El bote se bamboleó amenazante. Divah tuvo que aferrarse al cuello de uno de los hombres que la condujeron hasta el recóndito paraje. Por unos momentos tuvo la desagradable sensación de perder el equilibrio y precipitarse en las oscuras aguas del arroyo. Lloviznaba y el improvisado muelle de maderos enmohecidos se había transformado en algo similar a una pista de patinaje. Finalmente y apuntalada por los hombres hizo pie. El calor de la tierra se evaporaba por la acción de la pertinaz lluvia y un manto de brumas se alzaba entre la vegetación de la costa. La frondosa arboleda y un silencio denso le conferían al paisaje un aspecto siniestro.
De la bruma, y sin previo aviso, emergió el gigante rubio. Ataviado con un uniforme de fajina camuflado y pesados borceguíes embarrados. Caminaba con trancos largos con una sonrisa forzada hacia la recién llegada. Apretujaba entre los dientes un enorme cigarro maloliente que nunca separaba de sus labios. Divah tuvo la impresión de estar en presencia de un legionario francés o un marine estadounidense de ésos que se ven en las películas de aventuras. Eso por no ir más lejos en su imaginación y compararlo en un cuerpo de élite alemán. La esvástica con el águila imperial y el símbolo de los SS tatuado en su macizo antebrazo alimentaban tales fantasías.
Divah pudo apreciar todo el rigor de aquellas manos rudas cuando la alzaron para depositarla en tierra firme, si podía llamársele con ese nombre a aquella pátina de lodo.
- Bienvenida. Esperaba ansioso su arribo – saludó el hombretón con una desagradable mueca que quiso semejarse a una sonrisa. Ella contuvo la respiración para no vomitar. El olor nauseabundo del cigarro en su rostro le produjo arcadas. Sin inmutarse, el rubio de la cara colorada y el pelo cortado al rape, prosiguió. – A menudo me preguntaba cómo sería, y debo confesarle que ni por las tapas imaginé lo hermosa que podía llegar a ser una… una… bueno, es que en este negocio no estamos acostumbrados a trabajar con mujeres… Por lo general este tipo de trabajos son llevados a cabo por hombres preparados y con pelotas – remarcó - … es usted muy bonita…
- Bonita y de cuidar, por si no lo sabe… gracias. Ahora, si es tan amable, le pediría que quite sus mugrientas manos de mi trasero. Ya he aprendido a caminar sola. – replicó molesta por el descarado manoseo del que había sido objeto. Definitivamente aquella no era una buena bienvenida por lo que decidió tomar ciertos recaudos.
- Perdón, no quise ofenderla… Sepa usted entender que por acá lo único que se ven son bagres, nutrias o ranas. Comprenderá que es algo infrecuente tener a una dama cerca. Me dejé llevar por el impulso. Le prometo que no se repetirá. Ni yo ni ninguno de mis hombres volverá a molestarla.
- Bien, olvídelo. Estoy aquí por otro asunto, así que vayamos al grano. ¿Supongo que estará al tanto? – respondió la pelirroja minimizando el hecho.
- En parte. Usted va a eliminar a alguien y debe parecer un accidente… eso es todo lo que sé. Tampoco me interesa entrar en detalles ni saber nada más al respecto. Cuanto menos sabe uno en este negocio más se vive.
- Correcto. Bien, el caso debe parecer un simple desperfecto aéreo. El aparato es un helicóptero del tipo Bell Ranger y los peritos no deben encontrar vestigios de nada. Solamente una persona deberá conocer la verdad. Hacia él está dirigido el mensaje y nuestra gente se encargará de hacérselo saber.
- Excelente máquina – respondió el Ángel mordisqueando el cigarro – Difícil que se caiga. Son de una seguridad absoluta… Pero descuide, creo tener lo que anda buscando. Si el Ángel no tiene lo que busca, le aseguro que nadie se lo proveerá – señaló el nazi abriéndose paso entre la maleza que atravesaba un bosque de álamos y se perdía en la frondosa vegetación de la isla.
La libanesa lo siguió hasta el galpón de chapas y maderas erigido entre los árboles. Estaba sustentado por pilotes de hormigón y para acceder a la primer planta tuvieron que ascender por una escalera descalabrada hecha de troncos mal clavados. Hacía calor. Había dejado de llover y el sol se asomaba entre los negros nubarrones de la tormenta estival que se disipaba. Con lo cual la temperatura comenzaba a subir desde la tierra a bocanadas de vapor denso y pringoso mientras oleadas de mosquitos feroces se preparaban para el gran banquete.
