La Toma del Frigorífico “Lisandro de la Torre”
Si el 17 de Octubre, día de la
Lealtad, marca el nacimiento del peronismo como movimiento nacional y popular,
el 16 de Enero de 1959 es el día de la Resistencia peronista. Aquel día
miles de obreros ocuparon el Frigorífico Lisandro De La Torre, no sólo para
defender sus puestos de trabajo, sino en defensa de todo el patrimonio
cultural.
Por Jorge Giles | Ilustración:
Sol Giles
Nadie sabe quién fue el primero de
los obreros que se puso a cantar con toda la voz, aquella larga noche del 15 de
enero de 1959: “¡Patria sí, colonia no!”. Pero sí se sabe que de inmediato eran
cien los que cantaban y luego mil y pronto fueron los nueve mil obreros que
ocupaban el Frigorífico “Lisandro de la Torre” quienes inauguraban para todos
los tiempos, una de las consignas más representativas del peronismo a lo largo
de su historia.
Sabían que estaban luchando por algo
más que su fuente de trabajo, amenazada por la privatización del “Lisandro”
dispuesta por el presidente Frondizi como una muestra de sumisión ante el
F.M.I. y la clase ganadera argentina, representada en la Corporación Argentina
de Productores, CAP.
Y sabían los trabajadores que venían
por ellos, pero mucho más por la patria toda. Y entonces, ellos que eran la
patria, tenían que luchar hasta las últimas consecuencias, desoyendo los cantos
de sirena que venían del poder dominante y de aquellos dirigentes políticos y
sindicales que todo lo negocian, todo lo corrompen, todo lo traicionan.
Sebastián Borro, días antes de la
Toma, se plantó ante la asamblea conformada por sus compañeros y compañeras
trabajadoras y llamó a no rendirse, a no entregar el patrimonio nacional y a no
claudicar en esa lucha que también era la lucha por la vuelta de Perón y la
recuperación de la patria justa, libre y soberana. Fueron marchando hasta el
Congreso para reclamar y exigirle al gobierno que anule la iniciativa.
Encabezaba la procesión obrera una ternera que tenía inscripta la leyenda: “No
me vendan. Quiero ser argentina”.
La ley, no obstante, fue aprobada en
un trámite exprés. Y entonces vino la Toma y vino la pueblada de todo el barrio
de Mataderos, con mujeres que les llevaban comida y abrigo y a los hijos y las
hijas de los obreros para saludar a sus padres desde el portón de entrada y los
comerciantes de la zona que hacían correr la bola que “a partir de ahora nadie
abre sus puertas” y los muchachos de la Juventud Peronista que arrimaban su
militancia y sus clavos “miguelitos” por si las moscas.
En la madrugada del sábado 17 entró
en escena la mayor represión desplegada en aquellos tiempos: 4 tanques
Sherman, 2 blindados semiorugas, tropas de gendarmería, la policía federal con
su montada y la infantería del ejército. Más de dos mil uniformados en total.
Un tal Cáceres Monié y un tal Margaride eran los jefes represivos que
encabezaban el duro combate desigual contra los trabajadores que seguían
cantando “Patria sí, colonia no”. Los laburantes soltaron el ganado como línea
defensiva y resistieron cómo pudieron y cómo se habían comprometido en
hacerlo.
Más de tres horas tardaron los
represores para llegar a la colina y así poder desalojar el
establecimiento.
Y fue allí donde el barrio de
Mataderos profundizó y extendió aquella histórica insurrección popular,
resguardando a los obreros del Frigorífico y enfrentando a las fuerzas de
ocupación represivas con barricadas en varias esquinas, cortes de luz y
enfrentamientos que duraron varios días. Estalló Mataderos y en la pueblada,
fueron acompañados por los trabajadores y pequeños comerciantes de Villa Luro,
Villa Lugano, Liniers y barrios vecinos.
El primer saldo fue: Borro detenido
junto a otros 95 compañeros. Más de 5.000 cesanteados. Varios heridos. Y lo que
fue peor: el Frigorífico, emblema de nuestra soberanía alimentaria, entregado
vilmente a los ganaderos. Desde entonces ellos deciden el destino y el precio
de la carne; es decir, deciden quién come y quién no.
