El jazz parecería pensado para lugares donde se toma algo
Adrián Iaies
Hace tres años preside el Festival de Jazz de Buenos Aires, evento exitoso en cuanto a masividad, pero que tiene aspectos creativos que benefician directamente a los músicos y convierten a los porteños en un privilegiado público de jazz a nivel mundial. En enero pasado, mes en el que le gusta estar en la ciudad, tocó vivo en el Café Vinilo, solo con su piano. Y salió Cuándo dejó la lluvia de ser sagrada? Es decir, no salió. Lo hizo él. Aunque le atribuya méritos hasta al mes del año.
Por Jorge Belaunzarán
-Por qué decidió hacer el disco en vivo? ¿En estudio no se graba el jazz de ese modo prácticamente?
-En el jazz no se graba como en rock donde primero grabás unos instrumentos y después otros. En el jazz, aun cuando estés en un estudio, tocan todos juntos, lo cual de alguna manera es lo que sucede en vivo. Lo que pasa que lo cambia es el hecho del público. Una cosa es un concierto de música clásica, donde en general se graba en salas de concierto con público, estás tocando una cosa que está toda escrita. Con el público ahí, lo que está sucediendo es algo que, no es que escape a tu control, pero donde el margen de variantes es muy amplio, porque estás improvisando. No podés parar y empezar de vuelta. Más que en ninguna otra música, en el jazz hay como una adrenalina, un vértigo cuando estás con el público ahí, porque sólo una pequeña parte de lo que vas a tocar está prevista, que en general es la estructura que tiene el tema. En el caso de Cuándo dejó la lluvia...? eso está más exacerbado. Hay una estructura básica, pero luego el margen que tenés para moverte es muy amplio. Y las versiones que se suceden tienen un aire muy diferente. Además de esas razones soy un tipo que la pasa muy bien en vivo. Me gusta el escenario, no soy un tipo que se pone nervioso, no soy demasiado fóbico con el tema de los ruidos; prefiero los boliches a los teatros. En un boliche la gente está de otro modo; y vos también: más relajados. Y el jazz es una música que parecería pensada para esos lugares donde la gente toma algo, vos tomás algo. Y más allá de que (Café) Vinilo es un lugar espectacular, la gente está atenta a lo que tocás, y el que no se tomó un vino se tomó un whisky, una cerveza, y siempre es más relajado que un tipo sentado en una butaca escuchando música. Luego yo no hacía discos en vivo hacía años, y me daba ganas. Lo último que hice en vivo fue en el 2005, en La Trastienda, con el Tango Reflextions Trío, y el último Solopiano mío tiene más de diez años. O sea que se juntaron dos elementos que quería aprovechar. Y luego, hay algo que no es una casualidad, pero es como aprovechar: enero es un mes precioso para tocar en Buenos Aires porque hay mucha menos gente, hay algo en la energía que tiene la ciudad; el enero pasado fue el cuarto verano que toqué. Y es particularmente un buen mes para laburar, te lo dicen los músicos: tocás y los boliches siempre están llenos.
-Llama la atención los méritos que le atribuye a lo aleatorio. Al escuchar el disco da la sensación de que lleva al público como chicos para la escuela.
-En eso coincido. Pero no me quiero poner muy complicado: hice terapia sólo dos años en mi vida cuando murió mi mujer, o sea que no soy fanático ni nada, pero de alguna manera el Solopiano es como hacer terapia, porque aprendés muchas cosas de vos mismo. Y en realidad aprendés cosas de vos mismo hablando vos. Como te dicen los terapeutas: lo está diciendo usted, no lo digo yo. Que puedas relajarte, entender que en un lugar tocaste algo que no estaba previsto, o que fue un error, o que a partir de un pifie lo que sale es un camino alternativo. Podés ser un tipo que pifió y eso te saca del juego, o podés ser un tipo que tocó la nota de al lado y dice: ok, agarro por la colectora; de cómo reaccionás en una situación donde hay gente, porque de algún modo te desnudás. No es que estás tocando una cosa que está toda prevista, armada. Es cuán elástico podés ser con todas las circunstancias que rodean a la interpretación de un tema. Yo la paso bien. Hay tipos que la pasan para el culo y rinden mucho más en un estudio. A mí me parece que el estudio está bueno, te ofrece algunas cosas que son impagables. Porque tampoco hagamos apología de la cosa más villera. El estudio tiene algo que está bueno, que es la reflexión. Nosotros hicimos dos domingos en el Vinilo; el segundo domingo agregamos una función porque estaba al palo la primera, con lo cual teníamos como cuatro horas y pico de música. Yo me quedé con las ganas de seguir tocando. Cuatro días después llamé a un estudio de grabación y pregunté si tenían el estudio libre a la tarde y me fui y me quedé en el estudio cinco horas y grabé un disco entero. Que está guardado, no tiene nada que ver con esto, donde grabé otros temas que no llegué a meter en los conciertos y grabé un par de temas que sí grabé en los conciertos. Y me escucho a mí mismo tocando solito en el estudio con poca luz y solamente con el técnico y escuchando lo que había tocado, no tres meses antes, cuatro días antes en un boliche, y es otra cosa. Los dos ámbitos te ofrecen algo que es impagable. Ahora, yo la paso bien en vivo. Me gusta cuando hay un poco de ruido.
