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"La Maldita Máquina de Matar" Pinchevsky/ Medina

domingo, agosto 30, 2020

No es la cuarentena, es el peronismo

Por Jorge Giles (para La Tecl@ Eñe)

 

El peronismo, en el gobierno y en el llano, desarticula por arriba y articula por abajo. Irrumpe en la superestructura de la vieja República y en sus viejas instituciones, como alguien que no fue invitado a la fiesta del poder. No importaran sus modales, sino su identidad plebeya, su historia y la memoria que de ella guardan los más humildes.

Es tan así que al mensaje pacificador, de unión nacional y de consenso social pregonado por el presidente Alberto Fernández, no le responden con misivas de concordia desde la oposición política mediática; ni lo escuchan, ni les interesa lo que dice y hace por la salud y la economía de los argentinos. Les basta con saber que es un presidente peronista que optó por la unidad junto a Cristina Fernández de Kirchner. Y para peor no se despega de ella ni la enfrenta como quisieran. Por el contrario, si le preguntan, responderá sin medias tintas que habla mucho con ella.

Es que la pandemia, lejos de imponer una tregua en el enfrentamiento histórico entre las dos visiones del país de los argentinos, potencia aun más los intereses en pugna. Las encrucijadas históricas en tiempos de catástrofes, no suelen dar lugar a juegos de “caballeros”, aunque requieran saber de la astucia, la paciencia y el arte del ajedrez; son a todo o nada. Ganan las blancas o ganan las negras; como si la declaración de “tablas” fuera para tiempos normales, no extraordinarios, como los actuales.

Entender esta dialéctica de la realidad quizá ayude a comprender, por ejemplo, que la declaración de guerra de los grandes medios contra el gobierno nacional demuestra que están decididos a horadar la línea de flotación estatal desde el minuto cero de la actual gestión. No hubiesen dado la orden de entrar en operaciones, quizá, si contaban con el vaciamiento ideológico del rumbo nacional y popular del gobierno. Es decir, si el gobierno se rendía desde el arranque.  Pero esto es Peronismo y Alberto Fernández preside una coalición de gobierno compleja, contradictoria a veces, pero unida por una misma visión de futuro para todos y todas. Irrita mucho más a esa oposición saber que una de las columnas centrales de ese frente que gobierna, quizá la más importante, abreva en las fuentes que supieron construir Néstor y Cristina y que en esas fuentes continúan bebiendo. Es el Kirchnerismo que le dicen.

Ahora sí vale introducir en el análisis la siempre eterna novedad peronista de renegociar la deuda externa e interna que el gobierno hereda de los gobiernos de derecha, como el macrismo; más la recuperación paulatina de los instrumentos del Estado que son vitales para la salud, la ciencia, el trabajo, la cultura y otros. A los que se suma en estos días la importante declaración como servicios públicos esenciales a los servicios de telefonía fija y móvil, de TV y de Internet.   

Pasamos de hablar  con Macri, del valor desenfrenado de las Lelics, a los planes de vivienda y obras públicas como reparadores y recuperadores del tejido laboral, con Alberto. El giro casi copernicano está ocurriendo y no nos damos cuenta del todo. Los adversarios sí se dan cuenta y se desesperan. Que la Argentina integre soberanamente la lista de países con las mejores chances de lograr la vacuna contra el Covid-19, incluyendo la asociación con China, seguramente mete mucho ruido en los jardines de la Casa Blanca. Todo esto enfurece a esa porción importante de dirigentes y cerebros ocultos que abrevan en los vencedores de Caseros y Pavón. No es un recurso de melancolía banal apelar a la historia larga, sino un ejercicio de memoria para saber identificar a los enemigos eternos del desarrollo.

Para resaltar lo antes dicho: no es la cuarentena lo que los enloquece, es el peronismo.

En este marco, la verborragia repulsiva de Eduardo Duhalde anunciando “golpes y guerras civiles” hay que inscribirla en la serie de exabruptos opositores, como las declaraciones de Ernesto Sanz, soplador de nucas de gobiernos democráticos, las falacias permanentes de Macri, la violencia verbal y simbólica de las manifestaciones recientes, la negativa del macrismo a debatir en el Congreso las leyes que requieren estas circunstancias, entre otros despropósitos. Pero no tendría que sorprendernos. Derrotado el gobierno del lawfare, le sucede ahora la ejecución de las nuevas fases previstas en la teoría de Gene Sharp acerca de los llamados “golpes blandos”. Por eso no es correcto que la línea de defensa argumental contra las amenazas de Duhalde pase por salvar el honor de las Fuerzas Armadas. Eso es errar en la caracterización del momento. Porque la naturaleza del golpismo en el siglo XXI es diferente a la conocida en los golpes de estado que supimos conocer y padecer en el siglo XX. Ya no son los miembros de las Fuerzas Armadas los protagonistas del golpismo. Hoy son los bolsones antidemocráticos que anidan en la justicia, en los medios hegemónicos y en la política que los representan a través de los rumores, las falsas denuncias, la erosión permanente de la credibilidad del gobernante, el ametrallamiento mediático y judicial contra los dirigentes populares, el llamado a desobedecer cuestiones sanitarias que ayudan, incluso, a la preservación de la vida de la misma tropa incauta que se moviliza tras sus consignas desestabilizadoras. Todo esto hay que denunciar juntando fuerza y pensamiento crítico allí donde se libran estas batallas.

Cuando Duhalde se propone como “factor de unidad” está ninguneando al presidente que sí tiene todos los meritos para revalidar ese título. Y cuando lo compara con De la Rúa, ¿está confesando a propios y ajenos que entrarán en la última fase de la operación de fractura de la institucionalidad democrática?

Sharp es el autor del manual del “buen golpista” de este siglo, donde desarrolla las cinco fases a ejecutar, que aquí sólo enunciaremos:

 

  1. Ablandamiento del terreno y promoción del malestar social.
  2. Deslegitimación del gobierno con campañas del estilo: “en defensa de la libertad”. (¿Les suena conocido?).
  3. Calentamiento de la calle.
  4. Combinación de diversas formas de lucha, como marchas, operaciones de guerra psicológica, ola de rumores falsos, etc. En todas estas fases intervienen como infantería estratégica, y por tanto indispensables, los medios masivos de comunicación y sus repetidoras.
  5. Fractura institucional; se obliga al presidente a renunciar. Todo esto “enseña” Sharp.

 

Por último diremos, que la batalla cultural hoy pasa por confrontar abiertamente con estos predicadores del odio y la fragmentación social. El poder del gobierno democrático radica en su propia legitimidad de origen y gestión, en el apoyo popular, en el apoyo de las instituciones democráticas, el movimiento feminista, el movimiento obrero, los movimientos sociales, las organizaciones religiosas ecuménicas con base territorial, los sectores representativos de la cultura y el arte popular, los aliados internacionales y todos aquellos que están dispuestos a defender la democracia avanzando en la conquista de los nuevos derechos que nos merecemos.

Estamos obligados a fortalecer este anillo protector de la democracia y su gobierno,  legítimamente elegido por la voluntad popular. La pandemia, en tanto la forma que adquiere la situación catastrófica que vive el mundo, nos obliga también a ser creativos en imaginar y promover una Nueva Normalidad… para que reine en el pueblo, el amor y la igualdad. Como enseña la Marchita. Ni más ni menos.


*Periodista y escritor. Su último libro publicado es «Mocasines, una memoria peronista», editado por la cooperativa Grupo Editorial del Sur (GES)Faceboo

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