Divah pasó frente al grupo de hombres armados que aspiraban cocaína y bebían cerveza, deleitándose con las imágenes de una película porno proyectadas en la pantalla de un pequeño televisor a baterías. Estaban reunidos en círculo siguiendo atentamente el desarrollo del filme bajo la reconfortante sombra del alero de la vivienda asentada en la parte superior del galpón. La pelirroja imaginó por unos momentos el tipo de comentarios y elucubraciones que su presencia generaría en ésos puñeteros tíos. Pero la certeza de contar con la inestimable compañía de su sevillana le confirió tranquilidad disipando cualquier temor. “si alguno de éstos cabrones intenta ponerme la mano encima juro que le rebano los cojones.”- se dijo mirando de reojo las reacciones del libidinoso grupo de sujetos en celo. El Ángel, como leyendo los pensamientos de la joven, se percató del movimiento y de inmediato ordenó a sus camaradas guardar postura. Un silencio absoluto reinó en la vivienda, matizado de a ratos por los jadeos de la pareja que cogía en la pantalla. No se precisaba demasiado para percatarse de que la pelirroja era de andarse con chiquitas. Tenía un arma y la utilizaría sin titubeos contra cualquiera que osara amenazarla. Pero como lo suyo era el negocio, minimizó el episodio. Diferente hubiera sido la cuestión de darse el caso de no haber dinero de por medio. Esas carnes eran una invitación a la lujuria… No la dejaría escapar tan fácilmente.
El Ángel se quitó la llave que colgaba de su cuello. Apagó el hediondo cigarro aplastándolo contra el piso. Luego encendió la lámpara a kerosén que pendía de un tirante y aflojó la pesada cadena que impedía abrir la puerta. Otra escalera descendía varios metros hacia la parte inferior del galpón. Paulatinamente los ojos de la libanesa fueron familiarizándose con la oscuridad de su entorno.
El edificio había sido acondicionado exclusivamente como depósito. Había allí infinidad de cajas y bultos de distintos tamaños. Armas, explosivos y municiones de todo tipo y calibre y procedencia. Pero lo que más le llamó la atención fue el mini helicóptero artillado que dormitaba bajo una red camuflada.
El Ángel le ofreció una silla mientras tomaba ubicación sobre una mesa con restos de comida, latas y botellas. Viendo la cara de desagrado de la joven el hombre subsanó el tema despejando la mesa con el brazo. Lo que no logró subsanar fue el fastidio que el olor a encierro y el fuerte olor a tabaco, que todo lo envolvía, generaba en la libanesa.
- Hablemos. – dijo.
- Creo haber sido clara. Ando en busca de algo capaz de voltear un helicóptero de la forma más limpia y certera. Nada de detonantes ni desgaste de piezas. Carezco de tiempo. Tal vez haya sido por dicha cuestión que me recomendaron vuestro servicio…
- Ahá… Y lo bien que han hecho. No existe mejor reputación que la que viaja de boca en boca. Ésa no falla. Tengo lo justo. Y es de última generación. Algo muy utilizado en el sabotaje de aviones. Es muy común que se lo utilice para eliminar a banqueros, empresarios que viajan en aviones privados. Ejecutivos molestos para determinados intereses de la competencia. Un pico de éstos y chau, fuiste… - El mercenario se excusó. Volvió al rato portando una pequeña caja metálica de color negro. La colocó delante de Divah y la abrió. En su interior, prolijamente dispuestas, había una docena de ampollas de vidrio marrón. Tomó una y se la mostró.
– Esto – dijo – actúa en una máquina de manera similar como lo haría la “gota rusa” en el organismo de un ser humano. Una dosis y la muerte llega sin que uno se dé cuenta que muere. Ni un solo indicio que delate su presencia… En este caso se trata de un ácido ultra concentrado de fabricación iraquí. Sólo precisas acceder a la aeronave e inyectar el líquido en cualquier conducto de fluidos. Bien puede ser el de combustible, en el agua refrigerante, en el aceite o el que fuere. El efecto es el mismo. Quince o veinte minutos después el motor se “infarta” y la nave pierde potencia en pleno vuelo, se torna ingobernable aún para el más experimentado de los pilotos, dando toda la sensación de poder controlar el aparato porque, a medida que actúan los corrosivos, lo hace de manera intermitente, ¿comprendes? Se apagan los motores, se vuelven a encender, así hasta que… ¡Bummm!
- Perfecto. Espero que funcione. – recalcó Divah guardando la ampolla en su bolso.
- Una pulga deja huellas más grandes que éste ácido, te lo garantizo. Como verás sólo comercio lo mejor. Mis clientes están más que satisfechos por mis servicios, son los mejores. Después me cuentas. Se me ocurre que hasta podríamos festejar juntos aquí, los dos solitos.
- Ni lo sueñes. Cuando la cosa haga ¡bummm! Ni te enterarás, y cuando lo hagas yo estaré muy lejos de aquí.
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