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"La Maldita Máquina de Matar" Pinchevsky/ Medina

jueves, septiembre 22, 2011

Novela "Una rosa para Junior" - (4) -


Buenos Aires, febrero de 1995.


    El perfil agresivo del potente Ford encaró el último tramo de la pista en medio de un concierto de rebajes y explosiones, pulverizando tiempos, quemando aceite. Un olor fuerte a combustible y caucho inundaba el habitáculo del piloto quien parecía sentirse a gusto allí, entre los olores y el vértigo. Lanzado a más de ciento ochenta kilómetros, el joven piloto exigía al máximo el motor que, hasta ese momento, había alcanzado excelentes resultados.
    Sonó como un ruido seco, similar al que hace una rama al quebrarse. El coche se sacudió temerario. Sólo la capacidad conductiva del piloto evitó el vuelco. La caja de cambios había “cantado” justo cuando tiraba el rebaje para tomar el curvón al término de la recta principal del circuito. El bólido derrapó de costado antes de salir despedido de la pista, para detener su alocada marcha, de saltos y tumbos, en medio de una densa polvareda.

    Sobre la pista el calor del verano porteño era ciertamente insoportable; y ni hablar dentro del vehículo. Enfundado en un buzo, con casco y guantes, en donde la temperatura rondaba los cincuenta grados. Pero ni el calor, ni infortunios como ése, ni nada, podían llegar a minar su temple de piloto. No existía en el mundo nada que pudiera excitarlo más que la velocidad. Desde muy joven se había sentido atrapado por el mundo vertiginoso del circo-motor. “Todo lo que corre o vuela a mucha velocidad me atrae. Es mi profesión. No me interesa tener un título, ni secundario, ni universitario. No lo necesito…” Respondía cada vez que alguien le preguntaba sobre su estilo de vida.
    Junior condujo con lentitud la máquina hasta el sector de boxes, en donde esperaban sus colaboradores y un grupo de amigos. Imaginó la cara de su jefe de mecánicos, que una vuelta antes le había marcado el final de los ensayos. Pero se reconfortó a sí mismo el no haberle hecho caso. De haberlo hecho y, ante la buena respuesta del auto hasta segundos antes del despiste, ambos se hubieran inclinado por la caja de cambios de fabricación nacional, descartando las importadas que ya estaban en camino. Ahora lo único que restaba era poder contar con ellas a tiempo.
    Descendió con el rostro bañado en sudor. Uno de los ayudantes se apresuró en acercarle una botella de agua mineral helada. Bebió a grandes sorbos la mitad y el resto lo vertió encima para refrescarse. Caminó buscando la sombra del box y se dejó caer sobre una pila de neumáticos. Con el torso desnudo y la parte superior del buzo anudado a la cintura se tomó su tiempo para recuperarse del esfuerzo. Su amiga Sandra le acercó una toalla y un par de sandalias, mientras él seguía atentamente las maniobras de los mecánicos para poner al Ford a resguardo del implacable sol.
-         Ya sé, no me digás… otra vez la caja    - dijo su jefe de equipo acercándose.
-         Y, sí… era de esperar. Además venía bien y me entusiasmé. El coche respondía bárbaro. Ningún problema con la caja hasta la curva. Ahí es cuando sonó. Son demasiado blandas cuando las exigís a fondo. - Respondió el joven mientras forcejeaba para quitarse el antiflama ayudado por su amiga. – Mejor le metemos las inglesas y nos dejamos de joder de una buena vez. Decile a los muchachos que le van a tener que pegar duro. Si las cajas llegaron mañana mismo las paso a buscar a primera hora, así las colocamos enseguida. ¿eh?
-         Dalo por hecho. Los chicos están enchufadísimos. Este auto es ganador, che. ¿Cuándo lo probás?
-         No sé. Mi viejo quiere que lo acompañe a Mar del Plata. Igualmente vos tenémelo listo. Cuando pueda zafar me rajo – agregó Junior encogiéndose de hombros. - ¡Esto de la política me hincha las pelotas no sabés cómo…!
    Allí, metido de lleno en la charla técnica y con la infaltable ronda del mate. Rodeado de un enjambre de herramientas, cajas con repuestos y el ir venir presuroso de los hombres del equipo que, sucios y transpirados, se disponían a bajar el motor del auto era, tal vez, el lugar donde él más a gusto se sentía. Vivía plenamente cada momento, casi o más a como disfrutaba de la buena vida, las mujeres hermosas y la noche porteña.
    Bien parecido, de baja estatura y fornida contextura física, acentuada por el deporte y el gimnasio con complemento de pesas; Junior era igual a cualquier muchacho de su edad con buena posición económica pero con un condimento especial que le confería ser el único hijo varón del presidente.
     De pocas palabras, más afecto a los amigos y a la familia que al complicado entorno político de su padre – algo que nunca pudo digerir del todo -, era totalmente reacio al rol que la sociedad y la vida le habían asignado.
-         ¡Junior! – la aguda voz de su amiga lo sustrajo de la problemática caja de cambios averiada. – Es para vos, de presidencia. – Señaló la agraciada joven acercándole el celular.
-         ¡Cagamos! ¿No te dije? – rezongó el muchacho manoteando el teléfono con evidentes signos de fastidio. – Sí…sí... quedate tranquilo, viejo. ¡Te lo prometí! ¿no? Salgo para allá. En quince o veinte minutos estoy ahí… Chau, un beso. – Y cortó. Devolvió el teléfono a su amiga, agregando mientras se sacudía la tierra adherida a la parte trasera de su short. – Sandra, meté todo en el bolso que nos vamos. Muchachos, lo lamento… Lo tan temido ocurrió. Loco, ocupate de todo. Nos vemos…
    Minutos después, Junior, al comando de su nuevo chiche, un Bell Jet Ranger III de última generación, y su compañera emprendían vuelo rumbo a la quinta presidencial de Olivos. Una máquina tan costosa como segura y a la que dominaba duchamente como a cualquiera de sus coches o motos. Aquel moderno helicóptero era capaz de volar a una velocidad cercana a los doscientos kilómetros por hora y eso, de por sí, era lo que más le fascinaba.
    Junior consultó su reloj pulsera. Apenas tendría tiempo para ducharse, cambiarse y reaprovisionar la máquina antes de partir hacia la localidad de Pinamar en donde se reuniría con su padre. Desde allí, padre e hijo, volarían a Mar del Plata para participar del acto de lanzamiento de la fórmula presidencial por el oficialismo, con vistas a la reelección en las próximas elecciones.

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