En el marco de un nuevo aniversario del asesinato
de Francisco Paco Urondo, APU comparte un poema del poeta
y periodista que llegó
de Francisco Paco Urondo, APU comparte un poema del poeta
y periodista que llegó
a nuestras manos gracias al hallazgo del historiador
Roberto Baschetti.
Roberto Baschetti.
Por Miguel Martínez Naón | La imagen corresponde a una
obra de Gato Nieva
obra de Gato Nieva
Al cumplirse un nuevo aniversario del asesinato del poeta y
periodista Francisco “Paco” Urondo,
publicamos uno de sus últimos poemas. El mismo no fue incluido
en su Obra poética
(Adriana Hidalgo Editora) ni publicado en ninguna antología
o sitio
o sitio
web. El historiador
Roberto Baschetti lo encontró en una revista publicada en México
por exiliados argentinos
y lo incluyó en su libro Campana de Palo (Antología de poemas,
relatos y canciones de
35 años de lucha, 1955-1990, Ediciones De la Campana, 2000),
que ya se agotó y que hasta
el momento no se ha vuelto a reeditar.
Podemos considerar entonces que se trata de un poema casi inédito;
está dedicado al militante montonero Arturo Lewinger, quien
al igual
al igual
que Paco formó parte de las Fuerzas Armadas Revolucionarias
(FAR),
(FAR),
organización que posteriormente se fusionó con Montoneros.
Lewinger
Lewinger
cayó en combate un 25 de mayo de 1975, en un operativo donde
un grupo
un grupo
de militantes intentaba liberar a un compañero que se encontraba
detenido
detenido
en una comisaría de Mar del Plata.
En el poema, Paco también hace mención al militante y
fundador de las FAR, Marcos Osatinsky,
fundador de las FAR, Marcos Osatinsky,
quien también fue secuestrado, torturado y asesinado en Córdoba
por aquellos días.
por aquellos días.
Agradecemos al compañero historiador Roberto Baschetti quien
nos brindó el poema
nos brindó el poema
y nos autorizó a publicarlo.
A don Arturo Lewinger, peronista y montonero
Seguramente en el colegio te decían
“El rusito”. Seguramente
te has agarrado a trompadas
más de una vez y seguramente
de allí salió esa estirpe criolla,
esa valentía revolucionaria que
nos alumbra como una firmeza, un sol de comprensión.
(vengo escribiendo y escribiendo, hablando
Y hablando de compañeros que han matado. Hace
años fueron Emilio o El rubio, pero ahora
hay muchos. José Moustache, El mormón, Añamen
el que lloró de alegría sobre mi hombro)
Seguramente cuando te decían El gaucho, muchos
sonreían pensando estar
frente a una vulgar broma
antisemita; seguramente
sabías muy bien que todos
te consideraban seriamente
nuestro Felipe Varela, nuestro
Chacho Peñaloza, en estos llanos
de piedras y males, en estas capitales injustas
(a la mañana cuando uno abre los diarios, hay
que tener un arma al alcance la mano: El pelado
Marcos fue asesinado esta mañana, seguramente
ayer a la tarde; un tiro en el medio de su enorme
terquedad minuciosa: con quién me
voy a pelear ahora)
Seguramente este gaucho
que nos falta, no lo encontraremos
así nomás, aunque seguramente ya estás
en la memoria de todo este porfiado pueblo.
Gaucho que jugará su vida, que seguirá
haciendo lo que hiciste: entrar,
liberar al compañero preso,
recibir en el pecho
la estrella punzó, si es necesario: mejor abrirla
en la entraña del enemigo.
(Hay que hablar y escribir de otros temas. Además
hay que derrotar al enemigo. No se puede
morir de rabia: hay que ir
armando el poder del pueblo. Nuestros muertos
han muerto por eso: por eso seguirán muriendo: han
caído muchos, hay que tener un arma
al alcance de la mano. La rabia,
el dolor es para
el aniquilamiento del enemigo: los torturados,
los caídos, los asustados, los convencidos)
Seguramente irás al cielo
hebreo, el cielo de Cristo, a todos
los cielos. Y seguramente te quedarás
en el cielo de la Patria, donde
seguramente
no te dejaremos descansar en paz, porque tanta
inmensidad será poca, para recordarte, para seguirte,
para agradecerte, para gritar tu nombre
en los combates y en el asalto final, querido gaucho.
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