Por Roberto Liñares.
Y sin embargo es una calle recta y larga
que va hacia el sur…
Llamada
José Rivera Indarte, o Rivera Indarte a secas, como es de uso nombrarla por el
vertiginoso porteño que hormiguea, atravesando el corazón del fárrago que mana
desde la Plaza Flores, lugar de luz en orquesta de colectivos que bufan y
emprenden.
Danzan
brazos en indicaciones, corren madres con niños en brazos, las monjitas se
encaminan para la Basílica, los bancos modernos, tantos los de las finanzas
como los que depositan parejas, le rinden culto al palacio del Banco de la
Nación, rodeado de pasajes para nada portentosos, pero sus nombres de Espejo,
Pescadores y Salala parecen alternativas y algarazas propias de escenas
campestres de un día de pesca en el río.
Y
allí, donde Artigas, fiel a su fe popular, parte hacia la estación de tren
entre alegres y variados mestizajes, entre sahumerios de aceite, pizzas, vino y
gritos, donde el Fray Cayetano parte intentando una mirada indulgente a
aquellas dominicas que esperan la llegada, no del colectivo sino del
individual, donde el Yerbal se hace mate y batallas, donde en Pedernera se hace
caminatas, si allí, desde allí, parte hacia el sur, Rivera Indarte, José Rivera
Indarte, que después de flechar al inefable policía Falcón, de calle en calle,
se entierra, destierra y aparece, pasando por el club DAOM, el Club Atlético
San Lorenzo de Almagro, y se detiene para extinguirse a la vera del Riachuelo.
¿Y
por qué tanto tanteo con esta calle? En verdad, no lo sé. Surgieron cosas
aisladas y quise hacerlas archipiélago, mientras picoteaba el matrimonio, trozo
de chori, trozo de morci…
La primera avistada fue por una
vivencia, por fuera de todas las cartografías…
Revisando la trayectoria de José Rivera Indarte
Fue
acusado y expulsado de la Universidad de Buenos Aires,
por robo de libros. Readmitido en la casa de estudios al año siguiente, volvió
a ser acusado de robar la corona de una imagen religiosa y por un intento de
estafa a un militar. Condenado a prestar servicios militares, por su inutilidad
en el uso de las armas, se le conmutó la pena por la de un año de destierro en
1832.
Comenzando
su tarea de periodista “de guerra”, en “La Gazeta Mercantil”, se opuso a Juan Antonio Lavalleja en
el Uruguay. En Montevideo, brindó su pluma al periódico “El
Investigador”, (no había tele los domingos a la noche, ni nos consta que fumara
como un escuerzo, mucho menos que estuviera autorizado a disparar palabrotas en
nombre de la República), mientras ganaba sus panecillos como parte de una
Comisión Censora de Teatro. Pero fiel a su tendencia fue expulsado por el
presidente Fructuoso Rivera.
Intentemos la inocencia, pensando que eran problemas entre Riveras, ya que uno
era argentino, o sea occidental y el otro uruguayo, o sea oriental. Corría el
año 1834 y el corría también, esta vez a entregarse nuevamente a los brazos de
la Reina del Plata, o sea Buenos Aires.
Cambió
aires y le surgió un tremebundo amor por el Restaurador de las Leyes, Don Juan
Manuel de Rosas.
Volvió a la Universidad, entidad que
otrora le robara su tiempo y se le dio por estudiar derecho, pese a su vocación
de andar torcido. Más no fue autorizado a rendir exámenes. Sin embargo, sea por
combatir al tedio, combatir la frustración, o por combatir el hambre suyo de
cada día, retornó al periodismo, para fundar el diario “El Imparcial” todo noticias y periodismo independiente, y defender
de-no-da-da-mente al Partido Federal y
sobre todo (bien abrigado) a su jefe máximo, el General Juan Manuel de Rosas.
Allí publicó el “Himno
de los Restauradores” (1) y
el “Himno
a Rosas”. Habilitando moneda amigo, también
publicó un “Diario
de los Anuncios y Publicaciones Oficiales de Buenos Aires”, con ilustraciones de César Hipólito Bacle,
socio y amigo suyo. La calle ¡pou! estaba dura.
Polémica a la altura de Juan Bautista Alberdi
Sostuvo
una polémica con Juan Bautista Alberdi al
publicar un folleto titulado “El Voto de América”,
en que defendía la postura de que los países americanos debían enviar
representantes diplomáticos ante la corte de Madrid, aun cuando España no hubiera reconocido su
independencia. Ese escrito fue publicado en España por orden de la propia
reina Isabel.
En el origen del maíz, llamado también “mazorca”, estuvo Don Rivera Indarte
En
tiempos del asesinato de Facundo Quiroga y el ascenso de Rosas,
casualmente se le cruzó a Riverita el numen y se despachó con un pasquín, donde se leía una “Oda a Rosas”, y como no eran épocas de despliegues
multimediáticos, fue pegado con paciencia en algunas esquinas de la vieja y
culta ciudad de Buenos Aires, en cuyo encabezamiento se dibujaba una espiga de maíz, simbolizando los rubios cabellos y
augusta y blanca faz del omnipotente, omnipresente y omnisapiente y
fundamentalmente, ocasional gobernador Rosas. El osado joven Rivera
deslizaba una amenaza a los opositores y una inocente propaganda a su persona,
sin saber (pero con sabor) que el dibujito del ondulante espiga (no me refiero
a Rivera Indarte) sería seriamente tomada como símbolo por los miembros de
la autotitulada Sociedad Popular Restauradora,
la que desde entonces se llamaría “La Mazorca”.
