Revolución es hacer cada día de nuestro pequeño espacio, un lugar digno de habitar
"La Maldita Máquina de Matar" Pinchevsky/ Medina

lunes, diciembre 05, 2011

Novela "Una rosa para Junior" - (26) -


    La noche del martes el teléfono sonó con marcada insistencia en el departamento de Víctor. Del otro lado de la línea, la inconfundible voz de Junior, le confirmaba el horario de salida. El helicóptero saldría de la quinta presidencial de Olivos rumbo a la ciudad de Rosario. El domingo 19 se lanzaría la apertura de la temporada ´95 del TC 2000. Y estaba dentro de sus planes llegar con antelación para la puesta a punto de los vehículos y supervisar la pista.
-         Hola, viejo. Mañana venite a la quinta a eso de las ocho así desayunamos antes.
-         Okey, allí estaré. Los muchachos ya cargaron los autos y el resto de las herramientas en el camión. Ellos parten a las siete en punto. ¿Con nosotros viaja alguien más? – le preguntó su amigo.
-         Que yo sepa hasta ahora ninguno. Pero vos sabés como es esto. Seguramente alguno se va a sumar. Hay una chichi que anda dando vueltas, pero no sé. Después te cuento. Bueno, quedamos así. Chau.
-         Y vos acóstate temprano, ¿eh? – le recomendó Víctor.
      Paradójicamente en los últimos días a junior podía vérsele aislado y meditabundo. Como si algo le preocupara en demasía o hubiese perdido el ánimo de vivir. También era raro ver que casi todos sus amigos y conocidos no estuviesen a su lado como acostumbraban. Quizás algo extraño flotaba en el aire la noche anterior de su muerte. Algo que alejó a los adulones que acostumbraban compartir horas de diversión con el piloto, excusándose de no poder acompañarlo o, directamente, borrándose.
     Aquella última noche fue a cenar a “Pizza Cero” en compañía de un amigo. Apenas comió una fugazzetta acompañada con agua mineral. Allí permaneció junto a éste y al dueño del restaurante hasta pasada la medianoche. Partiendo más tarde con su amigo para tomar un café en “Doney” y nuevamente al restaurante para despedirse y retirarse a descansar a su departamento de recoleta. Antes de marcharse le insistió a su amigo.
-         Dale, vení con nosotros. Hay lugar para vos…
-         No puedo campeón. En verdad no puedo…
-         Bueno, si cambiás de idea venite a Olivos. Salimos a las nueve. ¡Mirá que el domingo la rompo!


     Divah se despidió de Darío el domingo por la noche, aduciendo que habían acabado sus vacaciones. Había retornado al hotel con el ácido que le entregara el Ángel oculto entre su ropa; y ése mismo día preparó su equipaje y canceló su estadía. Sus contactos le consiguieron una pieza en un hotel de señoritas en el barrio de Retiro y un automóvil para movilizarse por su cuenta. Para cualquiera que averiguase por la señorita Concha Ríos Moya en el prestigioso hotel la respuesta sería: “ella ha retornado a España…” De ahí en adelante nadie más sabría de ella.
     Darío quiso agasajarla y como despedida insistió en ir a cenar a “Lola”. Así, entre ostras y champaña, el empresario trató infructuosamente de repetir la experiencia sexual que tanto lo había marcado. Pero la joven ya no parecía sentirse tan a gusto en compañía del empresario. Su mente estaba ocupada en asuntos de mayor relevancia, y por momentos el fastidio era más que evidente hasta el punto de no querer disimular su estado de ánimo. Fumaba en exceso. Le costaba llevar el hilo de la conversación por los carriles normales, y hasta elevó el tono de voz en más de una oportunidad. Era su cuerpo el que estaba allí, en esa mesa. No su mente, que corría a mil, elucubrando el golpe final.
-         Mujer, me volviste loco… lo del jueves pasado fue realmente fuerte… vayamos a mi departamento.
-         ¡Joder hombre! ¡qué eso ya pasó!... ¿No hagas que me arrepienta de haberme acostado contigo!
-         Dame otra oportunidad. Te lo ruego. Es muy importante para mí. Quiero que me entiendas, por favor… Nunca pasé por una situación semejante. – insistía el hombre.
-         ¿Qué necesitas probar? Mira, por haberte devorado el pico de una botella luces de maravillas. No te preocupes, nadie se va enterar. No soy de andar ventilando cuestiones íntimas. Créeme, no se te nota. Además no eres el único que descubre de grande nuevos placeres. Camina con la frente en alto que para mí continúas siendo el mismo macho de siempre… Y anda, come que se enfría la cena. – respondió ella en tono irónico.
-         ¡Me importa un carajo la cena! ¡Sólo quiero estar con vos! – estalló Darío – Estoy dispuesto a pagar lo que me pidas… necesito estar con vos. Quiero que me ates, que me pegues, que me, me… - No pudo proseguir, la sonora bofetada se lo impidió.
-         ¡Oye, tío. Puede que sea una puta, no lo niego! No te pases… te faltan cojones para satisfacer a esta hembra. Esas mozuelas con las que sueles acostarte seguramente aceptarán complacidas tu dinero, ve con ellas, pues. – Y dicho esto se incorporó de su silla bruscamente, dejando al sorprendido Darío en incómoda situación delante de los numerosos comensales que observaban atónitos la escena.

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