Por FERNANDO AGEJAS |
La ideología de los anti prohíbe
hablar bien de Argentina. Somos una de las sociedades con peor opinión de sí
misma y eso trae consecuencias. Desde el actor Oscar Martínez hasta el ex
presidente Mauricio Macri machacan sobre la desgracia del ser nacional. Y el
coro de periodistas incluyen a Leuco Jr. y Lanata, entre muchos otros. La
síntesis Capusotto: «Se creen dueños de un país que detestan». Cómo estamos
comparativamente en estadísticas con el país ejemplo, Uruguay.
Cuando cualquier figura reconocida
del país habla bien de Argentina sus dichos son completamente ignorados por los
guardianes del status quo. Es curioso que cuando alguien habla bien de otro
país o mal de la Argentina tiene muchísima difusión. Los últimos episodios
resonantes tienen como protagonistas al ex presidente Mauricio Macri y al actor
Oscar Martínez.
Apenas llegó a Francia, Macri afirmó
“Acá se vive en libertad y con responsabilidad”, pero qué esperar de alguien
que mientras gobernaba el país decía que la sociedad argentina era fracasada,
corrupta, mafiosa y vaga. Quizás se estaba autodescribiendo.
La afirmación igualmente es fácil de
rebatir: Francia tiene un número de contagios por Covid similar al de nuestro
país pero con 10 veces más muertes. La responsabilidad francesa destacada por
Macri no se vio cuando en plena cuarentena miles de personas realizaron una manifestación de
pitufos en Bretaña. Es difícil creer que a Macri lo enamore la
sociedad francesa, que tiene un poder de movilización y sindicalización de los
más altos de occidente.
“Se creen los dueños de un país que
detestan”, dijo Capusotto el
año pasado y a cada hora se comprueba la vigencia de esta frase. Pasemos ahora
a Oscar Martínez. El actor dijo que abandonó toda esperanza en este país tras
las PASO del 2019. Oscar no puede creer como la gente no volvió a elegir a
quien duplicó la inflación, la desocupación y nos ubicó como el país más
endeudado de América Latina. En otro pequeño ejemplo cotidiano de la militancia
por el autodesprecio, todos los medios del poder levantaron y coincidieron con
sus afirmaciones.
El meritocrático hijo de Leuco dijo
que los dichos de Oscar reflejan un poco “lo que TODOS pensamos”. Está claro:
si no pensás que este país es una bazofia, no existís. Es habitual escuchar
encendidas editoriales de periodistas serios diciendo que este es un país de
barrabravas, violento, ignorante, con mala gente, poco solidario,
cortoplacista, inviable, etc.
Escuchar algún tipo de elogio a la
sociedad argentina en los medios masivos es prácticamente imposible. No solo porque así piensa el establishment y
sus distintos voceros sino también porque han formado audiencias cautivas a
escuchar este tipo de relatos. Hay una simbiosis que fluye con naturalidad. Los
principales grupos de comunicación nos inundan día tras día con notas sobre a
qué países nos podemos ir a vivir con tranquilidad, alejados del populismo. En
este punto se destacan particularmente Infobae y La Nación (¿ni
siquiera pretenden que se queden algunos sectores de clase media en el país
para seguir pagando la tarjeta del club La Nación?). Las opciones para irse son
diversas y no tienen correlación entre sí: puede ser Paraguay, Finlandia,
Colombia, Canadá o Uruguay por supuesto, lo único que importa es que no sea
Argentina (ni Venezuela, obvio). Todo un homenaje al personaje de
Capusotto, Luis Solari.
Este discurso combinado con las catástrofes
de la herencia macrista y de la pandemia generan un cóctel que naturalmente
aumenta el desánimo, sobre todo en sectores jóvenes de clase media urbana. Lo
que tiene quedar claro es que hacemos todo mal ya sea la renegociación de la
deuda o el manejo de la pandemia, todo está mal siempre. Nunca se menciona que
Argentina tiene las mayores redes de contención social que están evitando
estallidos y violencia cotidiana (como sigue ocurriendo en Chile)
o el tráfico ilegal de tubos de oxígeno (que pueden superar los mil dólares con
facilidad) para no morir tirado en la calle a causa del Covid como está aconteciendo en el Perú neoliberal
tan elogiado por los siempre presentes en los medios Espert, Milei o
Cachanovsky.
El
costo de la autodenigración
El discurso despreciativo para con el
propio país no solo genera desánimo, mitos despectivos y falsos sino también
ignorancia en vastos sectores de la población sobre su nación. Una encuesta de
la consultora Ipsos a fines de 2018 preguntó a ciudadanos de distintos lugares lo
siguiente: ¿dónde crees que se encuentra tu país en cuanto al tamaño de su PBI
en un ranking de 200 naciones? Los países donde los encuestados se aproximaban
más a la realidad del dato duro ubicaban los primeros puestos, los que más
alejaban de realidad salían últimos. Argentina ocupó el último lugar: los
compatriotas encuestados dijeron que el PBI argentino era el 150 del mundo
sobre 200 países cuando en realidad era el 21.
Encuesta
de Ipsos sobre autopercepción. Argentina salió última.