El noble poeta se codeaba con lo popular… (2)
Por Indarte de magia
En 1836, el presidente uruguayo Oribe lo
denunció como participante en conspiraciones junto a los unitarios (¿?), y para salvarse Rivera
Indarte intentó buscar apoyo en el General Mansilla y el
napolitano Don Pedro de Angelis,
ambos federales favorables a Rosas. Estos habrán olfateado un qué sé yo viste,
y se negaron a respaldarlo. Fue entonces arrestado y pasó varios meses preso.
Puesto en libertad, sin embargo su aventurera situación volvería a complicarse
al año siguiente, cuando su antiguo socio Bacle fue descubierto vendiéndole
planos militares al gobernante boliviano Andrés de Santa Cruz,
en guerra con Rosas. De modo que, tras permanecer oculto algunas semanas, logró
abordar un buque estadounidense y
partir al exilio. Es decir, objetivamente, se tomó el buque. Pero un buque de
primera…
Rivera heavy
Pero
vale la pena, o el penique, algunas acusaciones que tocan las fronteras
morales, no sé si para el lado Gerardo de Jujuy o Evo de Bolivia, ya que lo
encaró a Rosas por haber «acusado calumniosamente a su respetable madre de
adulterio […] ha ido hasta el lecho donde yacía moribundo su padre a
insultarlo», de haber abandonado a su esposa en sus
últimos días, tener amantes de las familias más respetables. Llegó a escribir
que «es
culpable de torpe y escandaloso incesto con su hija Manuelita a quien ha corrompido». De Manuelita dice que “la virgen cándida es hoy marimacho
sanguinario, que lleva en la frente la mancha asquerosa de la perdición” y que “ha presentado en un plato a sus convidados, como
manjar delicioso, las orejas saladas de un prisionero”.
El
encargado de llevar el informe a Londres fue Florencio Varela. Con
urbanidad, por supuesto, como partido del gran Buenos Aires. Publicadas en
folletín por el “Times” de Londres (¡My Good…!) y por “Le Constitutionelle” de París (¡Sacre Bleu!), sirvió para justificar
la intervención anglo francesa en el Plata. Un respetable gringo, Robert Peel, que aprobó el gasto de la Casa
Lafone, lloró al leerlas en el Parlamento inglés, solicitando candorosamente
que se aprobase la intervención, y otro otrora mucho más respetable, le
franchute Thiers, se estremecía por “el salvajismo de esos descendientes de
españoles” (le parió mon dieu), aprovechando para
que Francia se sume a la intervención británica. ¡Y arriba los que van a
Devoto!
Se
le fabricó la fama a Don Juan Manuel y salió con fritas. Durante décadas y
décadas, actitudes horrorosas y Oh Rosas, con lo que de cada década que tuvo,
como por un tubo, tuvo heridas, heridas que no cierran y sangran todavía.
Un dato importante
Indartito,
antes de morir, por supuesto, escribió un conjunto de poemas bajo el título “Melodías hebraicas”, glosa de citas bíblicas, cual tierno libertino que
como gran pagano, se hiciera Hermano de una Santa Cofradía (¿Federal?),
pensadas durante su retiro en Estados Unidos. Seguramente las escribió para
congraciarse con su nuevo y barbudo Jefe, ya que, fallece en 1845, estando
en Brasil, inveterado e impenitente itinerante.
Una
copa de tinto, un chori, una morci, media porción de tira de asado con rusa y
un flan mixto. Esto es para usted… Disculpe… ¿De acá, de Rivera Indarte, hasta
Ramón Falcón y Varela, cuántas para allá?
¡Upa! ¡Bueno…, voy caminando! Mala leche
o mala nata.
·
Fragmentos ilustremente restaurados
legalmente para la ocasión:
Coro
“Alza ¡oh, Patria!, tu frente abatida,
De esperanza la aurora lució;
Tu adalid valeroso ha jurado
Restaurarte a tu antiguo esplendor.”
“… ¡Oh, gran Rosas! tu pueblo quisiera
Mil laureles poner a tus pies;
Mas el gozo no puede avenirse
Con el luto y tristeza que ves…”
“…Esa horda de infames ¿qué quiere?
Sangre y luto pretende: ¡qué horror!
Empañar nuestras nobles hazañas
Y cubrirnos de eterno baldón.
¡Ah, cobardes!, temblad, es en vano
Agotéis vuestra saña y rencor,
Que el gran Rosas preside a su pueblo,
Y el destino obedece a su voz…”
“…Del poder la Gran Suma revistes,
A la patria tú debes salvar;
¡Que a tu vida respire el honrado
Y al perverso se mire temblar!
La ignorancia persigue inflexible,
Al talento procura animar
¡Y ojalá que tu nombre en la historia
Una página ocupe inmortal!…”
·
Otro fragmento del otro poema citado,
este exaltado por la chala:
“…Aqueste marlo que miras
De rubia chala vestido
En los infiernos ha hundido
A la unitaria facción
Y así con gran devoción
Dirás para tu coleto
Sálvame de aqueste aprieto
¡Oh Santa Federación!
Y tendrás cuidado
Al tiempo de andar
De ver si este santo
Te
va por detrás…”
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