Revolución es hacer cada día de nuestro pequeño espacio, un lugar digno de habitar
"La Maldita Máquina de Matar" Pinchevsky/ Medina

viernes, mayo 18, 2012

UN MISTERIO URBANO EN ROSARIO, ARGENTINA



Fabián Casas - Argentina

La argentina ciudad de Rosario, promediando el siglo XXI, acumula tantos años de misterios que uno más, uno menos... medio como que no le sorprende a nadie. Pero esta noticia en particular, llegada a la blogosfera a través los lectores de EL PAIS, atrapa nuestra atención como una invitación renovada a bucear en la misteriosa Sudamérica.




Catalogado a veces como leyenda urbana o una maniobra de marketing inusitada, el asunto del virus de pared rosarino pasó por varias etapas. En su primera aparición reportada, en 2030, sembró la incertidumbre y luego el temor. Las consecuencias catastróficas que pudieran derivar de una epidemia preocuparon a una sociedad poseedora de ciertos reflejos, desarrollados luego de años de luchas sociales. "Acá nos tuvimos que defender durante mucho tiempo de un enemigo que adoptó muchas formas y tácticas. No le daremos demasiada ventaja a cualquier efecto que amenace esta construcción social de años de labor" Esto decía una jovial y veteranísima trabajadora de una de las proto-organizaciones que desembocaron en el Rosario actual. Pero pronto se comprobó que el virus no causaba daños evidentes. Técnicamente tampoco sería esa la denominación adecuada para este infograma que aún hoy sigue apareciendo, fugazmente y sin aviso, en los muros nanopintados de la ciudad.
La nanopintura rosarina comenzó dotando a las paredes de reflectividad selectiva para luego ir evolucionando, gracias a diferentes aportes realizados desde otras comunidades libres, hasta llegar a producto actual que cubre la mayor parte de las construcciones de Latinoamérica. "Vivo a colores y formas. Digo esto desde mi labor artística, y por lo tanto parcial, pero yo creo que vivir rodeada de belleza es un derecho humano fundamental" dice la artista plástica "Coillur Tau", precursora de la nanopintura. Quizá los años le den la razón, visto que con los problemas urgentes ya en vías de solución, las sociedades del sur de América empiezan a encontrar tiempo para bucear en otras formas de la calidad de vida.
Pero la tecnología tiene sus riesgos. Las diminutas celdas autoorganizadas que forman el patrón de colores y formas cambiantes que disfrutamos a diario en nuestras paredes, techos y aceras, podrían ser infectadas con un código que manipulara sus nanobots cromáticos. Si bien esta amenaza teórica nunca se ha cristalizado, algunos sostienen que el famoso virus de pared cuya forma desde lejos recuerda a una mariposa es, en realidad, un software que recorre los muros inteligentes, protegiéndolos del ataque de otros virus: Una especie de vacuna, o "goodware" como se denominaba en la época del silicio a este tipo de programas. ¿Habrá que darle algún crédito a la idea, desde que Rosario sigue siendo una ciudad invicta ante el ataque de nanovirus? Tal vez.
Los eventuales testigos describen al fenómeno como una pequeña forma que repentinamente aparece en un muro, lo recorre sin alterar el paisaje o esquema de colores original para luego "saltar" al muro o columna más cercana, donde continúa esa especie de viaje cuya velocidad dicen es mayor que una persona caminando, pero apenas. "Como si anduviera en bicicleta" dice entusiasmado un joven inmigrante, oriundo de Madrid, mientras relata la primera vez que vio a la aparición gráfica que desde entonces lo desvela. "Ya volverá" especula esperanzado.
Quien calla y sonríe es Joao, un muchachito típico de las barriadas artísticas y bohemias del cinturón exterior de la ciudad. Mientras conversamos con la gente que pasea por la calle, Joao juega con los otros "pibes" a la rayuela, sin dejar de mirarnos. Nosotros seguimos escuchando de los transeúntes las más diversas teorías sobre la naturaleza del fenómeno todavía irresuelto. Cuando a lo lejos, por la rambla, aparece el carro del heladero, salen todos los chicos corriendo a su encuentro. Joao parece compadecernos y vuelve unos pasos atrás. Junta sus manitos alrededor de su boca y nos susurra al oído, casi como un secreto, divertido y provocador: "No es una mariposa. Es Pocho, que todavía nos sigue cuidando". Entonces se va caminado, riendo, tras la puesta del sol.




Pocho Lepratti fue uno de los militantes sociales asesinados por la represión policial, durante el "miercoles negro", un 19 de diciembre de 2001. Luego de su muerte, la gente solía pintar bicicletas con alas, recordando su labor por el bien de los niños y jóvenes. Quienes estudian el proceso revolucionario argentino, coinciden que este período sostenido de experimentaciòn, de renovación política y fortalecimiento de la justicia social hunde una de sus más vigorosas raíces en aquellas jornadas.



 

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