Revolución es hacer cada día de nuestro pequeño espacio, un lugar digno de habitar
"La Maldita Máquina de Matar" Pinchevsky/ Medina

domingo, octubre 16, 2011

Novela "Una rosa para Junior" - (13) -


Hotel Hyatt, Buenos Aires, marzo de 1995.


     Mosser ya había definido ciertas cuestiones con el secretario del gobierno provincial y, tal como se venía efectuando con cierta periodicidad hasta el momento, el dinero sucio se lavaría ingresándolo en el presupuesto de Obras y Servicios Públicos. Por cierto una maniobra muy bien lubricada. Nada mejor que un gobierno que “hace” obras. Que le devuelve a la gente en obras, lo que es de la gente.
    Los verdes billetes estadounidenses de baja denominación iban camino a La Plata, la capital de la provincia, como parte de lo convenido en la ingeniosa red de corruptela montada con la anuencia del excelentísimo señor presidente y la estimable protección de la policía. Aunque tuviera la impresión de que el distanciamiento entre nación y provincia podría tornarse en un juego peligroso, algo que le preocupaba pero no demasiado. Mosser temía que la cosa se encarnizara de tal modo que comenzaran a tirarse con muertos tanto de un lado como del otro; perdiendo una plaza importantísima para el mercado.  
    Había separado el diez por ciento de la suma total de la siguiente forma: ochenta mil para el área Ezeiza y los cien mil restantes para Darío quien, por otra parte, había sido citado al hotel para interiorizarlo en el tema.
    Darío llegó al hotel a las siete en punto, haciendo gala de una puntualidad extrema, además del impecable traje de lino celeste que resaltaba el tono bronceado de su rostro. Era un hombre de porte mediano y andar elegante. Pelo castaño peinado hacia atrás con fijador y ojos claros. Cercano a los cincuenta, llegaba precedido de cierto aura que lo sindicaba como a un empresario exitoso en los negocios y con las mujeres.
     Se habían conocido en el viejo continente cuando éste oficiaba como integrante de una comitiva empresarial que acompañaba al presidente en busca de créditos blandos e inversores interesados en desembarcar en el país. Bastaron tan solo un par de encuentros en reuniones importantes para darse cuenta de las muchas coincidencias que los acercaban en cuestiones mercantiles. Relación que se fue consolidando con el tiempo y que transformó a Darío en uno de los socios más confiables del sirio en la Argentina. Amistad fructífera para los propósitos que abrigaba el árabe. El argentino tenía tres condiciones valoradas por Mosser y la organización: Era un individuo astuto, locuaz y ambicioso. Añadido a un talento especial que le permitió ganarse un lugar de privilegio entre los poderosos. En muy poco tiempo había pasado de ser un discreto traficante de drogas a convertirse en uno de los más efectivos lavadores de dinero del país sudamericano. Todo sujeto a su bien ganada reputación de empresario honesto y pujante. Influyente asesor a la hora de aconsejar a sus clientes sobre ventajas y desventajas de invertir, o no, en determinados mercados; y reconocido hombre de la noche con cartel propio.
     Con una sonrisa plena, un desconocido Mosser, le salió al encuentro. Cambiado en la apariencia, lucía prótesis pilosa sobre labios y mentón, y atormentadores ojos celestes. Y le demandó algo de tiempo reconocerlo detrás de su nueva fachada.
-         ¿Oh, amigo! ¡Cuánto placer! Adelante, ponte cómodo. ¿Gustas un café? – le dijo en su característico castellano.
     Darío asintió. A un costado, y en silencio, el inconfundible Osmar mantuvo una discreta presencia durante todo el tiempo que duró la reunión. La mirada atenta y la mano cerca de la sobaquera. Presto a cualquier pedido del jefe, como en ese caso, servir el café en la sala contigua.
