Revolución es hacer cada día de nuestro pequeño espacio, un lugar digno de habitar
"La Maldita Máquina de Matar" Pinchevsky/ Medina

domingo, diciembre 11, 2011

Novela "Una rosa para Junior"- (27)


    Entre las penumbras de la modesta habitación, recostada y sin ropas sobre una antigua cama de hierro, una Divah distinta, tensa y meditabunda, daba formas definitivas al siniestro plan, ceñida en el azulado humo de los cigarrillos que levitaba, uniforme, como suspendido del descascarado cielorraso.

    El cuarto se iluminaba con las intermitencias de los neones que se filtraban por las ranuras de la pequeña ventana exterior. El cartel luminoso promocionaba las bondades de un prestigioso whisky escocés confiriéndole tintes rojos amarillentos a los aires sicodélicos que coloreaban la grácil figura de la bella mujer.

     Sobre las sábanas y junto a su cuerpo se hallaban un atado de cigarrillos, un teléfono celular, las llaves de un automóvil, una petaca de gin y la ampolla de ácido.

      Permitió a su mente divagar. Recomponiendo hasta el hartazgo todo lo acontecido desde el comienzo pero tuvo que esforzarse para conseguirlo. La rapidez con que se desarrollaron los hechos era de tal magnitud que siempre que creía lograr ordenar las imágenes aparecía algún hueco… La mirada vacía del joven corredor fue lo que más se le había grabado en su mente, típica de las personas que padecen carencias afectivas. Aquel par de ojos oscuros como la borra del café no podían mentirle. Le hablaban de tristezas del corazón. Allí, tendida en la negrura ambiental, de cara al techo, pudo descifrar el mensaje de aquellos ojos. Pudo leer el mensaje. Pudo leer en ellos el pasado… y también el futuro…
       El teléfono sonó. Apoyó el cigarrillo sobre el borde de la mesa de luz y lo acercó a su oreja. Era el llamado de uno de sus informantes. Breve y en un dificultoso castellano le llegó el último parte: “Sin novedad… muchacho con amigo en pizzería…corto…” Y entonces supo que el momento había llegado. De acuerdo a los últimos informes, el joven mantenía cierta conducta moderada en sus horarios que no se extendían más allá de la una, una y media de la madrugada. Curiosamente se retiraba a su domicilio sin compañía. Reflejando en ello una gran responsabilidad hacia el compromiso deportivo que se aproximaba. Junior priorizaba el descanso, el ejercicio corporal como una manera de mentalizarse para la carrera.

       Divah se despojó de la bombacha antes de entrar al precario baño en donde tomó una rápida ducha. Luego secó su cuerpo y se vistió con un pequeño y ajustado vestido negro, medias de seda oscura con ligas y zapatos bajos de cuero al tono. Liberó la roja cabellera y se calzó gafas.

Cerró la única maleta que portaba y metió en su bolso de manos el resto de sus pertenencias diseminadas sobre la cama, tomando ciertos recaudos en el manipuleo de la ampolla y la hipodérmica. Pasó la correa sobre uno de sus hombros en bandolera y con las llaves del automóvil en su mano y el paso apresurado salió a la calle. Abrió el baúl del Escort Cabriolet negro que sus amigos iraníes le habían conseguido y arrojó la valija en su interior. Luego dio la vuelta y se sentó al volante. Encendió el motor y emprendió la marcha. Divah ya no retornaría al hotel. Dormiría en el vehículo hasta lograr su objetivo.

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