Revolución es hacer cada día de nuestro pequeño espacio, un lugar digno de habitar
"La Maldita Máquina de Matar" Pinchevsky/ Medina

lunes, octubre 10, 2011

Novela "Una rosa para Junior" - (10) -



    Un par de horas antes de que Junior y Darío ingresaran al sector aduanero del aeropuerto, Mosser y su fiel secretario Osmar franqueaban sin ningún tipo de contratiempos los trámites de ingreso temporario al país bajo la fachada de dos pasajeros provenientes de Madrid en un vuelo regular de la aerolínea de bandera española y con identidad portuguesa acreditada en sus pasaportes. El sirio tenía sumo interés en pasar desapercibido el poco tiempo que permanecería en suelo argentino y a raíz de eso fue que buscó cierta protección en la nueva identidad adoptada. De otro modo, seguramente, su sola presencia alertaría a los servicios de seguridad. Consciente de que una porción importante de la sociedad lo consideraba persona no grata evitaba, de tal modo, ser interpelado por algún ciudadano, por la prensa o por personas allegadas al gobierno. Si bien era cierta que había blanqueado las causas con la justicia argentina por el resonado caso de la doble nacionalidad obtenida por medios no demasiado diáfanos, no era su intención, al menos en esta oportunidad, atraer las miradas hacia su persona. Su presencia respondía a la necesidad de accionar como lo haría un titiritero: Mover los hilos de sus marionetas. Y él sólo necesitaría de dos a saber: Divah y Darío. Más allá de contar con el apoyo logístico que le brindarían ciertos agregados diplomáticos de algunas embajadas amigas que tenían una vasta experiencia en operar bajo el rígido código musulmán. Se sumaba también la inestimable ayuda de El Ángel, un ex militar y actual colaborador de la SIDE, siempre dispuesto a realizar el trabajo sucio; su especialidad. Un mercenario de ideología nazi en todo el sentido de la palabra. Él y su grupo de tareas habían participado activamente brindando no solo su logística, sino también apoyo militar en los sucesos que concluyeron con la voladura de dos edificios de la comunidad judía.
      Por otra parte aprovecharía su tiempo para distribuir el contenido de las dos valijas provenientes de Miami la noche anterior. retiradas por Darío.
       Tal como lo había previsto a la salida los aguardaba un señor vestido de impecable traje claro que les hizo entrega de las llaves del vehículo arrendado: Un Peugeot color marrón.
        Tanto Mosser como Osmar conocían el trayecto hacia la capital a la perfección y difícilmente tendrían dificultades para orientarse y llegar al punto de reunión tras hablar personalmente con el tal Gutiérrez. Éste, conjuntamente con los “camellos”, se había encargado de realizar las maniobras pertinentes para evacuar las maletas del aeropuerto.
     Con absoluta cordura Osmar condujo hasta el lugar del encuentro. Tres cuarto hora después se procedía al intercambio. Los escasos segundos que demandó la tarea, Mosser, supervisó que todo marchara bien desde el amparo que le conferían los cristales polarizados de su rodado. Desde allí vio como su secretario y Darío realizaban el cambiazo de las maletas repletas con dólares sucios de baja denominación provenientes del mercado estadounidense. Un millón ochocientos mil dólares en billetes de a cincuenta, veinte, diez y cinco dólares a la espera de ser “lavados”.
        Y sintió cierta pena ante la contemplación de aquel rostro joven que, aferrado al volante de la Pathfinder, evidenciaba claramente muestras de impaciencia y fastidio mientras aguardaba que el trueque concluyera.
        Finiquitado el asunto el sirio y su secretario enfilaron directamente al hotel. Ya una vez instalados en las lujosas habitaciones del Hyatt, propiedad de un amigo egipcio y, del cual tanto Mossser como El-Kir tenían acciones, procedieron a la cuenta del dinero.
       Finalizado el mismo y, fiel a su costumbre de registrar con minuciosa precisión cada movimiento, el sirio hizo una serie de anotaciones en su agenda.
Arg. (1-800-000) – Dar – 180 – 1-3-95 – Miami
      Cerró su agenda y la guardó en el bolsillo interior del saco. Acto seguido pidió una línea a la operadora e hizo dos llamados telefónicos.

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