Estados Unidos, China y la geopolítica
Por Xavier Ibarreche
Ilustración El Charlee
Anfibia
Después de que los tiktokkers boicotearan el primer acto de campaña 2020
de Trump, Estados Unidos y China agregaron un nivel a su tensión geopolítica.
Frente a la pelea por el control de la big data y el desarrollo de la
inteligencia artificial, una salida posible es que Microsoft se quede con la
app de los videos. El impacto en el ecosistema de las plataformas. América
Latina: cómo evitar la dominación digital global.
Camina sobre el
escenario, aplaude al público que lo vitorea sosteniendo pancartas que lo
elogian. Sonríe. Se coloca junto al atril preparado para su discurso. Mira a su
izquierda, entrecierra los ojos como si divisara a alguien a lo lejos y ensaya
una pose para la foto. Nunca deja de sonreír. Toma el micrófono, agradece a
Oklahoma por la recepción. Señala a su compañero de fórmula, lo aplaude y arranca
con su discurso: “Empezamos nuestra campaña”. Vuelve a agradecerle al público
por su presencia y lo reconoce como “guerrero”.
Son los últimos
días de junio. En plena pandemia, Donald Trump inicia su carrera proselitista
hacia la reelección como presidente de Estados Unidos. El acto es en la ciudad
de Tulsa. Trump espera una asistencia récord: más de un millón de personas
reservaron su entrada. El estadio tiene capacidad para 19.000, por eso se
levantó un segundo escenario en la puerta del BOK Center para que el líder
republicano le hable a la multitud que había quedado afuera. Pero pasaron
cosas. Solo 6.200 personas asistieron al evento. La razón del vacío se supo
enseguida: usuarios de TikTok y fanáticos
del pop coreano trollearon a Trump: reservaron
miles de entradas para nunca ir al evento. Nace el TikTokgate.
La Casa Blanca
consideró el episodio como una amenaza a la seguridad de ese país. Y empujó a
la plataforma de origen chino a vender sus acciones en Estados Unidos o de lo
contrario prohibirá su uso.
La disputa
tecnológica a cielo abierto entre Estados Unidos y China sumó un nuevo capítulo
con la orden ejecutiva firmada por Trump para prohibir a las empresas
norteamericanas “hacer negocios” con TikTok. TikTok desechó las acusaciones de
espionaje y analiza presentar una demanda ante la Justicia norteamericana
para seguir operando en ese país.
El ida y vuelta
entre Trump y la plataforma china abre el juego a indagar en el cruce de
actores e intereses más complementarios que contrapuestos. Una confluencia
encuadrada en un doble estándar que puede afectar derechos tan sensibles como
la privacidad y la libertad de expresión, favorecer la concentración de la
economía digital y exacerbar la fenomenal explotación de información de la mano
del big data. Una disputa geopolítica atravesada por los datos, las
regulaciones a las plataformas y el opaco funcionamiento de los
algoritmos. ¿Qué lugar ocupa Latinoamérica ante este escenario? ¿Cuál es
la opción posible para países con desigualdades estructurales? ¿Estamos
construyendo una salida tecnológica hacia el Sur?
***
Mi pan su su su
su su
Mi pan askkakus
ñam ñam ñam
Mi
paaaaaaaaaaaaaaaaan
Su su su su su
sum
Mi pan su su su
su su
Si no reconocés
esta lírica quizás no seas el tiktokker que creías ser.
Una llama animada y
el jingle de una publicidad rusa del 2010 se
transformaron en un contenido viral gracias a miles de tiktokkers latinos que
coparon la plataforma con su video cantándole a un cereal de miel ruso que por
su fonética se convirtió en pan. #MiPan en TikTok se traduce en un sinfín de
videos que suman 3.000 millones de visualizaciones. Canciones pegadizas y
coreografías, la fórmula del éxito de una red social que no para de
crecer.
Con más de
1.900 millones de descargas en todo el mundo, TikTok se consolidó como un boom
durante la pandemia del COVID-19 a fuerza de lo que mejor sabe ofrecer: videos
virales. India lidera el ranking de
penetración de la app en lo que va de 2020 con 100 millones de
descargas. Le sigue Estados Unidos con 50 millones de descargas desde el inicio
del año, alcanzando los 100 millones de usuarios sobre una población de 320
millones de personas. La aplicación fue prohibida en India porque las
autoridades la consideran “perjudicial para la seguridad y el orden público del
país”. Algo similar ocurrió en Estados Unidos.
