Revolución es hacer cada día de nuestro pequeño espacio, un lugar digno de habitar
"La Maldita Máquina de Matar" Pinchevsky/ Medina

miércoles, noviembre 23, 2011

Novela "Una rosa para Junior" - (24) -


    Los días transcurrieron fugazmente; y a medida que el tiempo transcurría, Divah, comenzó a sentir la presión lógica de una acción tan determinante como la que estaba a punto de llevar a cabo producto, tal vez, de su propia ansiedad. Aunque no sería la primera vez que asesinaría a una persona, lo absurdo de atentar contra la vida de un hermoso muchacho, la mantenía prácticamente en vilo. Según su propia lectura del asunto, el chico no tenía la culpa de haber nacido en el seno de una familia dispersada por la política y un padre ególatra y ambicioso por demás. ¿Qué otra cosa podía hacer el hijo de un presidente corrupto? ¿Un joven de su edad que lo tiene todo y no tiene nada? ¿Un joven con la mirada triste, el alma herida y una abundante cuenta bancaria; condenado a ser el chivo expiatorio por culpa de su progenitor?
     Divah notaba que su estado de ánimo empeoraba con cada nueva hora marcaba por su reloj, y ello rebasaba su nerviosismo. Fumaba constantemente, cigarrillo tras cigarrillo. Bebía mucho alcohol y no paraba de caminar por la habitación como una fiera enjaulada. Deseaba que todo acabara de una buena vez, como fuera, pero que terminara ya; o enloquecería. No había logrado pegar un ojo en los últimos dos días. Y cuando creía hacerlo, su mente se extraviaba en un estado neurótico en el que sólo veía el rostro de su víctima que le sonreía desde la frescura de sus veintiséis años. Porque aquel par de ojos oscuros, que tristones, parecían censurar tantas lágrimas no podían mentirle: Le habían vedado el derecho a llorar. Los hijos de los presidentes no lloran. Los chicos ricos no lloran… ellos simplemente ríen. Siempre deben reír… le sobran motivos para reírse de la vida…
     Divah encendió otro Ducados porque había olvidado en dónde había dejado el anterior. Era el sexto de aquella aciaga mañana. Repasando por enésima vez los pasos a seguir. El plan, hasta ese momento marchaba a la perfección y sin fisuras; y nadie podía atestiguar haber visto a la víctima en compañía de una pelirroja y sin embargo, más allá de todo, sólo necesitó una par de horas desde su llegada al país para tenerlo bajo control. Había llegado el momento de asestar la estocada final. Los agentes la mantenían al tanto, haciéndole llegar sus informes, periódicamente, disimulados en ramos de rosas a la habitación. A través del tan singular sistema podía recibir hasta doce informes en un solo día. Ahora, el siguiente paso, consistiría en reunirse con el Ángel en un lugar del delta.
    Consultó su reloj. En minutos pasarían a buscarla los hombres del contacto para conducirla hasta la isla en donde se produciría el encuentro.
     Aplastó el cigarrillo a medio consumir en un cenicero y pasó al baño para retocarse el maquillaje. Tomó un pequeño bolso de manos y bajó de la habitación. En el ínterin otro cigarrillo que por momentos la asqueó pero lo necesitaba como una vía de escape para aplacar su atribulada conciencia.
     Los distinguió no bien atravesaron la entrada del hotel. No sintió necesidad de presentaciones. Aquellos tíos desentonaban hasta en un chiquero.

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