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jueves, febrero 23, 2012

Amalia Fortabat, cemento y dictadura


Por Pablo Roesler



Amalia Lacroze de Fortabat murió en el justo momento en que su nombre comenzaba a repetirse en el juicio por el secuestro y asesinato en dictadura de Carlos Alberto Moreno, un abogado laboralista representante de trabajadores de la cementera Loma Negra, empresa con la que la mujer amasó su fortuna. Dejó de existir también en el justo momento en que el máximo asesino del país, Jorge Rafael Videla, recordó el acompañamiento de los empresarios nacionales al proyecto político económico de los genocidas. Por eso con su muerte se instala la urgencia de avanzar en el análisis de las posibles complicidades civiles de la dictadura. Pero aunque quizá la muerte la haya dispensado de la instancia de la justicia, su rol durante los años de plomo será, de una u otra forma, develado por el proceso de Memoria, Verdad y Justicia. 

El abogado Moreno fue secuestrado en Olavarría el 29 de abril de 1977, fue torturado en un centro clandestino de detención de Tandil y asesinado al intentar huir de sus captores. Por ese homicidio el Tribunal Oral en lo Criminal de Mar del Plata está juzgando en esa ciudad serrana a tres militares y dos civiles. 

“Su labor en defensa de los trabajadores de la empresa Loma Negra, en ese momento propiedad de Amalia Lacroze de Fortabat, y con la anuencia y acompañamiento del coronel (Luis) Prémoli, es lo que lleva, definitivamente, al secuestro, tortura y asesinato de mi padre”, dijo en su declaración en el juicio Matías Moreno, el mayor de los hijos del abogado. 

Es que Moreno era abogado del abogado laboralista de la Asociación de Obreros Mineros Argentinos (AOMA) y la mayoría de sus clientes los contaba entre los obreros de la cementera Loma Negra, que Lacroze de Fortabat vendió en 2005 a un grupo brasilero. 

Cuando fue secuestrado, Moreno acababa de culminar una investigación en la que demostraba que los empleados de la sección de embolsado de su empresa Loma Negra morían por silicosis –intoxicación pulmonar con sílice- antes de la edad de jubilación, por ausencia de medidas de salubridad necesarias. Al ser secuestrado, el abogado había ganado un juicio millonario a favor de un operario enfermo. 

Toda esa información, ausente en la investigación judicial por la muerte del abogado laboralista, fue recopilada por su hijo, a quien desde joven lo desveló el porqué de la muerte de su papá y se dedicó a entrevistarse con los amigos y clientes de su padre y los ex delegados obreros de la cementera de Olavarría. Todos señalaron hacia el mismo punto cardinal: la empresa Loma Negra, ubicada en uno de los márgenes de esa populosa ciudad el centro de la provincia. 

Por eso, con la muerte de Amalia Lacroze Fortabat se extinguió un ícono del paternalismo empresario prebendario y socia económica y política de la última dictadura militar y del menemismo. 

Y fue el propio genocida quien evidenció el estrecho rol de las empresas con la dictadura en una reciente entrevista en un medio español: “Los empresarios también colaboraron y cooperaron con nosotros”, aclaró. 

Basta recordar el cemento invertido en las autopistas y los estadios y el aumento del patrimonio de Lacroze de Fortabat en los ocho años de la dictadura para ubicar a la señora entre aquellos empresarios. Ni falta hace recordar su amistad incondicional con el coronel Luis Prémoli. 

Pero su rol durante la dictadura comenzará a ser develado en breve cuando en los juicios por los crímenes de lesa humanidad cometidos en la zona centro de la provincia, su nombre y el de su empresa Loma Negra comiencen a repetirse en los relatos de las víctimas y sobrevivientes. Entonces, y a pesar de su muerte, Amalia Lacroze de Fortabat no logrará quedar impune ante la condena social. 

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