    El sirio guió a su amigo hacia el ambiente relajado de un living con amplios sillones, obras de arte y una generosa visión de la ciudad que se colaba a través del amplio ventanal, donde tomaron asiento en torno a la pequeña mesa de mármol negro en donde, un rato después, Osmar sirviera el café en refinados pocillos de porcelana.
-         Con edulcorante por favor – solicitó el argentino mientras acomodaba la espalda en el respaldar del mullido sillón. Fiel a su modo de ser fue directo al grano. Detestaba cualquier tipo de vueltas y preámbulos por considerarlas una estúpida pérdida de tiempo. Time is Money, era su frase de cabecera.
    A sabiendas de que su presencia allí se debía a asuntos algo más turbios que hablar de negocios simplemente a los que todavía no podía comprender en su real dimensión, se preparó para lo peor. Eran pocas las veces que el empresario dejaba de lado cuestiones que no estuvieran ligadas al factor puramente económico. Aquella era una de esas.
-         Debo decirte que me gratifica tu presencia en el país, a la vez que me toma por sorpresa… También que te sienta muy bien el color de ojos, aunque se te vé algo extraño… la última vez, si mal no recuerdo…
-         Es un viaje fuera de contexto. Entiéndelo así… nadie debe saber de mi presencia aquí. De más está decir que uento con tu discreción…
-         Nunca te he defraudado.
-         Y lo bien que has hecho.
-         Debo decirte que me preocupa lo sugestivo del mensaje que me enviaste por fax. ¿Es lo que supongo o…?
-         ¡Ahá!... pero no deberías apresurarte en sacar tus propias conclusiones. Vayamos por parte Primero los negocios. Acá tienes tu parte. Puedes contarlo si lo deseas. No me voy a sentir ofendido… ¿Algún inconveniente?
-         No por ahora. El pibe no es estúpido. ¿Se puso como loco? Creo que deberíamos cambiar las formas… no sé… algo que lo despegue…
-         Comprendo. No es para menos. Con lo de su tía se curó de espanto… Pero no te preocupes. ¿O tengo que recordarte quien está garantizando el negocio y se lleva la mejor tajada?
Darío visualizó ocularmente el dinero y, sabedor de que no faltaría un solo centavo, volvió a ensobrarlo. Un poco ex profeso, y otro poco como para ganar tiempo que le ayudara a clarificar sus pensamientos. Aspiró profundo, elevó la cabeza y buscó los ojos del sirio para contraatacar.
-         La última vez que recibí un mensaje similar voló un edificio con ciento de personas adentro. Otro tanto aconteció con la embajada. Ahora no comprendo… realmente no entiendo que es lo que buscan. Te advierto que si desean perpetrar otro atentado no les irá tan bien como las veces anteriores. Es imprudente insistir con la misma metodología…
-         Mi querido amigo, creo que incurres en un grave error al querer sacar tus propias conclusiones. Tú mente está tan saturada de sustancias que no te permiten abarcar tanto. Tú sólo limítate a desempeñar correctamente el rol para el que se te paga. Cobras muy alto tu trabajo y se te paga sin chistar. Esto es una cadena de mandos y jerarquías. Alguien manda y yo obedezco. Ahora yo mando y tú obedeces. Así de simple. Bagdad bajó su pulgar, y la espada de Allah presta a actuar. Ello no significa que sea ahora, empleando la misma metodología como dices. No prejuzgues ni nos creas tan imbéciles.. Eso es malo de tú parte.
-         ¡No me gusta ésa rosa! ¡Detesto la violencia!... ya no deseo involucrarme más. ¡No quiero oler a muerte por el resto de mis días! – le recriminó el empresario.
