ENTREVISTA. LITTO NEBBIA, EL LEGENDARIO MÚSICO Y EDITOR DE MELOPEA, PRESENTA SU NUEVA MEGA CREACIÓN: LA CANCIÓN DEL MUNDO |
SI A LA MÚSICA LA EDITAN LOS QUE SABEN, ESO QUIERE DECIR QUE HAY MÚSICA PARA RATO. LITTO NEBBIA, EDITOR DEL LEGENDARIO SELLO MELOPEA, PRESENTA SU NUEVA MEGA CREACIÓN, LA CANCIÓN DEL MUNDO, MIENTRAS PIENSA EN VOZ ALTA SOBRE EL NEGOCIO Y EL FUTURO DE LA MÚSICA EN TIEMPOS DIGITALES. NO TODO LO QUE NO BRILLA ES OSCURIDAD. |
Se supone que un músico debería tener más preocupaciones armónicas, rítmicas o melódicas que económicas. Pero no. Y menos si ese músico es productor, si es independiente, dueño de un sello en el que sólo graban quienes él elige y que, para colmo, toma decisiones exclusivamente en función de sus gustos musicales y de la calidad de los artistas. Así, atravesando hiperinflaciones, corralito, cambios de soporte, piratería y otras dificultades, en los últimos 22 años Félix Francisco Nebbia Corbacho, alias Litto Nebbia, publicó más de 600 discos para su sello Melopea. Mucho más que una declaración de independencia. Nacido hace 63 años en Rosario en una familia de laburantes de la música, lleva contabilizadas más de 550 participaciones en discos y un catálogo propio de más de un centenar de álbumes, de Los Gatos Salvajes a La canción del mundo, su más reciente creación: una caja con tres CD y un DVD. “Es una barbaridad -reconoce-, y encima ahora hago discos dobles o triples”. Más allá de las estadísticas, Nebbia es uno de los pioneros del rock nacional desde antes incluso de “La balsa”; uno de los primeros rockeros en experimentar la fusión con el folclore; un gran conocedor del tango y el jazz, la música brasileña y el cine clásico, y un amante de los discos, que atesora en cantidad y calidad. |
Un directivo de la disquería HMV, la más antigua del mundo, dijo que dentro de sólo cinco años, en 2016, ya no iba a haber más CD. ¿Visualiza el final del disco?
Ése es un comentario de gente que justamente no hace discos. Da la casualidad que los tipos que decretan estas presuntas muertes son los que se metieron alguna vez en esto como se podrían haber metido en otras actividades como la elaboración de salchichas o de ropa deportiva, o de cualquier producto de venta masiva. Cuando se deja de vender eso pasan a otro rubro, lo que no es cuestionable. Pero asegurar que la gente no va a escuchar más discos, que los músicos no necesitan hacer discos, es un disparate. ¡Cada vez se hacen más discos! Todos los músicos quieren grabar su disco así como todos los escritores quieren escribir su libro, más allá de cómo resulte después.
Pero ahora se propone más el concepto de track, de canción, y no tanto el de disco, que es más que cambiar el soporte, como fue pasar del vinilo al casete o del casete al CD.
Ése es el negocio que propone iTunes, no es una cuestión musical. Cuando en los años cincuenta había semejante cine en Hollywood, los tipos querían hacer películas que estuvieran buenas, que sonaran las orquestas, que los actores secundarios fueran los mejores, que los guionistas fueran creativos. Por eso llamaban a William Faulkner o a Raymond Chandler para escribirlos. Querían ganar plata, claro, pero no se vivía esto que se vive ahora y que cada vez es peor, que consiste en comprimir todo para ganar dinero tratando de no perder mucha calidad. Hoy, hay un montón de disquerías cuyos dueños les prohíben a sus empleados que hablen con el público, porque así pierden tiempo y si les gusta la música inducen al público a que busque cosas buenas y no el resto de las porquerías de moda que venden y que es lo que les deja mayor ganancia. Yo siempre entendí que el tipo que tiene un negocio quiere atender bien al cliente, darle información, orientarlo en la compra. Hoy en día parece ser que toda esta clase de gente no entiende que el negocio funciona por los clientes. Yo soy músico; si no hay alguien a quien le gusten mis canciones, lo que hago no existe para los demás, y sólo podría tocarlo en mi casa.
