La llama y el vagabundo
Alonso Ruvalcaba
ESCRITOR
Ningún ser humano está tan cerca de la muerte como un enamorado: cada separación, cada palabra desdeñosa son desesperación y vértigo. También si el amor es correspondido: el amado, ese dios falible, nos ha elegido a nosotros, increíblemente. Es demasiada la Fortuna: sabemos que no puede durar. Cada día vencemos a las posibilidades, a los presagios funestos –y el enamorado, que es un arrojado, un extremista, tienta al azar, vive de esa descarga nerviosa y pregunta siempre: ¿me amas? "Si algo me sucede –escribió Meleagro–, riega con vino mis cenizas, te lo ruego, y antes de sepultarlas talla en la urna esta inscripción: Regalo del Amor para la Muerte." Romeo y Juliet deciden que la muerte es la única manera de perpetuar el amor, que nace en contra de todo; Shakespeare, en cuyas obras aparece la palabra love, verbo y sustantivo, 2684 veces, rogaba a su amado que tuviera un hijo: tal vez así podría vencer a la muerte horrible y seguir siendo "del mundo fresco adorno": the world’s fresh ornament.
Ningún ser humano, es la verdad también, está tan cerca del nacimiento como el enamorado: el mundo, reverdecido por un instante que se eterniza, contiene todas las posibilidades. Las calles parecen recién pintadas: exigimos por eso la detención del Tiempo, a gritos queremos pedirle que deje de cantar su triste canción de despedida: reloj, no marques las horas. Dante es otro ejemplo: antes de conocer a Beatriz poco o nada se podía leer en el libro de su memoria; el día de mayo de 1274 en que la conoció pudo escribir en ese libro: incipit vita nova, aquí empieza una nueva vida.
Amar, dicen los endecasílabos de Piedra de sol, es combatir. Es cierto: los amantes luchan contra los parientes y las estrellas en Shakespeare y contra Dios en Dante. En la vida diaria luchan contra la traición, contra los celos, contra la weva. El amor tiene todo en contra porque es antisocial. Los amantes olvidan cualquier compromiso: adiós a la familia y al trabajo, porque sólo vale este instante y este instante es una vindicación de la vida y un ansia de muerte y la vida verdadera y la muerte sin fin no tienen lugar en nuestro odioso mundo de eufemismos. Los amantes tienen que desnudarse y enlazarse para devolvernos "nuestra porción de tiempo y paraíso". Es mejor ser amantes que marido y mujer porque el matrimonio, a veces, es uno de los enemigos que el amor tiene que vencer. Piedra de sol otra vez:
"déjame ser tu puta", son palabras
de Eloísa, mas él cedió a las leyes,
la tomó por esposa y como premio
lo castraron después.
Hacer el amor: frase dichosa. Sobre esta cama, entre sus sábanas, en este sillón, en este auto, sobre esta mesa, no hay nada: espacio, aire. Hay que recostarse o inclinar el cuello o simplemente estirar la mano y hacer el amor. Para que en este espacio haya una cosa, para que la noche o la mañana o la tarde se cargue de signos y haya, al menos, algo que no es mucho: el amor.Fuente: Revista gatopardo.
Alonso Ruvalcaba
ESCRITOR
Ningún ser humano está tan cerca de la muerte como un enamorado: cada separación, cada palabra desdeñosa son desesperación y vértigo. También si el amor es correspondido: el amado, ese dios falible, nos ha elegido a nosotros, increíblemente. Es demasiada la Fortuna: sabemos que no puede durar. Cada día vencemos a las posibilidades, a los presagios funestos –y el enamorado, que es un arrojado, un extremista, tienta al azar, vive de esa descarga nerviosa y pregunta siempre: ¿me amas? "Si algo me sucede –escribió Meleagro–, riega con vino mis cenizas, te lo ruego, y antes de sepultarlas talla en la urna esta inscripción: Regalo del Amor para la Muerte." Romeo y Juliet deciden que la muerte es la única manera de perpetuar el amor, que nace en contra de todo; Shakespeare, en cuyas obras aparece la palabra love, verbo y sustantivo, 2684 veces, rogaba a su amado que tuviera un hijo: tal vez así podría vencer a la muerte horrible y seguir siendo "del mundo fresco adorno": the world’s fresh ornament.
Ningún ser humano, es la verdad también, está tan cerca del nacimiento como el enamorado: el mundo, reverdecido por un instante que se eterniza, contiene todas las posibilidades. Las calles parecen recién pintadas: exigimos por eso la detención del Tiempo, a gritos queremos pedirle que deje de cantar su triste canción de despedida: reloj, no marques las horas. Dante es otro ejemplo: antes de conocer a Beatriz poco o nada se podía leer en el libro de su memoria; el día de mayo de 1274 en que la conoció pudo escribir en ese libro: incipit vita nova, aquí empieza una nueva vida.
Amar, dicen los endecasílabos de Piedra de sol, es combatir. Es cierto: los amantes luchan contra los parientes y las estrellas en Shakespeare y contra Dios en Dante. En la vida diaria luchan contra la traición, contra los celos, contra la weva. El amor tiene todo en contra porque es antisocial. Los amantes olvidan cualquier compromiso: adiós a la familia y al trabajo, porque sólo vale este instante y este instante es una vindicación de la vida y un ansia de muerte y la vida verdadera y la muerte sin fin no tienen lugar en nuestro odioso mundo de eufemismos. Los amantes tienen que desnudarse y enlazarse para devolvernos "nuestra porción de tiempo y paraíso". Es mejor ser amantes que marido y mujer porque el matrimonio, a veces, es uno de los enemigos que el amor tiene que vencer. Piedra de sol otra vez:
"déjame ser tu puta", son palabras
de Eloísa, mas él cedió a las leyes,
la tomó por esposa y como premio
lo castraron después.
Hacer el amor: frase dichosa. Sobre esta cama, entre sus sábanas, en este sillón, en este auto, sobre esta mesa, no hay nada: espacio, aire. Hay que recostarse o inclinar el cuello o simplemente estirar la mano y hacer el amor. Para que en este espacio haya una cosa, para que la noche o la mañana o la tarde se cargue de signos y haya, al menos, algo que no es mucho: el amor.
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