Por: Martín Azcurra
Fuente: Revista Sudestada
Un escritor se hace combatiente y espía. Viaja por el mundo, pero amarra su alma inquieta en las costas cubanas por más de veinte años. Atraído por la pesca, hace de la isla su hogar. De su encuentro con un pueblo noble, surgen relatos de pescadores diminutos contra peces gigantes. Así percibe la tensión con su país cuando estalla la revolución, que apoya abiertamente. El gobierno de Estados Unidos lo obliga a volver. ¿Suicidio o crimen político? Fidel, que se inspira en su novela sobre la Guerra Civil Española para enfrentar a Batista, lo reivindica por su audacia. En esta nota, un Hemingway que quiere cambiar el mundo con un bote y un sedal. Habla desde La Habana, Ada Rosa Alonso, directora del Museo Ernest Hemingway.
“Su puntería es increíble”, piensa Ernest al verlo con la palomita  rabiche en una mano y la gomera en la otra. “¡A que tú no matas la que está en  esa rama!”, lo arenga. Entusiasmado, el joven de ocho años que luego fuera su  niño-perro (recolector de pichones, “en el mejor sentido de la palabra”) la  voltea tan rápido que tiene que correr para atajarla antes de que toque el  suelo. Hemingway, cuyos dedos solían oler a pólvora, practicaba tiro en el Club  de Cazadores del Cerro. Con el tiempo, Fernandito Núñez se haría cargo del  cuidado de sus armas. “Pueden usarlas otras personas aquí, si tú lo decides,  pero que nadie sepa que son mías”, le indicaba Pa.
Diez años después, un grupo de moncadistas de tímida barba ingresa  al club y se topa con Núñez. “Muchacho, ¿nos prestas un par de rifles nomás para  practicar? Cualquiera está bien para nosotros”. Se llamaban Fidel Castro, Abel  Santamaría, Pedro Miret, Oscar Alcalde, y estaban entrenando, con otros, para  los asaltos de Santiago y Bayamo. “No apuntes nuestros nombres, por favor”. A  Fidel, Fernandito le da “la Yegua”, una escopeta calibre 12 de dos cañones, la  preferida por Hemingway.
No será la única vez que se encuentren los destinos de estos dos  gigantes. En su época de estudiante, a Fidel le comentan que un buen narrador  americano había escrito una novela sobre la Guerra Civil Española llamada Por  quién doblan las campanas. Cuando la lee, su cabeza, que ya estaba elucubrando  nuevas estrategias de guerra popular, se proyecta hacia la Cuba libre. “Trataba  de un grupo de guerrilleros y me pareció muy interesante, porque Hemingway  hablaba de la retaguardia que luchaba contra un ejército convencional. Puedo  decirle que esa novela de Hemingway fue una de las obras que me ayudó a elaborar  tácticas para luchar contra el ejército de Batista. Nosotros nos encontramos  (...) luchando contra un ejército relativamente moderno que tenía un control  absoluto de las armas. Los métodos que otros hombres usaron para resolver aquel  problema nos ayudaron considerablemente a intuir cómo hacerlo...”, confiesa  Fidel en una entrevista realizada por Frank Markiewiesz y Kirby Jones en  1976.
¿En qué se parecen estos dos hombres, que nunca llegaron a ser  amigos? Ambos, de niños, cazaban con gomera, pescaban peces de colores y jugaban  con soldaditos de plomo. Más tarde, los dos se zambullen en el curso de la  historia, descubren el poder de la acción, toman partido y arriesgan la vida por  algo.
Cuando la revolución cubana empieza a tomar un carácter  socialista, Hemingway, que vivió en Cuba por más de veinte años, es forzado a  regresar a su país. Ya no puede izar las velas del Pilar para buscar algún pez  aguja, ni puede encontrar otro buen lugar para escribir. Es la muerte del  escritor y del personaje. Se cruzan allí las dos teorías: la del héroe cansado y  del escritor acabado. Su depresión aumenta porque los movimientos de espías  federales a su alrededor lo vuelven loco. Una tarde, en el restorán donde solía  almorzar con su esposa, pregunta: “¿Esos quiénes son?”. Mary le responde: “Son  vendedores”. Hemingway gruñe: “Son del FBI y esta vez no fallarán”. Al regresar,  no dice una sola palabra. En su habitación, tiñe el cielo de su boca con una  escopeta Boss, calibre 12, comprada en Nueva York.
Toda Cuba se conmueve. Fidel levanta el puño y aclama: “Este ha  sido el mensaje de Hemingway que hemos tenido presente aquí en Cuba, en medio de  una Revolución. Nos ha acompañado en momentos cruciales y muy difíciles...  Nosotros hemos sido vulnerables y hemos estado expuestos durante décadas a la  destrucción, pero las frases convertir el revés en victoria y podrán destruirnos  mil veces, pero nunca vencernos, han sido nuestras consignas y gritos de combate  en los últimos años... Hemingway tenía toda la razón: Un hombre puede ser  destruido, pero jamás vencido. No fue otro el mensaje que captamos. No ha sido  otro el reclamo de los hombres que han luchado en todas las épocas y de su  literatura”.

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