Georgina Orellano empezó a contar su día a día a
través de historias de Instagram. Sólo en la primera semana la siguieron 100
mil personas y le mandaron miles de mensajes. Pedagogía desde las redes para
sacar del clóset al trabajo sexual
Por Cosecha Roja
A principios de enero Georgina Orellano empezó a mostrar su día a día
desde su perfil de Instagram. Buscaba dar cuenta de cómo es el trabajo que
ejerce desde hace 15 años. De lunes a viernes mostró desde el momento en que
salía de su casa, llegaba a la esquina, se encontraba con su compañera de
trabajo, negociaba con los clientes, subía a un auto, iba a un hotel, volvía a
la esquina, charlaba con un vecino, pasaba calor, tomaba algo en un bar, regresaba
a su casa, abrazaba a su hijo. En total, más de 100 mil personas la siguieron
día a día viendo las historias y fueron miles los mensajes que le llegaron con
preguntas y dudas sobre cómo es el ejercicio del trabajo sexual.
Esta semana fue más allá. Cambió la cotidianidad por la pedagogía y
empezó a dar clases sobre los distintos modelos que han implementado en el
mundo para regular o prohibir el trabajo sexual y explicó cuál es la propuesta
de Ammar, el sindicato que representa a trabajadoras y trabajadores sexuales de
la Argentina. El gremio es parte de la CTA desde hace más de 25 años y que
en la última década entró de lleno en el movimiento feminista. La llegada a los
feminismos no fue fácil y es un tema que divide aguas entre quienes apoyan la
despenalización del trabajo sexual y quienes dicen que debe ser abolido porque
no es un trabajo.
“Mucha gente muestra su vida en Instagram y se me ocurrió hacer lo mismo
como trabajadora sexual. Me nació hacerlo porque se habla mucho de nuestro
trabajo y, más allá de la discusión dentro de los feminismos, se plantea como
un mundo aparte y aislado. Hay una idea de que es un ambiente de oscurantismo,
peligroso, donde no hay autonomía, poder de decisión y relaciones sociales,
donde nosotras todo el tiempo estamos sometidas”, explica a Cosecha Roja la
secretaria general de Ammar.
Para la dirigente gremial esa mirada sobre la prostitución borra no
solamente a la trabajadora sexual como sujeto político, sino la idea de
trabajo: “Se pierde a la trabajadora que sale patear la calle y que se busca
mango, que charla con sus compañeras, que genera herramientas, se ríe, comparte
experiencias y negocia con sus clientes como cualquier trabajador. También
quería romper con el prejuicio de que el cliente viene y te define el precio y
el servicio, cuando es al revés”.
Georgina Orellano pensó que el contenido podía interesarle a parte de
sus seguidrxs, pero nunca se imaginó las repercusiones que tuvo. “La mayoría de
los mensajes son muy positivos. Mucha gente me dice ahora entienden que nuestro
trabajo es igual a cualquier otro. Se generó más empatía”, cuenta.
Además de los mensajes en redes, la movida tuvo otras repercusiones para
el trabajo de las putas. Muchos vecinas y vecinas de los barrios donde se
ejerce el trabajo sexual empezaron a preguntarse qué podían hacer. “Buscamos
despejar la idea de llamar a la policía cuando se ve a una trabajadora sexual y
buscar otro mecanismo. Está bueno acercarse y decirle que vivís cerca, que si
no tiene batería en el celular puede cargarlo en tu casa, que cuando quiera
pasar al baño o tomar un vaso de agua. Hay un montón de cosas que se pueden
hacer que no implican apelar a una mirada punitiva de nuestra actividad”,
agrega la secretaria de Ammar.
Bajo la misma premisa de mostrar cómo la cotidianidad del trabajo
sexual, el aniversario 17º del femicidio de Sandra Cabrera fue
la excusa para un ejercicio de memoria histórica. La regional Rosario de Ammar
organizó un recorrido en postas por la zona roja de Rosario en la que fue
asesinada en enero de 2004.
Georgina Orellano pensaba mostrar sólo una semana de trabajo. Pero fueron
tantos los mensajes que pedían más información que siguió haciéndolo. La
tercera semana, que coincide con el aniversario de la muerte de Sandra Cabrera,
fue por otro camino: la pedagogía.
A través de historias responde a dudas respecto a la legislación y
explica qué es lo que piden las trabajadoras sexuales. “Nos dimos cuenta que
hay muchas personas que creían conocer el mundo del trabajo sexual, pero están
o mal informados o nunca le han preguntado a una trabajadora sexual que es lo
que ella le pide al Estado”, explica. Una de las mayores confusiones aparece es
respecto al modelo a seguir. En el mundo se han implementado cuatro modelos:
regulacionismo, reglamentarismo, abolicionismo o prohibición.
Ninguno es por el que pelea Ammar, que busca la despenalización del
trabajo sexual. Este modelo busca eliminar todas las sanciones penales al
ejercicio del trabajo sexual para personas mayores de 18 años, con la premisa
de que estas penalizaciones criminalizan y exponen a quienes lo ejercen a la
violencia institucional y policial. Es decir, sacar al trabajo sexual del
Derecho Penal y que esté en el Derecho Laboral. El discurso es similar al de la
despenalización del aborto. Una de las medidas que piden al Gobierno Nacional
es la inclusión de la categoría de trabajadorxs sexuales en el monotributo, la
posibilidad de tener obra social y jubilación.
Las clases a través de historias
seguirán porque los pedidos de lxs usuarixs no paran. Uno de los temas que se
viene es el ejercicio del trabajo sexual con personas con discapacidad/diversidad
funcional.
Cosecha Roja es la Red Latinoamericana de Periodistas Judiciales
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