Mientras Cristina Fernández de Kirchner esté siendo atendida de la operación en donde le extirparon el carcinoma localizado en la glándula tiroides, el país reducido a un mosaico florido aunque binario permanecerá expectante, casi en un instante onírico donde convivirán, aplastadas, las ansias antagónicas de cada uno de los actores que conforman esta historia viva iniciada en 2003 y protagonizada por el Kirchnerismo.
Mientras CFK enfrente a una de las poquísimas variables que no puede controlar o domar para transformarla, una película color sepia atravesará a todo velocidad ese instante onírico. La banda sonora de ese filme variará de acuerdo a quien desentrame las imágenes: épica, terrorífica, melosa, popular, picaresca, humorística. Lo que sea. Lo indiscutible será, en todo caso, los millones de Cristina.
- Millones de puestos de trabajo generados.
- Millones de puestos de trabajo sostenidos durante la crisis 2009.
- Millones de nuevos jubilados.
- Millones de nuevas voces en el campo simbólico, alumbradas por la LSCAV.
- Millones de niños asistidos por la AUH.
- Millones de adolescentes con Notebooks propias.
- Millones de jóvenes en las nuevas y anteriores Universidades del país.
- Millones de dólares invertidos en Educación, Ciencia y Tecnología.
- Millones de argentinos en la calle al mismo tiempo, conviviendo en paz, festejando el Bicentenario.
- Millones de lágrimas de emoción, de Memoria, Verdad y Justicia en cada hijo y nieto recuperado, en cada genocida condenado.
- Millones de lágrimas de dolor, tras la partida de Néstor.
- Millones de flores que florecieron y que se convirtieron en militancia.
- Millones de votos: más de 11.500.000 que la consagraron la primera mujer reelecta como Presidenta.
Y mientras dure su período de recuperación, esos millones que marcaron el tiempo histórico que se cerró el 23 de octubre del año pasado deberían comenzar a reemplazarse por los nuevos millones.
Pero, ¿cómo? ¿Cómo superar el código binario que atravesó la vida política de la Argentina desde 1943 hasta acá? El clivaje de la historia política argenta nunca fue izquierda-derecha, sino peronismo-antiperonismo. Ese antagonismo fue aprovechado, siempre, por los poderosos representantes de intereses gigantes pero minoritarios, sectoriales y casi siempre cipayos, para la atomización del sistema político (y del campo nacional-popular especialmente) y de la sociedad. El resultado: el triunfo de las corporaciones, del capital financiero, de la oligarquía diversificada, de los monopolios, las cosmovisiones euro céntricas o pro norteamericnas. Derrotados el pueblo, la educación, la cultura, la estabilidad laboral, la movilidad social ascendente, la industrialización, el desarrollo, las identidades al interior de la Patria y hasta nuestra identidad como argentinos, y nuestra autoestima.
El clivaje Kirchnerismo-antikirchnerismo, remake del peronismo-antiperonismo original, debería ser sintetizado en este nuevo período. Ese ideal se asienta sobre el presupuesto de un debate político sobre un terreno simbólico diferente.
Podríamos asumir que lo que viene –los debates y los consensos, las conquistas y las derrotas, los pasos hacia delante y los retrocesos- deberían sustentarse en un campo simbólico diferente del que sirvió como coyuntura en estos últimos tres años: los poderes reales, la oposición política y mediática ya no podrán batallar sobre la legitimidad de este ciclo de Gobierno. Por el contrario, la arena sobre la cual se debería asentar la porfía política debería ser un “terreno común de discusión, una agenda compartida que permita establecer acuerdos y disputas”.[1]
Ardua tarea para las oposiciones y el Kirchnerismo.
Sin embargo, las señales emanadas desde el dispositivo hegemónico de medios, desde de la praxis de las oposiciones políticas y desde ciertos sectores del poder real, no permiten vislumbrar la intención de dar una pelea franca sobre la base de las conquistas conseguidas de 2003 en adelante: la permanente construcción de ciudadanía, con la reparación y creación de derechos (humanos, laborales etc.), el rumbo económico, la primacía de la política sobre los intereses corporativos, la subordinación de la economía a las decisiones política en pos de construir soberanía e independencia.
La ausencia de un modelo antagónico, o al menos con matices; y la carencia de proyectos viables para condicionar y mejorar el desarrollo del actual proceso político, reducen la escena a una expresión binaria que, paradójicamente, es perjudicial para los intereses (demasiadas veces inconfesables) de quienes poseen el cartel de “anti-kirchneristas rabiosos”. La paliza electoral que recibieron hace apenas unos meses, parece no les sirvió de mucho.
La coyuntura vernácula actual y la posibilidad de cimbronazos, la dinámica destructiva de un escenario mundial erosionado por una crisis económica-financiera fenomenal, y un mapa geopolítico intrincado que, necesariamente, la Argentina deberá saber leer y adaptarse, son variables que, intrínsecamente, representan un desafío para el cual el Gobierno Nacional y Cristina Fernández parecen los únicos capaces de estar a la altura.
Desde el 23 de octubre hasta acá, no existieron respuestas o propuestas políticas de las oposiciones a la agenda impuesta por el Kirchnerismo. Ni hablar de una agenda propia. Parálisis total del ex Grupo A. Clarín y La Nación continuaron igual: machacando burdamente sobre elementos que revisten en las filas del chusmerío, la moralina o el desencanto con la democracia disimulado en un republicanismo hiperbolizado. Clarín y La Nación continúan anticipando las crisis que vendrán, en el mismo tono que anunciaron los desastres que nunca llegaron.
Como todo pasa dentro del Kirchnerismo-Peronismo, pues entonces la búsqueda de los “anti” se resume a exaltar contradicciones y supuestas tensiones internas. La receta de siempre que, otrora, dio resultado: la búsqueda de horadar las conquistas logradas, desandar el camino recorrido, concentrar todo el poder fuera de la esfera política en el sentido que los “mercados” (eufemismo que esconde intereses propios) manden.
Como en las oposiciones por ahora no hay nada, el Kirchnerismo y Cristina parece que deberán enfrentar el enorme desafío de institucionalizar y profundizar el modelo, aportar saltos de calidad en legislación, inclusión, desarrollo y convivencia desde sus propias bases simbólicas y materiales, junto a los otros millones de Cristina: los 40 millones a los que interpeló la Presidenta, a los ciudadanos de a pie, a los que conforman las agrupaciones libres del Pueblo, a la sociedad civil. A todos. Y a todas. Esos que van a pedir que la operación sea un éxito. Para construir lo que en la década del 50 truncó un golpe, lo que en los setenta se exterminó con la dictadura más cruel que nos haya tocado, lo que en los noventa se terminó de corromper y disolver.
Una utopía, la Unidad nacional. Un camino, el modelo de desarrollo con inclusión y distribución. Un Pueblo. Una Conductora. Y 40 millones de nosotros.
Por Gonzalo Santos
Fuente: Diagonales
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