El problema es que quienes dicen esto son los que hacían discos y ahora también son una agencia de representación. Antes estaban las compañías discográficas por un lado y los managers por el otro. Ahora está todo el negocio de la música, como tantos otros, concentrado en una sola empresa. Es un asunto de dinero, no hay nadie que haya pensado en cómo tenía que ser la cosa en función de los cambios en la sociedad ni nada por el estilo. Por otra parte, con la gran soberbia que ha tenido la industria fonográfica en todo el mundo, se le fue de las manos esto de la producción independiente. Muchos querrían manejar monopólicamente todas estas pequeñas productoras, porque si las sumás a todas son un número. Son chiquitas, pero son muchas. ¿Cómo lo hicieron? No escuchando, no dándole la oportunidad a gente nueva, grabando pura y únicamente lo redituable comercialmente. Con ese tipo de cosas ellos mismos arruinaron el negocio. Y ahora se quejan de la piratería, que sí es un problema, aunque no tan grande para un tipo que hace buena música y tiene un proyecto. A la gente que le interesa lo que yo hago compra mi disco, no lo piratea. Los tipos hacen una bandera de la antipiratería pero resulta ser que las mismas compañías son las que inventaron y fabrican estos grabadores con los que podés copiar música, e inventaron estos nuevos formatos. Entonces, ¿quiénes son los piratas? Además, si copiás de una manera estás fuera de la ley, pero si copiás con el sistema que ellos te venden, no. ¿En qué quedamos?
Al mismo tiempo, la tecnología democratizó de alguna manera la posibilidad de los músicos de grabar su música.
Sí, hoy cualquiera hace su CD. Con un módulo de Pro Tools pueden grabar un buen disquito en un garaje, sin necesidad de ir a Beverly Hills o a Nashville. Sin productores ni discográficas.
Sí, claro que se interesan, pero siguen con la misma mentalidad de la vida pasada. Entonces lo que hacen con los pequeños grupos, nuevos, medio desconocidos, es editarles los discos con el logo de la compañía y los músicos los venden en sus shows. Pero la discográfica ¡les vende los discos! Y encima se los vende caros. Es decir que el artista al que producen en realidad es un cliente. Y lo liquidan. No me extrañaría que en un futuro se arme una especie de cámara de productores independientes cuyos directivos sean directivos de los grandes sellos discográficos. Además, exageran con eso de que no les dan los números, porque no es caro grabar un disco. El problema que tienen es que gastan fortunas en una cantidad de pelotudeces… Ahora hasta ponen el crédito del catering en la contratapa de los discos.
Ni qué hablar, claro. Pero no sólo yo; hoy Los Beatles tendrían que presentar un demo. Además, como en cualquier actividad, en el negocio de la música hay tipos talentosos y otros que no entienden una papa. Hay errores históricos, no sólo de ahora, como el tipo del sello Decca que rechazó el primer simple de Los Beatles, que era “She loves you (yeah, yeah, yeah)”. Después lo echaron, claro. O el que durante los últimos seis años de vida del Polaco Goyeneche no quiso que grabara. Y cuando se murió me quiso comprar el disco. No me preocupa el tipo que quiere hacer negocio exclusivamente, lo que más me llama la atención es que estos tipos que hacen sólo negocio detestan a los que hacemos otras cosas.
¿Cuáles son las ventajas y desventajas de ser independiente?