Washington
cimentó el argumento de que TikTok era una “verdadera amenaza” a la seguridad
nacional, acusando a la empresa de ceder información sensible de los
norteamericanos al gobierno de China y de favorecer la censura de contenidos
por parte de Pekín. Acusaciones de espionaje que nunca fueron
corroboradas, pero que dieron el pie para avanzar con una prohibición. Una
solución que no parece ser una salida posible dentro del ecosistema de internet
dominado por un esquema capitalista que concentra en pocas manos la crema de la
economía digital. ¿Creerá Trump que se puede barrer a las empresas chinas
de la carrera tecnológica? Parte de esa brumosa estrategia se erige en la
construcción de un doble estándar vinculado con la protección de los datos personales
y con el modelo de negocios de las plataformas digitales made in Silicon
Valley.
***
Cuando abrimos
TikTok por primera vez nos aparece una lista de temas para elegir. Así le
decimos a la app qué tipo de clips queremos ver. Los intereses que ofrece la
plataforma son tan variados como simples: humor, mascotas, baile, deportes,
actividades al aire libre o simplemente, entretenimiento. Sin siquiera
registrarnos ya arranca una tira interminable de micro videos con tendencias y
“desafíos”, la especialidad de la casa.
A diferencia de
otras redes sociales, en TikTok podemos generar contenidos con lo que allí
circula: un audio en el repositorio de la app sirve para crear una pieza que
luego otro puede utilizar para hacer su propio contenido. Videos que a su vez
podemos publicar directamente desde la app en Instagram, Facebook o
Twitter.
El secreto de
TikTok para que nunca lo soltemos pasa por el fenomenal rastreo de información
sobre lo que hacemos en la app y que le ayuda a construir la interminable
lista. La potencia de ese masajeo de información pasa por el registro de
lo que miramos y el tiempo que le dedicamos más allá de los likes, los
comentarios y los follows que hagamos. Big data en su máxima expresión.
Cabe
preguntarse por el tratamiento de esos datos para
abordar la carrera tecnológica que hoy tiene como protagonistas a Estados
Unidos y a China. Se trata de la llave que abre el cofre de la fenomenal
explotación de información asociada a nuestro consumo digital y que tiene a la
inteligencia artificial como el talismán en la batalla por nuestra atención.
Parte de la
estrategia de Estados Unidos es posicionarse como protector de los datos de sus
ciudadanos. Sin embargo, cuenta con una legislación laxa respecto al
tratamiento de datos al tiempo que aún resuena el opaco manejo de las agencias
de inteligencia y que tuvo su pico de conversación con las revelaciones de Edward
Snowden en 2013. “En Estados Unidos existe un ecosistema de
vigilancia con normativas que fuerzan a las empresas a entregar ciertos datos
al sistema de inteligencia norteamericano”, aporta Leandro Ucciferri, abogado
que investiga el impacto social de la tecnología para la Asociación por los
Derechos Civiles (ADC).
Lo cierto es
que gran parte de los datos que TikTok recopila son comparables con los que
almacenan otras plataformas como Facebook, Google, Instagram o WhatsApp. Cada
vez que usamos las aplicaciones para chatear, enviar mensajes, publicar fotos
de nuestras vacaciones o buscar algo en internet generamos un enorme
repositorio de datos. Rastros digitales propios que se combinan con rastros
digitales ajenos y que derivan en un patrón de comportamiento. Un ecosistema de explotación de
información basado en la captación de nuestra atención. “Si cada
país siguiera los mismos criterios que Estados Unidos aplica para TikTok
deberíamos prohibir a todas las plataformas estadounidenses por similares
motivos”, suma Bernadette Califano, doctora en Ciencias Sociales e
investigadora del CONICET. Y bastante de eso hay detrás del TikTok gate.
El diferencial
que convirtió a TikTok en un éxito es su efectivo algoritmo para recomendar
videos. Un potente y certero sistema de inteligencia artificial que nos ofrece
un sinfín de clips según nuestros intereses. Si te sumergiste durante un buen
rato en #MiPan será inevitable que cuando abras la app otra vez te aparezcan
los nuevos videos creados por tiktokers cantándole a un pan que en realidad es
un cereal ruso.
Se corre el
telón de fondo detrás de la disputa tecnológica entre Estados Unidos y China:
el desarrollo de la inteligencia artificial alimentada con la información que
generamos. El uso de big data para la toma de decisiones por sistemas
automatizados se extiende a prácticamente todas las ramas de la
economía. Desde hace varios años en el sistema financiero, en el
reclutamiento laboral, en los sistemas de salud e incluso en cuestiones vinculadas a la seguridad
ciudadana se usan algoritmos nacidos y criados en Silicon
Valley o en Shenzhen, universo retratado en el libro “Armas de destrucción
matemática” de Cathy O’neil.