-         Ya hueles a muerte, amigo. No quieres darte cuenta pero es así. Por si acaso no lo sabes, llevas ese olor impregnado en la piel desde el primer instante en que decidiste superponer el dinero por sobre cualquier otra prioridad. Hueles a muerte porque le sirves como un perro fiel. Porque amas la ostentación, el poder que emana del dinero que te permite obtener lo que deseas con sólo proponértelo. No puedes torcer el destino que has elegido; y es muy tarde para recomponer la escala de valores… ¿Y sabes por qué te lo digo? Porque a mí me sucede lo mismo… La diferencia radica en creer haberlo asumido. Grave error el nuestro porque bien sabemos que nunca será así. Dios sabe que no.
-         No veo nada malo en que me guste el dinero. Como a todo el mundo. La cuestión no pasa por ahí.
-         ¿Quién lo afirma? ¿Tú? Intenta, entonces, deshacerte de todos tus bienes. Ve y compártelos con los desposeídos. Trata de salirte de la telaraña que tu propia ambición ha tejido y después me cuentas. No existe lugar en el mundo en donde puedas esconder tus corruptos huesos. No eres de la clase de personas a resignar nada. Quieres más, mucho más… Y te lo estoy brindando. Tú decides… - el sirio hablaba con voz serena y la sapiencia que brindan los años y toda una vida al servicio de oscuros intereses. Si tuviese que definirse a sí mismo se proclamaría como un condenado a errar en una barca dorada que no conduce al paraíso. Esbozó una risita paternal y encendió un Ducados. – Míralo de este modo estimado Darío, hay buena tela de por medio y el trabajo que se te pide es sumamente sencillo. Solamente deberás hacer de lazarillo. Ayudar a conocer el terreno. Y como siempre estarás libre de culpa y cargo. Desde ya puedo asegurarte que esta vez no habrá tanta violencia. Ya que se trata de un trabajo puntual, limpio y sin secuelas para nadie. Tienes mi palabra. Lo único es que cuando acontezca el hecho se armará tal revuelo que nadie sabrá en donde está parado. Digamos que se trata de una misión punitiva. Ah… - agregó exhalando el humo – ¡Este bendito país vuestro sí que da para todo! Todos los gatos bailan en la misma bolsa. Esta vez solo será un terrible accidente. Y si de buscar culpables se trata aquí confluyen todas las fuerzas del mal. Palestinos, iraquíes, iraníes, nazis, narcos, servicios de inteligencia, locos, la Mossad, locos justicieros… hasta la Hezbollah y la CIA, mi querido amigo. Así que puedes dormir tranquilo.
Darío escondió la cabeza entre los hombros completamente abatido. Volvió a respirar hondo. ¿Qué podía hacer? Estaba metido en un juego del que muy pocos salen vivos una vez aceptadas las reglas. Un sitio en donde siempre se camina por las cornisas y la infidelidad se paga con la vida. Aunque ésta fuera moneda de pago en el secreto mundo de las mafias, el dinero y la alta política. Saberlo lo reconfortó. Hasta el momento no podía quejarse, y tan mal no le había ido. Conocía que la matriz que concibió los atentados a la comunidad judía no había sido solamente acciones de guerra, si no una acción tendiente a escarmentar la política exterior de un gobierno alineado incondicionalmente con los Estados Unidos e Israel durante la llamada Guerra del Golfo. Y sin embargo no podía menos que sentirse mortificado ante la incertidumbre de no saber hacia quienes estaban dirigidos los dardos del islam esta vez.
-         ¿Cuento contigo, entonces? – preguntó el sirio aplastando la colilla de su cigarrillo en el fondo del cenicero. - ¿Amigo?
-         Claro… si no tengo alternativas. Sólo me gustaría saber…
-         Detente, no prosigas. Voy a darte un consejo. En este caso el no saber es tu seguro de vida. Te digo esto en señal de aprecio. Nos mantendremos en contacto. – dijo Mosser dando por concluida la charla.
Darío terminó de un sorbo el resto del café frío. Estrechó la mano del árabe y salió de la habitación con un dejo de preocupación. Iba tan inmerso en sus pensamientos que ni siquiera reparó en la espectacular pelirroja con la que casi tropieza en el lobby del lujoso hotel.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario