
Por Alfredo Grande
Dedicada a la Cooperativa Integral de Villa Carlos Paz (COOPI)
(APe).- Parte de mi lejana niñez, la pasé rodeado de tías de dudosa salud mental. Con resultados a la vista. Nunca olvidé que en una ocasión le pregunté a una de ellas: “¿Por qué los duraznos al natural vienen en lata?”. Me contestó con reacción inmediata. “Cállate y seguí comiendo”. Me desalentó su respuesta. Pero no demasiado. Lo traigo porque fue el principio de una de mis pocas capacidades. El oído clínico que permite encontrar en el lenguaje del sentido común las contradicciones que abren brechas que permiten, lucha mediante, quebrarlo. Si le damos crédito al autor de El Principito, lo esencial es invisible a los ojos. Y en su envés, lo que es visible a los ojos no es lo esencial. O sea: lo visible, lo audible, es siempre encubridor. Mistificador. De lo fundante que, si bien no es el mismo para todos, siempre está. Esperando su explosión, como volcán que escupe la lava de las verdades que la cultura represora no quiero conocer. La verdad nos hará libres, pero tenemos que tolerar la furia del volcán. En el devenir de los tiempos, esos volcanes han hecho erupción en lo que denominamos “analizadores históricos”.

De eso se trata entonces. De llamar a las cosas por su nombre. Porque si usamos los nombres de las cosas en forma arbitraria, antojadiza, producto de un acto-poder de alguna jerarquía de turno, entonces los nombres toman el lugar de las cosas.
Freud, que con el psicoanálisis abrió la enorme puerta del inconsciente político social, (puerta por la cual los adoradores de la cultura represora se niegan a pasar) advirtió que ceder en las palabras es una peligrosa forma de ceder en las cosas. La cosa de la que estoy hablando es el Estado. Fuente de toda sin razón e injusticia. Sostenidos desde binarismos y bizarrismos muy cercanos a las respuestas de mi tía. “El Estado para los pobres, el Mercado para los ricos”. Desde esta clasificación que se origina en una bula de un presidente de facto que termina su mandato con la marca del asesinato de Kosteki y Santillán.

La Corte Suprema de Justicia, uno de los poderes de la República (recordemos que los otros tres son el Legislativo, el Ejecutivo y Twitter) sentenció sobre la incumbencia de un DNU del Ejecutivo en relación a la presencialidad en las escuelas. La ex presidenta en ejercicio del Poder Ejecutivo sentenció que era un Golpe de Estado. A mi criterio, es otro botón de la muestra de populismo tilingo. Me imagino la respuesta de mi tía. Si pasamos por esa puerta del inconsciente político social, nos encontramos con una trampa del lenguaje: escamotear una letra.
Propongo no hablar más de Golpe de Estado. Y menos aún de Golpe al Estado. Como a pesar de los esfuerzos de mi tía, siempre he tratado de pasar por esa puerta que abre al fundante de la política, creo que tenemos que nombrarlo como Golpe del Estado. O sea: el Estado que se golpea a sí mismo.



Según un dirigente gremial, el Frente de Todos es una sociedad anónima donde Cristina tiene las mayores acciones. Y Alberto sería el Presidente del Directorio. Interesante comparación para avivar giles. Juan Domingo Biden, al decir del presidente electo, con la astucia de los poderosos propone liberar patentes de las vacunas. Obviamente, en esta coyuntura parece progresista. Los imperios son así. Una mano acaricia, la otra pega. Y ninguna lava a la otra. Para impedir y prevenir los golpes del estado, será necesario que nos demos cuenta de que el Estado es para los ricos, el Mercado es para los ricos, y lo único que es para los empobrecidos es la rebeldía y la lucha popular.
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