La pregunta a
desentrañar es cómo operan estos sistemas en los cuales las grandes empresas
tecnológicas invierten cada vez más dinero. Una discusión que en Europa tiene
su Libro Blanco y
que en América Latina comienza a debatirse con la redacción de recomendaciones de la UNESCO para
el diseño de políticas públicas vinculadas al uso de
inteligencia artificial. “No estamos en el mismo lugar que hace cinco años. Las
iniciativas proponen principios de ética a la inteligencia artificial y quieran
las empresas o no, la cuestión avanza”, anticipa Natalia Zuazo,
especialista en política y tecnología.
***
TikTok es la
versión para occidente de Douyin, la app de videos que ByteDance lanzó en 2016
y que sólo funciona en China. La plataforma pasa inadvertida en el ecosistema
digital que dominan Google, Facebook, Amazon, Apple y Microsoft. La empresa fundada por Bill Gates
quiere comprar TikTok y se comprometió a “garantizar” que los
datos de los usuarios estadounidenses serán almacenados en Estados Unidos,
eliminando la información que se encuentre en servidores fuera del territorio
norteamericano. La compañía incluso agradeció a Trump por las discusiones para
avanzar con la compra, blanqueando las conversaciones entre Satya Nadella, CEO
de Microsoft, y el presidente de Estados Unidos.
Con la venia
oficial de por medio, y a la luz de la amenaza de prohibir a la app china sino
pasa a manos norteamericanas, Microsoft se posicionó como el posible comprador
de TikTok. Un win win para ambos. Microsoft pisaría más fuerte en el mercado de
las redes sociales que no domina sumando una potente herramienta de
inteligencia artificial, mientras Estados Unidos se anotaría un punto en su
batalla tecnológica contra China.
Para Microsoft
China no es un terreno desconocido, desde los años noventa realiza un trabajo
de hormiga liderado por Gates para promover el desarrollo tecnológico en el
gigante asiático. La empresa echó raíces con
sucesivos encuentros con los líderes chinos y con el desarrollo del Microsoft Research en Pekín,
apostando al trabajo de futuros líderes del sector tecnológico como Zhang
Yiming, quien en 2012 fundó ByteDance.
Las buenas
migas dieron sus frutos. Microsoft cuenta con un privilegio único ante los
férreos controles que el gobierno chino impone al acceso a internet en ese
país. Dispone de dos de las tres principales plataformas extranjeras
desbloqueadas con contenido generado por usuarios: LinkedIn, la “red social” de
los profesionales, y GitHub, el repositorio de código que se convirtió en
referencia para los desarrolladores de todo el mundo.
El desembarco
de Microsoft en TikTok no haría más que concentrar el dominio de Silicon Valley
en la economía digital global. Vale mencionar que los CEO de Facebook, Amazon,
Apple y Google, comparecieron ante el Congreso de Estados Unidos para responder
preguntas por presuntas prácticas abusivas en base a sus posiciones dominantes
en el ecosistema digital. Sin embargo, hacia el exterior Washington defiende a
las big tech. Si a TikTok la compra una empresa norteamericana podría
seguir operando, pero si continúa bajo capitales chinos la podría bloquear.
Algo similar sucede cuando algún país amenaza con cobrarle impuestos a las
grandes empresas tecnológicas: Trump responde con subirle aranceles de
importación a ese país.
***
La economía
digital tal como la conocemos se construye en base a un extractivismo de datos
en pocas manos, potenciado por el uso de inteligencia artificial que tiene a
China y a Estados Unidos como grandes jugadores. ¿Cuál es el horizonte de América
Latina ante este escenario? Las principales plataformas digitales a las que
alimentamos con nuestros datos se concentran en Silicon Valley y cobra cada vez
más fuerza el papel preponderante de China como principal exportador de
tecnologías de reconocimiento facial.
La salida
posible incluye construir una narrativa sólida sobre la importancia de nuestros
datos en el ecosistema digital, ni más ni menos que la rueda que la hace girar,
centrando el debate en cómo regular estos modelos de negocios de la explotación
de datos sin optar por el camino de los bloqueos. Para evitar una posible
dominación digital, Califano, la investigadora del CONICET, sugiere “diseñar estrategias
para resguardar la soberanía de los datos de los usuarios”. Ucciferri, de la
ADC, propone legislar normas vinculadas al tratamiento de datos personales “con
estándares que respondan al contexto latinoamericano” dominado por las brechas
digitales. También es urgente tomar el toro por las astas y reglar los
desarrollos en inteligencia artificial.
El fomento a la innovación tech pensada desde
América Latina debería ser el primer paso: colocar en el centro de la agenda de
las políticas públicas acciones concretas para el desarrollo digital que tenga
como norte revertir las desigualdades estructurales en la región sin caer en un
solucionismo tecnológico.
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