Todos aprendieron con Evita, la
joven niña de la tenacidad de fuego, que cuando mujer, como una estrella fugaz,
marcó para siempre el cielo de la Argentina. Aprendieron que la Patria existe
en los rostros de quienes cotidianamente entregan su esfuerzo por ponerla de
pie y sostenerla en andas.
La luna te besa tus lágrimas puras,
como una promesa de buena ventura.
La Niña de Fuego te llama la gente
y te están dejando que mueras de sed
La Mujer en la Historia
En plena
conmemoración de un nuevo año del nacimiento de una figura histórica relevante,
todavía en nuestra época aparece como significativo que estemos reseñando la
vida de una mujer.
Sucede que
rara vez la historia de la humanidad, con sus blancos y negros, con sus avances
y retrocesos, se encarga de ubicarlas en los primeros planos del acontecer, de
las decisiones, de las resoluciones más importantes.
Está
instalado en el sentido común para la generalidad de los mortales, que la
historia, constituida por los acontecimientos cimentados a partir del
sufrimiento y la lucha, a través del dolor y la sangre, a partir de los
pensamientos y la praxis, la hacen sólo los hombres.
Las
mujeres, en el mejor de los casos, son convidadas al disfrute de un mísero
coprotagónico, acompañando, acomodándose al lado de quien se yergue como la
figura estelar, el centro iluminado de los sucesos, el mágico hacedor que todo
lo transforma a partir de su esfuerzo viril.
El hombre
tampoco dejaba que la mujer se acomodase al devenir, en general se
caracterizaba por no permitir su participación, en el mayor de los casos aún,
impidiéndola.
Evita de Los Toldos
Esta niña
que nació en los Toldos un 7 de mayo de 1919, aunque nadie lo aventurara,
parecía predestinada a otras prácticas, a otras vivencias articuladoras de
inesperadas epopeyas.
Resultó
más bien, que la joven Evita, no era una niña común. A su propio y lógico deseo
de progreso intelectual y material, de la mano de su vocación artística, le
apareció como de un rayo, una incipiente pero pertinaz intuición relacionada
con la actividad social.
Los seres
humanos somos hijos de nuestros propios avatares. El caso de Evita es
paradigmático. Había padecido toda su vida y seguía padeciendo, aquel
incontenible despropósito, ese injusto axioma que consigna desde tiempos
inmemoriales, que el mundo femenino no es otro que el íntimo, simple y pequeño
claustro hogareño, que reduce el hábitat de una mujer a un universo
infinitamente minúsculo.
En virtud
de este axioma y paulatinamente, Evita presintió que la mujer debería
esforzarse por ocupar un rol preponderante en la historia nacional y necesitó
de su acción, para que sirviese como motor generador de cambios sociales que
progresivamente eliminasen injusticias congénitas.
Evita “Esa Mujer”
Con el correr
del tiempo y habiéndose establecido como una figura pública, fue a través de su
convicción, decidida e implacable, que en las elecciones del 11 de noviembre de
1951, el 63 % de las mujeres participantes, votaron por el partido peronista. A
su vez fue el peronismo, el único partido político que llevó mujeres en sus
listas.
En 1953,
por medio de la voluntariosa entrega personal que desplegaba la Primera Dama
argentina, 23 diputadas y 6 senadoras ocuparon sus bancas.
Esa mujer,
despiadada y vengativa para sus opositores, dulce, comprensiva y luchadora
amorosa, en pos de la dignidad social, para sus seguidores, mantendrá viva la
constante contradicción de intereses entre pueblo y oligarquía, tensión real y
permanente, que hoy denominamos “grieta” y que se evidencia dentro de la
realidad que viven los países periféricos, desde que el sistema capitalista
mundial, se hubo consolidado definitivamente, después del triunfo de las
sucesivas Revoluciones Industriales europeas.
Evita. “Perfil de Patria”
Qué
difícil es hablar de la Patria figurativamente, insertando ese concepto en la
esencia de un ser humano de tal forma, que el individuo lo sintetice a partir
de su presencia. Pero, si usted me permite sinceramente, me animo a decirle que
no parece tan descabellado que sea el caso puntual de Eva Duarte, porque toda
su vida, sus sinsabores, sus esfuerzos y sus alegrías, fueron y son
definitivamente identificados a través de los avatares políticos, los que
sucesivamente fuera experimentando en el transcurso de seis años consecutivos
de su vida personal.
Evita
irradió con su imagen y su acción un perfil de la Patria que nacía diversa, que
comprendía aún a regañadientes que existía un amplio sector social negado a
través de los tiempos, que surgía a fuerza de salvaje intemperie “un subsuelo
de Patria profunda” que reclamaba por hacerse reconocer vivo y además que se
negaba a morir.
Esa mujer, tierna e indómita a la vez, ya se asomaba en Los Toldos cuando
apenas era la pequeña Evita.
Sus
hermanas, a partir de sendas elucubraciones volcadas en trabajos
bibliográficos, lo hicieron saber a quienes quisieron enterarse.
También
los hombres y las mujeres que la conocieron, aquellos con quienes trabajó, de a
poco y cotidianamente fueron aprendiendo con ella que la diversidad cultural
era un paisaje natural en nuestra Argentina.
Que la
injusticia social era una herencia centenaria que postergaba a las grandes
mayorías.
Que el
corazón sangrante de millones de seres era un calvario infinito y congénito,
causal de dolores mayores para las generaciones sucesivas.
Evita. Tenacidad de Fuego
Todos
aprendieron con Evita, la joven niña de la tenacidad de fuego, que cuando
mujer, como una estrella fugaz, marcó para siempre el cielo de la Argentina.
Aprendieron que la Patria existe en los rostros de quienes cotidianamente
entregan su esfuerzo por ponerla de pie y sostenerla en andas.
En estos
tiempos que corren, tumultuosos, arbitrarios, salvajemente inexplicables, la
Nación se yergue siempre a pesar de los vaivenes, aún a costa de quienes son
capaces de las peores injurias o de los más salvajes atropellos, la Patria
existe muy a pesar de aquellos que la definen minúscula, representativa de las
minorías, de intereses personales o de sector.
La Patria,
la Nación de Evita, no nació en Los Toldos hace poco más de cien años, mejor
digamos que allí nació una estrella fugaz, perseverante, que le advirtió al
mundo que la Argentina era mucho más que el país de los dueños de las vacas,
era la Patria cultural multifacética, variopinta, inmigrante y aborigen,
construida con el esfuerzo de una multitud, que se negaba y aún se niega a ser
humillada.

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