Luego de dos respuestas dan ganas de tenerlo de conocido a cruzar seguido y consultarlo por lo que sea. Primero, porque responde con precisión y amplitud, términos que a priori parecen antagónicos pero que, parafraseando a Calle 13, se dice mucho cuando se tiene mucho para decir. Segundo, porque no sólo lo hace sobre música, que a priori se supone que es de lo que sabe. Comenta sobre el ACV que tuvo su perro, y lo explica con el mismo esmero. Adrián Iaies se define como músico de jazz. Este año grabó el bello Cuándo dejó...?
-¿El piano permite un conocimiento de sí mismo más amplio y noble?
-En realidad cualquier instrumento, yo lo único que toco es el piano. Que tiene un grado de autonomía que no tiene ningún instrumento. Tenés que considerar que no existe el pifie, que son alternativas: fuiste para un lado diferente al cual tenías previsto. Si lo pensás como un pifie sonaste. A veces arrancaste en un tempo diferente al que tenías previsto, y el tema te llevó a otro lado. Hay cosas que son intencionales, y hay veces que no. Y lo tenés que hacer es acomodarte a esa situación, que es inesperada para vos mismo, y convertir eso en una oportunidad. Estás en una situación, tenés que sacarle el jugo a eso.
-¿Otros géneros no permiten esa autonomía? Por ejemplo la canción, de la que pueden aparecer tantas versiones diferentes.
-El jazz tiene una tradición. Uno no concibe el jazz sin improvisación, es parte del asunto; se toca el tema y luego se lo improvisa. Eso no pasa en otras músicas. Un tipo que tiene una canción tiene una letra, que funciona como una guía y lleva de la nariz a todo lo que está sucediendo musicalmente. En el jazz la improvisación no es importante, es esencial. Escuchás un disco o un concierto de jazz y lo que vas a escuchar es lo que cada uno improvisa cuando le toca su parte, o cómo es cuando hay improvisación grupal, o cómo en base a lo que el solista está improvisando el resto acompaña, se acopla. Eso es algo que no sucede en otra música. Lo que ha sucedido es que algunos géneros incorporan elementos jazzísticos. Cuando dicen: acabamos de ensayar; ¿y, cómo suena?; y, es un disco, es como va a sonar en vivo. Un grupo de jazz nunca podría hacer eso, nunca se lo permitiría. Lo que estás esperando simplemente es que el ensayo sea ponerte de acuerdo con algunas pautas y luego tocar. Yo grabé el último disco del trío, que era casi todo material nuevo, hace dos años, y para grabar el disco hicimos dos ensayos. Un grupo de rock ensaya semanas y a veces meses, y tocan la música en vivo mil veces y después van al estudio y lo graban. Y se supone que cuando lo van a grabar ya cada uno sabe exactamente qué va a tocar. Son parámetros distintos, objetivos distintos, lo deseable está en otro lado.
-El disco son todas canciones pero están pensadas como instrumentales.