Ese mismo año se realizó el G20 en
Argentina. Los principales medios se cansaron de hacer chistes, de preguntarse
por qué Argentina era parte de tal selecto club y de restarle toda importancia
al país. Si estábamos allí era por alguna picardía de Menem en la diplomacia internacional
y nada más. Jamás mencionaron que Argentina, si bien no es potencia, es el
octavo país más grande del mundo con la 21 economía más grande del
planeta.
Ahora
el “ejemplo” es Uruguay.
Derrumbado por el momento el
“ejemplo” chileno, los voceros del odio pusieron sus tilingos ojos sobre
Uruguay y su nuevo flamante presidente neoliberal Luis Lacalle Pou. Los mismos
que suelen denigran a Máximo Kirchner por ser “hijo de” nada dicen de que
Lacalle Pou es hijo del expresidente Luis Alberto Lacalle (primer mandatario
desde 1990 hasta 1995) que a su vez fue nieto de Luis Alberto Herrera,
principal caudillo del Partido Nacional durante más de 50 años quien a su vez
fue hijo de Juan José de Herrera, uno de los fundadores del partido.
Obnubilados por el recorte a los estatales en plena pandemia y por la rebaja de
impuestos a los argentinos de clase media alta y alta que el presidente ofrece
para que muden su residencia fiscal, los periodistas serios han vociferado su
envidia de que el país vecino tenga un presidente “como Dios manda”. La
conductora Viviana Canosa le dijo exaltada a Lacalle Pou que “la clase media Argentina lo ama”, Leuco dijo (luego de entrevistarlo con ojos brillosos de emoción y
admiración) que los argentinos tenemos que aprender de los uruguayos
a ser humildes, y tenemos que mejorar como sociedad para ser como ellos, que
somos poco sacrificados.
Particularmente estos últimos días
hubo una catarata de notas en ese sentido que van desde González Oro deseando irse a
Uruguay cuanto antes, pasando por el dueño de La Nación, Fernán
Saguier, que escribió “Gracias, Uruguay”,
y por Infobae, que nos ofrece a Uruguay como la
segunda mejor opción democrática del planeta para escapar
apenas se pueda porque, como se sabe, aquí no hay democracia, solo vil
populismo. Es bastante evidente como le venden a la población argentina en su
conjunto beneficios fiscales uruguayos que están enfocados solo para los más
acaudalados, porque siempre es mejor confundir a la gente un poco más. Jamás se
menciona en ninguna de esas notas y entrevistas que Lacalle Pou recorto el
presupuesto de Ciencia y Tecnología por ejemplo, o que en
Uruguay la densidad poblacional es bajísima, razón fundamental por la cual no
se esparció con facilidad el Coronavirus. Únicamente se mencionan cosas buenas
de Uruguay y malas de Argentina, nada más. Así de simple, así de tilingo.
Desterrando
mitos sobre la tierra prometida
Que Uruguay tiene virtudes y cosas
destacables es evidente. Curiosamente muchas de ellas no son precisamente las
más mencionadas por los periodistas argentinos como pueden ser el aborto libre
seguro y gratuito, el consumo de legal de marihuana o la desigualdad más baja
de Latinoamérica. Hay algunos datos interesantes de Uruguay que también está
bueno tener presente. Se suele esgrimir que Uruguay, a diferencia de la caótica
Argentina, es un país tranquilo. La realidad no es tan así.
La tasa de homicidios de Uruguay
más que duplica a la Argentina (11,8 vs 5,1 homicidios cada 100
mil habitantes). En los últimos años la explosión
de cajeros automáticos en Uruguay es moneda corriente, no así acá.
En Uruguay históricamente el trabajo escasea, no suelen haber demasiadas
oportunidades. Eso explica que casi el 20% de los uruguayos vivan en
el exterior (la mayoría lo hacen en este país de mierda) a
diferencia de Argentina donde solo entre un 2%
y un 3% de los argentinos vive en el exterior, es decir que casi
diez veces más uruguayos viven afuera de su país en comparación con el
nuestro.
El costo de vida uruguayo es
carísimo, las tarifas de servicios públicos hacen parecer un chiste a los
tarifazos macristas. Se suele simplificar que los argentinos somos corruptos y
que los uruguayos son honestos, sin embargo Uruguay recién el año pasado salió de la
lista negra de paraísos fiscales de la Unión Europea (¿volverá
a entrar en breve?). En material laboral: en Argentina la indemnización se
calcula en parte por los años trabajados en una empresa, sean 4 años o 30, en
Uruguay hay un tope de 6 años, sin trabajaste 40 años en una empresa, igual te
van a pagar por 6 años, no suena muy tentador para los trabajadores, ¿no?, pero
sí para muchos empresarios, digamos todo. Así se podrían dar varios ejemplos
más, pero la idea no es atacar a Uruguay sino equilibrar un poco la
balanza, mostrar que hay cosas buenas y malas a ambos lados del Río de la
Plata, que es falso que todo lo bueno este allá y todo lo malo aquí.
Para finalizar, quiero decir que hay
algo que me da envidia de los uruguayos (no lo que envidian nuestros medios
serios) y es lo siguiente: no se la pasan hablando pestes de sí mismos ni
tampoco tienen una industria dedicada a ello. Para el afuera se defienden y las
críticas las guardan para adentro, una manera más sana de mirarse, donde el
discurso autodenigrante de los Oscar Martínez o los Leuco ocupan lugares
marginales y no centrales como pasa aquí, en este maravilloso país odiado por
sus elites y sus respectivos voceros.
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