Revolución es hacer cada día de nuestro pequeño espacio, un lugar digno de habitar
"La Maldita Máquina de Matar" Pinchevsky/ Medina

viernes, noviembre 25, 2011

Amor y bricolaje





Una de las cosas que peor lleva una mujer, aunque no lo diga ni muerta, es que el hombre que puebla sus días no sepa ni reparar un enchufe. Yo a tal extremo no llego, y hasta me atrevería, haciendo un poco de memoria, a cambiar una rueda del auto, pero, la verdad, para mucho más, mis mañas mecánicas no alcanzan. Ella lo supone, y no obstante, tantas cuantas veces se ha encasquillado una cerradura o se ha atorado el radiador del pasillo, siempre ha esperado lo mismo: que apareciese armado con la caja de herramientas para arreglar aquella tonta descompostura en un santiamén. Sin embargo, nunca he podido darle esa satisfacción; al contrario, bastaba con ver mi gesto desarmado frente la avería para comprender que eso era un imposible… Hasta el otro lunes cuando se me presentó la oportunidad para resarcirme de una vez por todas y quedar elevado en la misma tacada al trono de indiscutible varón de la casa. 
Verán, regresó de su despacho con un humor de aúpa porque se le había descompuesto su imprescindible portátil y el técnico informático de la empresa estaba de baja por una lumbalgia. Así que, esa misma noche, en la tertulia del Café Estar convencí a Luís que, amén de profesor de programación, es un prodigio con todo tipo de chismes digitales, para que al día siguiente se presentase en casa y viese de repararlo. Naturalmente, a ella le oculté el busilis del asunto y, a la mañana siguiente, simplemente le insinúe que intentaría arreglarlo.
—Bueno, prueba —me respondió con un escepticismo alicaído mientras cambiaba sus trastos de bolso. 
Y dicho y hecho: fue cerrar la puerta rumbo a su oficina y telefonear a Luís, quién, una hora y pico después, llegó sobre su veloz Ducati portando un carterón repleto de cables, herramientas minúsculas y decenas de CDs y pendrives con programas para solucionar todo tipo de desbarajustes informáticos. Enseguida se sentó en mi escritorio y en un par de horas había dejado el portátil como nuevo. Después, lo invité a comer a una casa de comidas del barrio, que dan menús tan suculentos y afamados como para que la visite, de cuando en cuando, alguna celebridad.
Y quién casi me come a besos fue ella, cuando se encontró con su portátil a pleno rendimiento. Y tan sorprendida se quedó que, durante su última salida semanal con las chicas Telva, debió de alardear de mis recién descubiertas capacidades informáticas, porque ayer Sita me telefoneó para que fuera a ponerle a punto el suyo y, si disponía de tiempo, el de su niño.
Y lo malo no es que se descubra la trápala, lo malo es que Luis ni de lejos se parece a Paul Newman.

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