cuando en realidad era el 21.

 Encuesta de Ipsos sobre autopercepción. Argentina salió última.

Ese mismo año se realizó el G20 en Argentina. Los principales medios se cansaron de hacer chistes, de preguntarse por qué Argentina era parte de tal selecto club y de restarle toda importancia al país. Si estábamos allí era por alguna picardía de Menem en la diplomacia internacional y nada más. Jamás mencionaron que Argentina, si bien no es potencia, es el octavo país más grande del mundo con la 21 economía más grande del planeta. 

Ahora el “ejemplo” es Uruguay.

Derrumbado por el momento el “ejemplo” chileno, los voceros del odio pusieron sus tilingos ojos sobre Uruguay y su nuevo flamante presidente neoliberal Luis Lacalle Pou. Los mismos que suelen denigran a Máximo Kirchner por ser “hijo de” nada dicen de que Lacalle Pou es hijo del expresidente Luis Alberto Lacalle (primer mandatario desde 1990 hasta 1995) que a su vez fue nieto de Luis Alberto Herrera, principal caudillo del Partido Nacional durante más de 50 años quien a su vez fue hijo de Juan José de Herrera, uno de los fundadores del partido. Obnubilados por el recorte a los estatales en plena pandemia y por la rebaja de impuestos a los argentinos de clase media alta y alta que el presidente ofrece para que muden su residencia fiscal, los periodistas serios han vociferado su envidia de que el país vecino tenga un presidente “como Dios manda”. La conductora Viviana Canosa le dijo exaltada a Lacalle Pou que “la clase media Argentina lo ama”, Leuco dijo (luego de entrevistarlo con ojos brillosos de emoción y admiración) que los argentinos tenemos que aprender de los uruguayos a ser humildes, y tenemos que mejorar como sociedad para ser como ellos, que somos poco sacrificados. 

Particularmente estos últimos días hubo una catarata de notas en ese sentido que van desde González Oro deseando irse a Uruguay cuanto antes, pasando por el dueño de La Nación, Fernán Saguier, que escribió “Gracias, Uruguay”, y por Infobae, que nos ofrece a Uruguay como la segunda mejor opción democrática del planeta para escapar apenas se pueda porque, como se sabe, aquí no hay democracia, solo vil populismo. Es bastante evidente como le venden a la población argentina en su conjunto beneficios fiscales uruguayos que están enfocados solo para los más acaudalados, porque siempre es mejor confundir a la gente un poco más. Jamás se menciona en ninguna de esas notas y entrevistas que Lacalle Pou recorto el presupuesto de Ciencia y Tecnología por ejemplo, o que en Uruguay la densidad poblacional es bajísima, razón fundamental por la cual no se esparció con facilidad el Coronavirus. Únicamente se mencionan cosas buenas de Uruguay y malas de Argentina, nada más. Así de simple, así de tilingo. 

Desterrando mitos sobre la tierra prometida

Que Uruguay tiene virtudes y cosas destacables es evidente. Curiosamente muchas de ellas no son precisamente las más mencionadas por los periodistas argentinos como pueden ser el aborto libre seguro y gratuito, el consumo de legal de marihuana o la desigualdad más baja de Latinoamérica. Hay algunos datos interesantes de Uruguay que también está bueno tener presente. Se suele esgrimir que Uruguay, a diferencia de la caótica Argentina, es un país tranquilo. La realidad no es tan así. 

La tasa de homicidios de Uruguay más que duplica a la Argentina (11,8 vs 5,1 homicidios cada 100 mil habitantes). En los últimos años la explosión de cajeros automáticos en Uruguay es moneda corriente, no así acá. En Uruguay históricamente el trabajo escasea, no suelen haber demasiadas oportunidades. Eso explica que casi el 20% de los uruguayos vivan en el exterior (la mayoría lo hacen en este país de mierda) a diferencia de Argentina donde solo entre un 2% y un 3% de los argentinos vive en el exterior, es decir que casi diez veces más uruguayos viven afuera de su país en comparación con el nuestro. 

El costo de vida uruguayo es carísimo, las tarifas de servicios públicos hacen parecer un chiste a los tarifazos macristas. Se suele simplificar que los argentinos somos corruptos y que los uruguayos son honestos, sin embargo Uruguay recién el año pasado salió de la lista negra de paraísos fiscales de la Unión Europea (¿volverá a entrar en breve?). En material laboral: en Argentina la indemnización se calcula en parte por los años trabajados en una empresa, sean 4 años o 30, en Uruguay hay un tope de 6 años, sin trabajaste 40 años en una empresa, igual te van a pagar por 6 años, no suena muy tentador para los trabajadores, ¿no?, pero sí para muchos empresarios, digamos todo. Así se podrían dar varios ejemplos más, pero la idea no es atacar a Uruguay sino equilibrar un poco la balanza, mostrar que hay cosas buenas y malas a ambos lados del Río de la Plata, que es falso que todo lo bueno este allá y todo lo malo aquí. 

Para finalizar, quiero decir que hay algo que me da envidia de los uruguayos (no lo que envidian nuestros medios serios) y es lo siguiente: no se la pasan hablando pestes de sí mismos ni tampoco tienen una industria dedicada a ello. Para el afuera se defienden y las críticas las guardan para adentro, una manera más sana de mirarse, donde el discurso autodenigrante de los Oscar Martínez o los Leuco ocupan lugares marginales y no centrales como pasa aquí, en este maravilloso país odiado por sus elites y sus respectivos voceros.

 


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