¿Pero ese fue el saldo final? Creemos
que no. Esa gesta obrera y peronista significó, de allí en más que, pese a las
heridas y las cárceles, pudieron dejar asentado en el lomo doliente de la
historia popular, que no todo se compra ni se vende y que había un peronismo
que se resistía a integrarse al sistema de prebendas y entregas.
Lo cierto es que este suceso pendiente
en nuestra memoria colectiva, es quizá el hecho fundacional que alumbró, diez
años después, el Cordobazo y todas las puebladas que se sucedieron para
expulsar a la dictadura y parir una nueva generación de militantes
populares.
Si el 17 de Octubre, día de la
Lealtad, marca el nacimiento del peronismo como movimiento nacional y popular,
el 16 de Enero es el día de la Resistencia peronista.
Juntemos todas las señales que dejó la Toma para demostrar lo que venimos
afirmando:
*Concluida la primera fase de la
represión gorila que venía a extirpar el peronismo de la faz de la tierra,
Aramburu, Rojas, “Revolución Fusiladora” mediante, se entra a una nueva fase
donde a los planes de represión y terrorismo de estado, se le suma una
seductora política de “reconciliación nacional” que ofrecía amnistías,
libertades negadas y sobre todo, “integración” al sistema dominante.
Algunos dirigentes dudaron. Otros aceptaron. Y muchos, como Sebastián Borro,
permanecieron inalterables en su lealtad a Perón, a sus convicciones y al
compromiso con el pueblo y los trabajadores.
*En paralelo al pedido gubernamental
para que se rindan y entreguen el Frigorífico, Borro además fue tentado
con fajos de millones de pesos por parte de los ganaderos de la CAP. A todo
dijo que no. Eso se llama honestidad, coraje y peronismo.
*Los jefes de la represión harán
escuela de allí en más: Margaride sería jefe de la Federal y denunciado por su
participación en la tenebrosa “Tres A” del brujo López Rega. Y Cáceres Monié
sería un jerarca de la dictadura de Videla, también jefe de la Policía
Federal.
*La resistencia del barrio de
Mataderos, en la ciudad de Buenos Aires, en solidaridad con los trabajadores
del Frigorífico, marcaría un antes y un después en la relación de los sectores
dominantes con el peronismo. Ya no podrían negociar tranquilamente con los
burócratas de turno. Eran las bases gremiales y territoriales del peronismo las
que se hacían presentes marcando un camino de lucha para traer a Perón y
defender las conquistas heredadas del gobierno peronista derrocado. Y hay que
decirlo una vez más: los trabajadores modelaron allí el peronismo como
identidad de una contra cultura política. No traicionaron sus banderas, no se
rindieron ante la feroz represión, no se “integraron” al sistema y no se
corrompieron ante los poderosos.
*El origen de la consigna “Patria sí,
colonia no” en esas circunstancias, está señalando que en ese acto de amor y
convicción se plantaba una bandera, un camino, una huella indeleble y un
destino a seguir por ese peronismo que desde sus orígenes, siempre brota de las
entrañas del pueblo trabajador. Vendrían años de muchos dolores, de más cárcel,
traiciones y destierros. Pero ese peronismo militante terminó de perfilar allí
su verdadero lugar en la historia del pueblo. Así, “el peronismo será
revolucionario o no será” no fue para ellos una consigna desolada.
La trascendencia histórica, política
y cultural que, desde esta mirada, tuvo y tiende la Toma del Frigorífico
“Lisandro de la Torre”, requiere entonces de una mayor atención y estudio por
parte de esa militancia nacional y popular que busca transformar la
realidad, antes que conformarse con administrar las efemérides en los
calendarios.
Es lo que viene haciendo
ejemplarmente, año tras año, una nueva generación de militantes de Mataderos
que mantiene viva la memoria de Borro y sus compañeros y compañeras
obreras.
Hay que volver siempre a la
experiencia de Mataderos; quizá la huelga de los trabajadores, esa que nunca se
levantó, nos esté enseñando que el futuro que soñamos y nos debemos, no lo
construiremos con los que defeccionan, sino con los miles de Sebastián Borro
que siguen alumbrando el camino. La huelga del “Lisandro” nunca se levantó.
Nuestro sueño de una patria justa, libre y soberana, tampoco.
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