Por Carlos del Frade
(APe).
La primera vez que aparece el término rico es en el poema del “Cantar del Mío Cid”, en el año 1140, en el idioma castellano, sostiene el reconocido etimólogo Joan Corominas.
Deriva del gótico reiks, “poderoso” y se pronunciaba riks.
Y la palabra riqueza surge de manera contemporánea, también en aquella edad media de castillos, oscuridad y murallas, de la alianza permanente entre la espada y la cruz, en el mismo año 1140 y en el mismo texto.
El verbo enriquecer, en cambio, aparecerá recién en el año 1250.
La palabra pobreza, en tanto, es del año 1220, citada en los menesteres de Gonzalo de Berceo.
La palabra pobreza, en tanto, es del año 1220, citada en los menesteres de Gonzalo de Berceo.
Un verdadero personaje, este monje Gonzalo de Berceo. Sus biografías señalan que “a principios del siglo XIII, el monasterio de San Millán atravesaba un periodo de decadencia de su antiguo esplendor, que el poeta intentó combatir con sus escritos, que fomentaban la devoción, las peregrinaciones y las donaciones en torno a las reliquias de los santos que celebra y que conservaba el monasterio; debió fallecer ya a mediados el siglo XIII, después de 1264. Berceo fue el más importante representante del mester de clerecía.
Depuró el idioma castellano, en su variedad dialectal riojana, para lo cual trasvasó numeroso vocabulario desde el latín (cultismos) y recurrió a fórmulas de la literatura oral tradicional y del mester de juglaría. En su trabajo como notario eclesiástico, y con la intención de paliar la decadencia del monasterio, llegó incluso a falsificar documentos para conseguir que los reacios campesinos pagaran sus contribuciones al mismo”, apuntan sus historiadores.
Depuró el idioma castellano, en su variedad dialectal riojana, para lo cual trasvasó numeroso vocabulario desde el latín (cultismos) y recurrió a fórmulas de la literatura oral tradicional y del mester de juglaría. En su trabajo como notario eclesiástico, y con la intención de paliar la decadencia del monasterio, llegó incluso a falsificar documentos para conseguir que los reacios campesinos pagaran sus contribuciones al mismo”, apuntan sus historiadores.
Esa cita nos importa por la cuestión en juego, se llega a falsificar documentos para obtener donaciones con el objetivo de superar situaciones de pobreza.
No es casual que en ese siglo trece es cuando surge la palabra donación, del latín antiguo donarium, “aplicado al mejor de los dones naturales, la gracia”, sostiene Corominas.
Esta aventura por la historia de las palabras irrumpe en el presente argentino.
La riqueza empobrece e impone la necesidad de donar porque entiende que esa concentración de poder económico en pocas manos es una gracia natural.
Por eso hay muchas voces que justifican las “donaciones” y no quieren saber nada con los gravámenes a la riqueza.
El verbo empobrecer, la deliberada construcción de la pobreza, surge en el año 1495, cuando surge el primer diccionario escrito por Antonio Nebrija, también creador de la primera gramática española.
Siempre llama la atención que la fecha del primer diccionario sea tres años después del inicio de la conquista de América, cuando empieza el desarrollo del capitalismo en Europa.
En ese amanecer del capitalismo, entonces, tiene su origen la acción del empobrecimiento.
La riqueza funda la pobreza.
La historia de las palabras nos marca esa prelatura.
Primero fue la riqueza y luego, el empobrecimiento.
No es verdad que pobres hubo siempre.
Ni siquiera es así en la conformación de las palabras y el idioma.
Riqueza, primero, empobrecer, después.
Esa es la secuencia.
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