-Lo plantearía al revés: son canciones que no tienen palabras. Estoy cantando con el piano, pero son canciones. Porque la estructura del tema es básicamente una melodía. Y una canción es una melodía con ciertos acordes que sostienen esa melodía y que la visten y le dan una textura. Uno cuando habla de canciones acá, está pensando en las letras. Los músicos jazzeros americanos presentan un tema y dicen vamos a tocar una canción llamada, y nadie va a cantar. Hablan de un song, una canción. Porque el repertorio jazzístico son canciones, se sostienen sobre la belleza que tiene la melodía, y luego vos estás tocando, operando sobre esa melodía. Y la forma del tema te la da la melodía. Y todo lo que sucede está enmarcado por ese mapa que son esos 32 compases. A mí me gusta tocar canciones. Prefiero eso y no tocar sobre una forma más libre. Hay discos de Keith Jarret en los que el tipo está tocando media hora seguida sobre un riff (una cierta línea que toca con la mano izquierda y sobre eso va improvisando). Pero no es que hay una canción e la que podés seguir la melodía. Está tocando sobre una idea más abierta. Yo prefiero tocar sobre canciones. A mí me gusta el desafío que implica encontrar una lectura nueva de algo tan sencillo como una canción, a ver qué le encontrás. Creo que mi mayor mérito, donde siento que soy más sólido es que sé elegir bien las canciones. Cuando vos escuchás Los mareados, o Cartas de amor, del Cuchi (Leguizamón), y decís: llevo escuchadas 20 versiones diferentes de Loss mareados, por 20 tipos diferentes; instrumentales, cantadas, con grupos grandes, con orquesta típica, un tipo tocando solo; ¿cómo puede ser que el tema resista y acepte y se vea beneficiado con tantas lecturas distintas? Son como un tesoro, tienen una cosa misteriosa. Hay temas que no te lo permiten. Pero cuando ves que todo el mundo quiere tocar Los Mareados es porque el tema tiene algo, podés buscar en este tema algo que me permite mostrar mi propia identidad.
Iaies preside el Festival de Jazz de Buenos Aires. Y como se tienen prejuicios, provenientes todos ellos de una visión del mundo acuñada y adiestrada (la mayoría de las veces ferozmente, en vez hacerla crecer jugando), entonces surge la pregunta:
-¿Cuánto de esta creatividad se puede volcar al dirigir el Festival de Jazz de Buenos Aires?
-Que un Festival lo dirija un artista no es algo muy usual, en ningún lugar del mundo. Los dirigen tipos que son productores, empresarios, funcionarios, burócratas. Puede ser que el artista no tenga experiencia en producir, y te podés comer cosas que son claves como tener en cuenta un presupuesto, cuestiones técnicas, de logística, etc. Por lo tanto tenés que tener alguna experiencia como productor y además estar rodeado de un buen equipo de producción, cosa que tengo. Cuando llegué a dirigir el Festival de Jazz venía de tres años como director artístico de un sello adentro de EMI-Odeon, donde producíamos artistas de jazz locales; fue la única experiencia que hizo una multinacional en Argentina de editar discos de artista locales. Esos son los riesgos. Las ventajas, es que podés encontrarle alternativas diferentes. Por ejemplo: tenemos una sección que se llama Cruces. Consiste en que algunos artistas de afuera que vienen a tocar, los presento, vía mail, con músicos locales. O sea tengo que saber qué es lo que hace ese artista y con quién lo puedo presentar de acá. No podés mezclar agua con aceite. Los presento para que toquen juntos. Entonces cada uno tiene el compromiso de mandarle al otro, música, estudiarse la música que recibieron, y el día que tocan (se hacen en clubes de la ciudad, que son como los lugares más copados para algo que tiene que ver con lo experimental), tienen un único ensayo esa tarde, y a la noche tienen que tocar. Eso ha funcionado. No fui a ningún festival donde hagan eso. De hecho los artistas que vienen de afuera se sorprenden porque nadie le pidió o le ofreció hacer una cosa así. Se copan y hemos tenido resultados buenísimos musicalmente y en el sentido de darle la oportunidad a los músicos locales que compartan escenario con músicos de afuera. Tenemos un problema muy serio con el jazz local: el nivel artístico de los músicos es muy alto, pero tienen poca salida al exterior, poco contacto con músicos de afuera y con lugares donde se organizan los festivales, donde hay un circuito laboral más importante. A mí el Festival me parece que tiene que servir para dos cosas básicas: para acercar al público que usualmente no va a escuchar jazz, para que lo escuche, y luego para darle mayor visibilidad a algo que acá no hay que inventarlo porque sucede: la cantidad de jazz local que hay. Mi ventaja al ser músico es que estoy seguro que por ejemplo Fernando Tarrés me puede ofrecer una versión de la música de Piazzolla diferente a todas obras que se hayan hecho. Y es lo que todo el mundo dijo. Y salió un disco, y está precioso. Me interesa el proyecto del Festival en la medida que siento que es un proyecto creativo, como hacer música. Yo no toco una nota, no me podría programar a mí mismo, pero siento que estoy haciendo música.*
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