Las desventajas son exclusivamente materiales. A veces realmente no me cierran los números, entonces tengo que esperar un poco para hacer el disco que quería hacer, por ejemplo. Otra cosa es que estoy seguro de que muchos temas míos podrían ser hits si los pasaran por la radio, pero se hacen conocidos recién con el tiempo y por el boca a boca. O porque los canta alguien. Ahora por ejemplo me piden en todos lados “Yo no permito”, porque lo cantó Andrés Calamaro ante treinta mil personas. Pero si estás en el otro lugar, no tenés las ventajas espirituales que yo sí tengo. En una compañía grande soy un esclavo, y acá soy el dueño. Pero no un dueño como ellos, sino uno que se levanta a la mañana y dice: “hoy quiero grabar esto”, y graba esto. Si yo recupero lo que invertí en un disco, o si en algún momento la plata no me alcanza y tengo que recurrir a lo que gano por mis shows o por derechos de autor, es problema mío. No le tengo que rendir cuentas a nadie y es plata de la música que invierto en la música. Empecé a ver los problemas cuando era muy chico. Me decían por ejemplo que un tema era demasiado largo, o que la tapa doble encarecía mucho el disco. He tenido discusiones para incluir una hojita con las letras: ¡me decían que salía muy caro y era un papelito! La cosa funciona así: un asesor financiero dice que esa hojita, que sale cinco centavos, si venden un millón de discos se convierte en un monto importante. Tiene razón en términos económicos, pero no se puede vivir así, menos cuando se trata de un producto cultural, que tiene sus particularidades y no puede ser juzgado como cualquier otro. Bueno, en la industria discográfica creen que sí. Yo no lo creo y por eso soy independiente.
Sencillo: ganamos menos. Porque lo que yo quiero es que lo tenga más gente. Me da pena que si hay alguien a quien le gusta lo que yo hago no lo pueda tener por el precio. Si costara 300 pesos lo podrían comprar muy pocos.
Sí, pero no solamente eso. Creo que el negocio discográfico del futuro es éste, que consiste en dar mucho y de buena calidad por relativamente poca plata. Y es el modo de que alguien que admira a un artista y sigue su carrera pueda tener todo lo que hace ese artista.
Otro problema que tienen hoy los discos es que cada vez hay menos disquerías.
Sí, y eso pasa en todo el mundo. Pero al mismo tiempo está apareciendo una cantidad de puestos de venta alternativos. Nosotros, por ejemplo, estamos inaugurando unos exhibidores en la Librería Hernández. En muchas ciudades de Europa y Estados Unidos hay tiendas de ropa que venden discos, especialmente de world music.
¿Hay apoyo estatal para la música?
No, no existe. Por eso ahora se está tratando en el Congreso el proyecto de la Unión de Músicos Independientes (UMI) de Ley de la Música, que apoyamos con Spinetta, Gieco, Calamaro y muchos más. Es muy bueno porque prevé que haya un presupuesto de Cultura para la música, como tiene por ejemplo el cine. Y eso va a permitir financiar o subsidiar proyectos, cosa que hoy no se puede hacer y no he visto nunca. Otro problema en nuestro país es que el empresariado argentino, a diferencia del brasileño, por ejemplo, es más cholulo que el programa de Tinelli y solamente quiere poner plata en cosas masivas. Y así llega un momento en el que se produce una asfixia, porque el de la marca más conocida sólo está con el cantante más popular, con el que vende más discos. Y el político hace lo mismo, quiere que vaya a sus actos el músico que más convoca en ese momento. Los músicos no tenemos nada, ni jubilación. Acá un músico deja de tocar o lo picó una avispa en la mano y no puede tocar más y se muere de hambre. Hay una mutual pero no es algo que sale del Estado, no hay una política al respecto.
¿Qué recuerda de su época de funcionario?
Primero que fue una época de apenas diez meses y medio. Era director de Divulgación Musical de la Municipalidad. Tenía una oficinita en el Centro Cultural San Martín. Me peleé hasta con los ascensoristas, porque la burocracia histórica que tiene el lugar te impide hacer casi cualquier cosa. Una vez que había que comprar un trapo de piso tuve que firmar y ponerle el sello a no sé cuántas planillas. ¡Yo me sentía un trapo de piso!
¿Volvería a ejercer un cargo público si lo convocaran?
Ni en mi próxima reencarnación, y bajo ningún gobierno.
El mundo en una canción
Por Oscar Finkelstein Fuente Revista Debate Más información: www.revistadebate.com.ar |
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